Tal vez era cierto, tal vez Paulo me podía ayudar a salir, pero qué probabilidad había que los dos saliéramos vivos ¿En serio, era capaz de dar su vida por mi? ¿En verdad existía esa libertad de la que él hablaba? No estoy segura, pero si al menos lo intentaba sola, no tendré arrepentimientos porque yo sola me estaría sacrificando.
Hoy era jueves. Jueves 8 para ser exacta, un día soleado con aire que calmaba el calor y nubes que indican el inicio del mes de agosto. Paulo había llegado en marzo y desde entonces había pasado tanto. Algunos días eran más importantes que otros, hoy era uno de ellos. Hoy más que nunca importaba la forma de vestir, la forma de hablar, el dinero y el paquete, hoy importaba todo. Porque una sola cosa podía mandarme a la tumba, una mirada, una sonrisa podía significar mil cosas. Hoy, jueves 8 apenas empezaba el día y, aunque, tenía una sola cosa que hacer, sería lo más agotador del día.
...
5:18 p.m.
Llegué a casa y solté todo el aire que había estado conteniendo. Ese idiota de Paulo estaba en todos lados, ahora, sería él quien me iba a acompañar a los límites del barrio, mierda. Terkan no podía ser más bipolar y Paulo más idiota.
Caminé por la casa y en la cocina ví de reojo a la señora. Esa mujer sabía que yo no era su hija y aún así me cuidaba como una, esa mujer al parecer no se cansaba de ser mi mamá. Durante este tiempo, pude darme cuenta de la clase de persona que era y el sacrificio que hacía con mis primos y abuela. Pero ella se esforzaba tanto por nosotros que se olvidaba de cuidar de sí misma ¿Voy a irme y dejarla aquí? Sí. Apenas y voy a salir yo ¿Cómo voy a sacarla a ella con vida?
Mis pies fueron tomando camino en su dirección y la abracé, le sonreí y no la solté. La verdad es que tenía miedo, mucho miedo. De perderlo todo, mi única oportunidad de irme, a mi familia e incluso al idiota de Paulo ¿Por qué si solo es un detective? La respuesta la encontré en los brazos de mi mamá y lo cierto, es que, en el fondo me importa, todo me importa.
6:30 p.m.
Entre tanta mierda, Mark aún seguía siendo un rayito de luz. Estábamos en mi cuarto hablando de Shopie sobre su relación con Omega y como dos idiotas se completan. Si algo tenían en común esos dos, era su ambición por el dinero. Ella podía acostarse con cualquiera por un par de billetes y Omega, bueno, era capaz de todo por dinero. Lo cierto era que a veces, era divertido burlarse de las desgracias de esas personas y ¿La razón? Porque ellos nos arruinaron la vida y no por maldad, sino para verle un lado “gracioso” a esa mierda.
— ¿Has pensado en algún plan? – pregunto cuando al fin se dejó de reír y se tiró a mi cama, yo me quedé en la cabecera, sentada.
— No. Un problema a la vez. Primero debo entregar el paquete.
— Entiendo. – hizo un silencio corto hasta que hablo – ¿Nos vamos a relajar?
— Mark, no creo...
— ¡Vamos! No sabes la cantidad de botellas que he acumulado en ese lugar. ¿Y bien?
— Bien, pero si llego antes tengo el primer tiro. – Baje las escaleras corriendo y escuché sus pasos lejos de mi.
Mi destino era el cerrito que estaba detrás del barrio, más parecía un pequeño agujero donde se tiraba la basura, pero era bueno. Uno de los lugares donde nadie iba, por miedo a caerse o porque simplemente era cuestión de la pandilla. Ese lugar era uno de nuestros refugios. Lo divertido de esto era romper las botellas de cerveza que su padre acumulaba, las latas y una que otra piedra que se cruzará en nuestro camino. Por supuesto que las botellas las colocamos dónde chocan con la tierra. Armamos el arma, le colocamos el silenciador, aunque no sea necesario y disparamos. Lo relajante era escuchar el sonido de las botellas quebrarse, pero la sensación del arma, no. Era un sentimiento dulce-amargo que solo Mark podía entender.
8:23 p.m.
Se acercaban las nueve de la noche y empecé a sentirme ansiosa. A estás alturas ya estaba con Terkan y los colegas, algunos ya estaban tomando y otros solo paseaban por aquí y allá. Era la primera vez que hacía algo así y mentalmente me gritaba que, sobre todo, debía ser educada. Aunque esos hombres o el Halcón no se lo mereciera.
El jefe estaba sentado en una silla plástica en la sala de su casa, y en sus piernas estaba Abigail. Ella solo se le pegaba como garrapata y sonreía muy coquetamente, pero todos sabemos porque lo hacía. Paulo no había llegado y tampoco debía llegar porque no tenía la marca, él me tenía que esperar afuera. Observé a todos, uno a uno y todos tenían algo en común, sus ojos. Cuando los estudiaba, cuánto más detalle quería encontrar, no veía nada, era como un agujero negro. Algo tan infinito que estaba perdido.
En medio de esta locura, recordé, la marca. Si Terkan iba en serio, con ponerme a cargo, debía tener la marca y si la tenía, no podía salir de aquí. Eso sería como ir a una tienda y llevar un arma al descubierto. La marca era algo visible, algo que se sabía que era malo. Si escapaba y llevaba la marca, todos querrían mi cabeza por una u otra razón. Así que en teoría, debo irme antes de que me pongan la marca. Antes de hacerme el tatuaje DeLouis.
9:15 p.m.
Salir del barrio me llevaba unos diez o quince minutos y debía estar en el lugar en media hora. Con todo el entusiasmo Terkan dió unas palabras:
— Bueno, carbones. En dos meses, Yoi, tendrá el privilegio de ser mi sucesora y al fin le pondremos nuestra marca. ¡Nos traerá a otro miembro de sangre DeLouis¡ ¡Y hoy se unirá como debe de ser! Así que ¡Disfrutemos por una entrega más y el futuro de DeLouis!
— ¡Eso! ¡Salud! ¡Bien! – gritaron todos.
Para sorpresa de todos, tome un vaso de soda y brinde con ellos. Sonreí y ví a Terkan fijamente. Él ya no sonreía, pero yo sí. Me di la libertad de mostrarle que yo también sabía jugar, que yo podía ser algo más, como siempre había querido. En su mirada veía dudas sobre mi comportamiento y, claro, hasta yo misma me asombraba de mi comportamiento. No solo me había dado el tiempo para armar mi plan sino que también me advertía sobre lo que haría conmigo así que estaría preparada.
Editado: 20.02.2025