Desde la puerta me observaba mi hermano, me saludó con la mano y su sonrisa era triste, de qué otra forma podría ser si ambos sabíamos que no podía regresar. Llegamos a la hora justa y salimos muy despacio a tres metros de lo que sería nuestra entrada. Las armas iban cargadas, las municiones a tope, el equipo iba listo a morir, pero nadie lo sabía. Todos teníamos una posibilidad a la muerte, saber cómo montarla era el problema.
Caminamos lento y dispuestos a todo. Las luces empezaban a encenderse y poco a poco quitamos a los estorbos del camino, uno que otro vigilante y algunos que parecían soplones. Mientras Paulo iba casi al frente, el resto nos mantenemos en nuestras posiciones, Omega dirigía un grupo que entraría por el lado este, cada uno conocía su objetivo y claro, su rol en todo esto.
Llegamos a lo que parecía una casa, no hicimos nada y los disparos del lado este, iniciaron.
— ¡Maldito, malandro! ¡A ver, se mueven conmigo! ¡Vamos, vamos!
Comenzó el caos, para estás horas y al menos, por este sitio no había mucha gente. Nos comenzamos a mezclar en el ambiente, una de las muchas ventajas era que en DeLouis nos daban cierto entrenamiento militar, dirigido por un comandante, pero no a todos. Así que sabíamos cómo defendernos y mezclarnos hasta eliminar al enemigo. Este sería mi último trabajo, o al menos eso quería que fuera.
Reish Manolio
Si tenía que admirar algo, era la traición, nadie comete traición a menos que tenga asegurada su salida y él, sí que la tenía asegurada. Había jugado tan bien sus cartas, le había dado la oportunidad a mi objetivo de creerse capaz de vencerme. Lo único que quería era un momento con la víctima y el poder de DeLouis, y gustosamente se lo voy a dar, una vez que la tenga. Ojo por ojo.
El día que los ataque por sorpresa, solo estaba provocando su furia, ese instinto de pelea, en realidad no quería matar a nadie. Pero cuando uno de los míos me dijo que el mismo Terkan se había casi sacrificado por uno más, no quise creerlo hasta que mi informante me lo corroboró. Encendí lentamente una vela con toda esa información rondando mi cabeza ¿Esos idiotas creen que dejaré pasar así como así que hayan asesinado al único y heredero? Si algo tenía este enfrentamiento de pandillas, era venganza, y por el momento, nada más. Pero jamás voy a perdonar a la persona que puso la bala en el cuerpo de Marcelo, jamás. Y si tengo que matar a todos los de ese mugriento barrio, lo haría con gusto, tal vez así conocen de lo que yo soy capaz. Pero nunca debieron meterse con mi hijo.
Ya sabía que ellos vendrían, y coloque un par de bombas aquí y allá, lo suficiente para matar a 3 de un solo y muy poco como para afectar a todo mi territorio. Los disparos del lado este me avisaron que habían llegado y pronto las bombas empezaron a estallar, todo iba según el plan. Esos malditos iban a morir y yo iba a obtener a mi víctima. Cada cosa estaba casando en su lugar. Con calma me puse mi chaleco, me acerqué a mi hermana y literalmente, la encerré dónde teníamos previsto.
Si algo salía mal, ella sería la siguiente al mando. Camine por la casa, le quite el seguro al arma y como venían mis enemigos, así caían muertos en el suelo. Seguí caminando con mi grupo y, la ventaja, este era mi territorio, mi tablero dónde podía jugar con mis víctimas.
Comenzaron los disparos, los gritos y unos que otros quejidos. En mi pandilla no habían mujeres, pero esa niña de ojos azules era la única mujer a la que se le permitía venir en estos casos peculiares, mi informante me dió todo en bandeja, no había dejado ningún cabo suelto. Avanzamos por la calle oscura e interceptamos a 5, para este punto, todos estaban desplegados como ratas en un drenaje. Y yo, tenía mis puntos débiles cubiertos, desde la casa más chica hasta la orilla de la playa. Seguimos avanzando pero pronto, de los 10 que venían conmigo, quedaron 6. Sabía que me estaban cazando, pero no tenía miedo, porque yo conocía la debilidad de Terkan DeLouis.
Avanzamos, y una granada nos hizo caer, no podía escuchar nada, pero sabía que estaba expuesto, así que me levanté y tomé el arma. Tres lacayos más me seguían, el número solo iba reduciendo. Nos detuvimos levemente para recuperar un poco la audición, pero el sonido de las balas estallaba con fuerza en la cabeza. Nada andaba bien, abrí con fuerza los ojos, obligándome a volver a la realidad. A unos metros, corría el maldito gringo que se escapó hace unos meses, si bien se había salvado, no había olvidado su rostro porque no podía dejar de pensar en qué tanto nos podía afectar eso.
Dispuesto a matarlo, me detuve en el acto, porque casi detrás de él, venía ella. Su rostro rojo por la adrenalina, su cabello hecho un desastre y sus manos con manchas de sangre, su ropa no se quedaba atrás, todo en ella parecía estar mal y aún más, cuando el gringo la tomó de la mano para correr lejos, lotería.
Toque ligeramente mi costado y saque el teléfono, todo estaba listo. Una llamada, solo una y esto acabaría.
— ¡Oye niña! – grité y captaron mi atención. No sin antes, tener la pistola de alguien justo detrás de mi cabeza.
— ¿Qué? ¿Creías que te ibas a escapar?
Terkan
Estaba justo frente a mí. Por algún motivo mi mano estaba temblando, a lo lejos, el detective y Yoi, pelean con unos tipos que acababan de llegar. Las bombas fueron una sorpresa para todos, pero no lo suficiente para vencernos. De todos los hombres que había llevado, un cuarto ya habían muerto. Mientras los otros estaban resistiendo. No recuerdo qué tantas ratas estuvieran en este lugar.
No pasó un minuto y empezamos a forcejear con las armas, nuestros cuerpos eran molidos con los golpes del otro hasta que, solté el arma y él la suya. Aparentemente expuesto, pero las navajas no faltaron. Me golpeó un costado y me rasgó el pecho, mientras que yo apunte a su rostro. Sentí que alguien me quitaba, era Mark.
Editado: 20.02.2025