El Barrio Delouis

Cap. 17. Débiles y Rotos

ADVERTENCIA ⚠️

Yoika

No podía más, mis manos temblaban al igual que mis pies, era la paliza de mi vida. Un dolor punzante se instaló en mi rodilla cuando caí, mi mano tenía sangre, al igual que mi labio, a un lado de mi rostro por un arañazo. Pero no podía dejarme vencer, no así, no dándoles la satisfacción de verme débil, eso era lo que querían y nos les podía dar ese gusto.

Gire para ver el arma, pero ya no estaba, gire a la otra dirección y ahí estaba Mark. El sudor no me dejaba verlo muy bien pero sabía que estaba ahí, como pude, me levanté, tambaleó un momento pero logró casi erguirme, pues la espalda es algo insoportable tras las patadas. Estoy segura que los moretones aparecerán tras unas dos horas, que los huesos van a crujir cuando intenté sentarme, que incluso va a costar respirara cuando la adrenalina del momento me baje, que cada maldito dedo me va a doler porque los huesos de los tipos eran duros, estoy casi cien por ciento segura que no voy a poder volver a mover bien el hombro izquierdo por un tiempo y que la sangre seca de mi rostro será solo una marca insignificante comparada con el dolor.

Cuando finalmente los veo a los ojos, nadie espera que me mantenga en pie, pero lo hago, durante un leve momento que se siente eterno como el suelo debajo de mis pies fuera a desaparecer, pero no lo hace y me mantiene casi cien por ciento equilibrada. Ambos me miran, me analizan de pies a cabeza, incrédulos de lo que acaba de pasar. El labio ya se siente hinchado y mi pómulo está empezando a arder de lo magullado que está, mi respiración es un desastre y por un rato más se puede escuchar como inhaló y exhaló torpemente para luego tragar saliva e intentar no prestarle demasiada atención a la sed que se intensifica con cada respiración. Estoy deshidratada.

— No va a ser fácil, lo admito, – se acerca Reish de brazos cruzados – pero tampoco imposible quebrarte. No me importa si sobrevives todo un maldito año, vas a pagar por lo que hiciste.

— Yo… – no puedo terminar la frase, y poco a poco entran otros dos hombres para sacar a sus colegas tirados en el suelo – Yo no conocía… Nunca… había venido hasta que… Omega me trajo.

Está vez me escucha, pero no se voltea hasta que cierra la puerta y nos dejan solos de nuevo. Dos segundos más tarde caigo al suelo, mis rodillas tienen el primer impacto e impido que mi torso caiga por completo cuando coloco mis manos en el suelo y agachó la cara. No es la posición más cómoda en este momento, pero me deja respirar, me deja recuperar el aliento hasta que me niego a cerrar por completo mis ojos y dejar que el mareo me aborde, es lo menos que necesito ahora. Levantó lentamente la mirada porque me pesa la cabeza. Me acercó casi gateando hacia Mark y me apoyó en la viga sin que nuestros hombros se choquen demasiado, pues me duele incluso la leve presión que estoy colocando en la viga.

— No quieren matarnos, quieren destruirnos.

— No. – corrijo suavemente porque el sonido de nuestras voces hace eco en mi cabeza – Quieren recordarnos los demonios que llevamos dentro… para que la debilidad se apodere de nosotros.

No decimos nada por un segundo, el silencio se apodera de la habitación así como la luz va dejando levemente la ventanita. Me niego a cerrar los ojos con temor a que regresen solo para torturarnos más, pero no lo hacen. Los dolores se intensifican, mi cabeza ya no tiene las mismas punzadas, pero por otro lado siento que no podría mover mi brazo y con ese miedo intentó hacer un movimiento. Logró, con mucho esfuerzo, llegar hasta el brazo de Mark y aferrarme a él. Mi espalda está comenzando a tener calambres, al igual que mis manos. Subo mi mano derecha para verificar que no tengo la nariz rota y, en efecto, no está rota, pero logró sentir la inflamación del labio y el pómulo. Mis costados ahora, son marcas rosas que por fuera son moradas y pronto empezarán a hacerse verdes. Respirar todavía duele.

— Mark.

— Yoi. – responde casi de inmediato, sé que no ha dormido a pesar de que el dolor nos domina.

— Una parte de mi sabe que merecía esto. Nos merecemos esto. – digo al fin – Por todas esas personas que llevamos matando estos años, por las drogas, por esas personas que amenazamos al punto de tenernos miedo… por esos niños que dejamos traumados por el sonido de los disparos es su propia casa. Reish tiene razón, nos merecemos esto y más. No somos mejores que ellos, – mi voz empieza a titubear, pero lo digo – somos la misma mierda o peor.

— Linda, no digas eso… – su voz suena quebraba pero es suficiente para saber que no se ha rendido del todo – ¿Porqué no me dijiste lo de tu padre?

— ¿Habría cambiado algo? Solo hubiera adelantado la estancia aquí y lo sabes.

— Sí. – dice tras una pausa – Tengo que decirte algo Yoika. – escucho como traga saliva como si eso lo salvará de algo que aparentemente está a punto de rompernos a ambos. – No respeté el juramento…

Se ve interrumpido por el sonido de las llaves, cinco segundos después, el tiempo suficiente para hacerme de nuevo la fuerte, entra Omega con Carlo vendado de los ojos. Mi cuerpo se mueve antes de que pueda procesarlo del todo y me veo de pie con una mirada impotente sobre Omega. Intento llegar a Carlo, pero estoy débil y el mismo sujeto moreno de ojos claros me tomó de la cintura y me aprieta lo suficiente para dejarme inmóvil, lo cierto es que no he recuperado ni la mitad de la fuerza de tanto que me golpearon.

Omega lo toma por el cuello y en su mano hay un filoso cuchillo, giró la cabeza indispuesta para ver lo siguiente, pero el sujeto detrás mío me toma el rostro bruscamente y me hace ver. Un corte limpio, sin mucha fuerza, pero suficiente para que los borbotones de sangre cubran todo el cuello de Carlo y caigan pequeñas gotas en el suelo. Omega me observa, no me permito llorar, pero es evidente mi odio hacia ese maldito que vive para matar niños. Mis primos tenían menos de 18 años.




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