Terminé de atar mi zapato y el chico no mayor de quince años ya me estaba esperando en la puerta, como si quisiera asegurar que sí iría. Nos vimos por unos segundos hasta que sonrió e hizo un gesto para dejarme pasar, claro, para nada iba a creer que alguien como él formaba parte de la pandilla, pero lo hacía.
Caminamos hasta llegar a un mini campo de tierra seca, dónde a veces se escuchaban gritos de niños jugando fútbol y otras veces gritos de adultos maltratando. No estaba segura de que hacía ahí, pero seguro no era nada bueno y un miedo recorrió mi cuerpo. Según lo que había escuchado, hoy empezaba mi “entrenamiento” y es que ¿Necesito entrenarme para ser pandillera? Se tomaban esto muy en serio y era raro decir que yo sería… una pandillera ¿Quién diría que una niña podía serlo? Nadie, porque la gente le teme a esa realidad.
Todos me observaron. Lo primero que me generó incomodidad era que todos eran hombres, lo segundo era que ahora yo sería su nuevo entretenimiento porque, era “el nuevo” pero yo era mujer y me embriagó aún más el miedo. Al centro del campo había un moreno robusto, pero sin llegar a la gordura y a su lado un tipo alto con tatuajes en los brazos y fumando algo que parecía un cigarro. Ambos sonrieron al verme, pero sabía que no era nada bueno.
— Bienvenida, pequeña. – observé al tipo de los tatuajes y decidí que ya lo odiaba, seguro que mi rostro lo demostró porque el sujeto corrigió – ¿O prefieres, preciosa? Bien, igual eres una lindura. Él es Omega, mi segundo, mi mano derecha y aquí se hace lo que yo diga ¿Entendido? – solo asentí con la cabeza porque el miedo no me dejaba hablar – ¡Defiendete!
— ¿Qué? – ni bien terminé y el tal Omega me tiró al suelo con un empujón que no ví venir.
— Es muy débil ¿En serio Terkan? Su hermano es mayor y…
— ¡No! – gire a verlo, aún en el suelo, Terkan continúo – Ambos pelearán hasta que uno de los dos se rinda. Te tengo fe, preciosa. – me guiño un ojo y me levanté.
— Solo porque eres mujer, te voy a dar un trato especial. – sentí que lo decía en doble sentido.
Con esa última frase, aún no sabía cómo demonios iba a pelear con ese tipo. Pronto el chico que me había traído, nos pasó un par de palos de madera ¿En serio? ¿Qué clase de tontería era esta, con esto debía defenderme? Bueno, al menos era mejor que pelear con mis propias manos. Comenzamos disparejos, él me golpeaba, yo a veces también y en algún punto, ambos golpeamos. No me quería rendir, pero ya estaba cansada y la voz de Brayan resonó en mi cabeza: «la debilidad y el miedo solo te hacen un objetivo fácil, mejor usa ese miedo como impulso y serás capaz de todo».
Seguimos hasta que, desesperado, partió un pedazo en dos dejando una punta afilada. Sus pies eran rápidos y queriendo esquivarlo, me rasgó un costado dejando rastros de sangre, la herida se sentía profunda y no pude hacer nada más que reprimir un sonido de agonía. Omega volvió a saltar sobre mi y solté la madera, pude esquivarlo y buscando una salida o algo con que defenderme, tomé la madera rota y sin saber bien a dónde golpeaba, le rasguñe la cara del lado izquierdo haciendo un rastro de sangre en su rostro. Solté la madera como si eso fuera a remediar mi error.
— Yo no… – retrocedió dos pasos torpemente y caí al suelo.
— ¡Maldita basura! – se tocó la sangre y por un momento sentí que moría, pero alguien intervino.
— ¡Basta! Ya es suficiente – no supe quien era hasta que se interpuso entre Omega y yo, era Terkan. Unas manos se posaron en mis hombros para levantarme, era el chico y acepté su ayuda – Preciosa, dije defiendete, no hazlo sangrar.
— Yo no quise. – logré decir entre respiraciones agitadas y miedo.
— ¡Dámela una noche! Y no lo volverá a hacer – mis ojos se abrieron como platos y el miedo no me dejaba mover.
— No. – los ojos de Terkan me estudiaron hasta ver la sangre de mi costado y siguió – Mark llévala a la cancha y veremos qué pasa mañana.
— Si.
El chico, que hasta ese momento supe su nombre, me llamaba a lo que era “la cancha” pero los ojos del tal Omega no se despegaba de mi. Lo admito, fue la primera vez que le tuve tanto miedo a alguien, ni siquiera la señora causaba ese terror cuando regaña, y para ser honesta ni siquiera el líder de la pandilla aterraba tanto. Terkan irradiaba una obediencia irrefutable y su segundo, emanaba miedo imparable.
Mark me ató a una silla de manos y pies, hacía calor y la apertura del techo no ayudaba. No sabía si pensar en el dolor de la herida o en el calor que con cada minuto aumentan y sofocaba tanto porque el lugar era de tierra seca que con el aire se levantaba y te hacía ahogarte.
Llegó la noche y escuché pisadas, tenía la esperanza que fuera Mark porque parecía inofensivo, pero era Omega. Llevaba la mitad de la cara hinchada, seguro así tenía yo en mi costado, se acercó con una botella de cerveza en la mano y se la acabó de un sorbo. No quise verlo demasiado a los ojos, pero pronto su mano tomó mi cara con brusquedad para al fin verlo.
— Vas a pagar por esto – su voz era fuerte y algo desesperada. Sentí su mano pesada estamparse en mi mejilla, pero no emitió más ruido que el de mi mejilla – Te voy a enseñar lo que eres.
Su mano rozó levemente mi hombro hasta bajar a la cinta de mi camiseta junto con la del topp y me odié por llevar camiseta. Empezó a tocar más al centro y los movimientos para quitarme eran inútiles. Era más fuerte que yo y estaba borracho.
— ¡Basta!
— Eres una chica ¿O no? – acercó su cara hasta besarme en el cuello y bajó su mano hasta mi pantaloneta. Cerré los ojos con fuerza y apreté los dientes, sus manos siguieron hasta debajo de mí pantaloneta.
— ¡NO! ¡Basta! ¡BASTA, DETENTE!
No supe qué tan fuerte había gritado hasta que abrí los ojos y Omega estaba en el suelo, enfrente de mí estaba Terkan y atrás, junto a Mark, unos cinco tipos que no conocía. Mi respiración era un desastre y comencé a agitar el pie desesperada. No sabía cómo habían llegado hasta ahí ni cuando, pero por una vez me sentí en deuda por ese detalle. Por una vez, sentí que ese desconocido podía preocuparse por alguien más que no fuera por el mismo.
Editado: 14.12.2024