El Barrio Delouis

Cap. 19. Los “jefes”

Terkan

Mierda. No pensé que fuera tan difícil hablar con Sara y la abuela, pero lo fue. Sara rompió en llanto y la abuela se contuvo a preguntar por su estado. Les hable tal cual el doctor me dió las indicaciones, fuera de eso supongo que todo salió ¿Bien? Ahora la única Manolio era su hermana, pero no preocupaba porque la chiquilla solo tenía 21 años, a este paso la rivalidad entre pandillas podría morir. Pero eso nunca lo sabremos hasta que la niña Manolio haga o no algo.

Mientras espero afuera de la habitación, hago guardia para que nadie pase, sé que nadie se atreve siquiera a cruzar el pasillo, no después de lo que hice con los secuaces de Omega. Ese maldito ya estaba muerto. Ahora mi único problema era Halcón con su maldita droga. Ni de loco mandaba a Yoika en este estado. No después de las múltiples amenazas de Paulo, Sara y la abuela, no por ellos, sino por mi propia estabilidad aquí en el barrio. No podía mandarla sabiendo que algo le podía pasar con Halcón. Ese idiota era el más grande problema ahora.

— Terkan. – me llamo Sara una vez en la puerta, estaba cansada y con una bolsa que seguro llevaba la manta sucia de Yoi y otras cosas. – Por el bien de todos, no puedes tocarla, más te vale no ponerle una mano encima porque de lo contrario, – giró para verme – te juro que te vas a hundir en la cárcel.

— Sí. – giró de nuevo porque no podía verme, no podía ver al culpable sin tenerme odio – Gracias Sara.

— No agradezcas. No tienes el derecho a eso, no lo tienes, Terkan. – se fue con los ojos aguados, pero sin derramar más lágrimas. Sara era una mujer fuerte, lo suficiente para ayudar a Yoi en esta situación sin romperse o alegar por la vida de Tony y eso era de aplaudirle.

Entré al cuarto y ahí estaba, en la cama. Una lámpara vieja alumbraba la habitación, eran la 1:45 de la madrugada. Su pelo estaba relativamente húmedo y tenía moretones en todo el cuerpo, su camiseta negra resaltaba en la sábana azul claro y estaba encogida, como soportando el dolor de su cuerpo. El doctor dijo que era normal si se movía de vez en cuando porque significaba que su cuerpo tenía espasmos y estaba reaccionando al medicamento. Pero despertar sería lo difícil. Abrir los ojos y encontrarse con este cuarto de mierda solo iba a empeorar las cosas, pero habíamos hecho un trato con el detective y por ahora, teníamos una tregua.

Me acerque lentamente hasta caer sentado a un costado de la cama, el calor se sentía un poco y me quite la camisa para deshacerme del sudor y la sangre. Ella estaba cubierta y apretando fuerte la sábana, se cubría a pesar del calor. Estire mi brazo para tomar su mano, en serio quería disculparme, en serio quería decirle que ella era a quien tenía que proteger, pero me retracte.

— Perdón, perdón, hermanita. No pensé llegar tan lejos. Perdón… – el sonido del teléfono me hizo acercarme a la mesa y respondí.

— Escúchame Terkan, si ella no viene la próxima semana tendrás muchos problemas.

No respondí, no pude. Él colgó el teléfono y yo lo apreté con fuerza. Seguro ya se había enterado de los atentados que habíamos tenido con los Manolio. ¿Cómo no iba a enterarse si antes les compraba drogas a ellos? Esa clase hombres tenían ojos en todos lados, así como las ratas. Tome de nuevo el teléfono, pero me arrepentí en el acto, si el jueves que viene Halcón se aparece por aquí, mejor estar prevenido. Esto tenía que acabar tarde o temprano, pero tenía que acabar.

Llamé a uno de los míos para que más tarde trajera al detective. Sabía que con la tregua, podría ayudarme, podíamos acabar con esto antes de lo planeado, eso, solo si ella despierta a tiempo.

Halcón

Ya sabía que los DeLouis se la habían pasado mal, pero no era excusa para no traerme mi producto. No estaba anticipando que ella no vendría, pero había una fuerte posibilidad que Terkan no la enviara y eso me ponía con los pelos de punta. Ella era un buen producto y no podía dejar que mi bar se fuera al carajo por un pandillero que no me quiere vender a una mujer, tenía que ser ella, aquí estaba todo listo, solo faltaba la estrella.

Saqué el segundo teléfono de mi bolsillo y marqué a la persona que sabía, tenía los recursos suficientes para hacer pedazos a Terkan. Era el jefe de la policía local, nada grande, pero lo suficiente para encerrar a Terkan de por vida con tan solo cobrar un favor, sabía que algunos de sus subordinados compraban droga y mujeres con Terkan, así que una pequeña amenaza sería suficiente para que el jefe ayudará. Claro, no podía faltar a su expediente y el sinnúmero de violaciones a la ley, porque era el jefe.

Necesitábamos armas, dinero, balas y sobre todo, hombres, los suficientes para traer lo que necesitaba. Dicen que el oro se puede encontrar en cualquier lado, y ella no era oro, era uno de esos raros diamantes que encuentras en los lugares menos esperados. Solo hace falta darles el potencial que se merecen y listo, se convertiría en uno de los diamantes de la corona.

Yoika

El cuerpo me dolía y cada vez me parecía hundirme en un vasto vacío con tan solo un hilo de respiración. Me costaba mover los dedos de las manos y mis ojos se negaban a abrirse. Con un esfuerzo sobrehumano, logré que mi cuerpo se apoyara en la poca fuerza de mis brazos, aún con los ojos cerrados. Joder, no pensé que dolería tanto, que el peso de los golpes sería tan fuerte que tendría el cuerpo hinchado. Abrí lentamente los ojos y una lámpara amarilla ilumina la habitación, mi cuerpo se siente pesado y de inmediato siento el ardor de las heridas abiertas, de los moretones, un piquete en mi brazo izquierdo me hace revisar mi cuerpo. Tengo marcas de inyecciones en el brazo y la mano.

Caigo en la cuenta, que este no es mi cuarto, tengo ropa puesta, una sábana azul cubre parte de mi cuerpo, mi respiración de inmediato se acelera y tiemblo, recuerdo a Mark, Omega, Reish… Recuerdo como me aferre a Paulo cuando logró sacarme de ese maldito cuarto y la bala en mi hombro izquierdo. No logro respirar bien y agachó mi cabeza con las lágrimas a punto de salir, pero algo en el suelo llama mi atención, una pequeña envoltura plateada que bien tiene el tamaño de…




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