El bastardo de mi jefe

Capítulo 2

El teléfono sonó insistentemente interrumpiendo el silencio de mi habitación.

Con el cuerpo aún inmóvil por el sueño, estiré mi mano y contesté sin mirar quién me llamaba.

—¡Señorita Anaís!

Al reconocer la voz del hombre me senté en la cama de inmediato. Es el jefe de guardaespaldas de Oliver Sáez, y suele llamarme solo por una cosa, cuando hay problemas.

Bufé de mal humor mirando la hora del reloj pegado en la pared, son las tres de la mañana.

—Señor Fuentes, ¿qué pasa? —le pregunté levantándome de la cama y buscando ropa que ponerme.

—Es un caos, el señor Sáez se agarró a golpes con un tipo, no hemos podido detenerlo, no deja de golpearlo, hemos intentado separarlos, pero ¡Está descontrolado! Usted sabe como es, si los guardias aplican fuerza y lo reducen, las consecuencias para ellos y su familia serán...

—Lo sé, calma, ya voy saliendo —le dije con premura—, envíame su ubicación y voy de inmediato.

Sé que muchos suelen pensar que mi trabajo de asistente solo son por temas de la oficina y controlar a las citas de mi jefe, pero no, también incluye actuar en estas situaciones, llamar al abogado, pagar indemnizaciones a los daños del local, acallar a los testigos, etc.

Y claro, lo que dijo el jefe de los guardaespaldas es cierto. No es fácil controlar a quien luego te sepultara en vida si le dejas siquiera un pequeño moretón en su cuerpo. Oliver Sáez es un tipo bastante complicado y que cuenta con el respaldo de una familia muy poderosa.

—Si no pagara tan buen sueldo renunciaría —dije al subir a mi auto apretando los dientes con enfado por haberme visto obligada a salir de la cama a estas horas.

Por suerte el lugar no estaba lejos, pero al llegar en verdad la situación luce peor. El bar ya está completamente vació, el señor Fuentes, el jefe de los guardaespaldas, ya ordenó vaciar el lugar, evitando que hubiera más testigos.

Pero por más que intentan detener a Oliver no hay caso. Este sobre un sofá golpea a un hombre que ya parece haber perdido el sentido, hay desorden, copas rotas y volcadas, a cada lado en que miro.

Suspiro. No me sorprende, no es la primera vez que me encuentro con esto. No fue como esa ocasión en que quedé paralizada, temblando y solo reaccioné gracias a la ayuda del jefe de los guardaespaldas.

—¡Señor Oliver, deténgase! Ya fue suficiente, debe salir de aquí —pero no reaccionó.

Es como si no me escuchara. Volví a llamarlo y tampoco funcionó. Hasta ahora esto había funcionado sin problemas, pero es evidente que su víctima hizo algo que lo ha enfurecido más allá de todo límite.

—¡Señor Sáez! —le grité.

No hubo reacción.

Si llega a suceder algo peor limpiar todo esto será aún más complicado.

—¡Señor Sáez, deténgase! —volví a gritar cometiendo el error de tocar su brazo.

Fue cosa de segundos que reaccionó lanzando un codazo hacia atrás que me dio en la cara, el golpe fue tan fuerte que me tambalee, pero antes de caer al piso, el mismo culpable, Oliver Sáez, me sostuvo en sus brazos.

Pestañeé confundida al ver su expresión de espanto.
—Estás sangrando —dijo estupefacto.

Me llevé la mano a la nariz, dándome cuenta de que lo que dice es cierto. Este monstruo acaba de romperme la nariz. Maldita sea.

—Levanta la cabeza... —me dijo tomando mi rostro con sus dos manos, luce preocupado y eso me confunde.

Es evidente que está borracho, no sería tan amable si estuviera en sus siete sentidos. Pero esa amabilidad pronto desapareció.

—¡¿Cómo pueden ser tan ineptos?! —gritó no solo espantándome a mí, sino además a todos los presentes—. Señorita Beltrán, vaya al hospital luego de encargarse de todo esto.

Y sin más salió del lugar acompañado por la mitad de sus guardaespaldas, dejando todo el trabajo de limpieza a mí. Bufé de mala gana, este trabajo va a terminar por alterar mis nervios.

Después de hablar con el abogado, pagar los daños, indemnizar a las víctimas, e ir al hospital, al fin pude volver a mi departamento solo para darme cuenta de que no vale la pena acostarse cuando en una hora más debo levantarme e ir a la oficina. Aun así, no pude evitar cerrar los ojos y dormirme.

Desperté de golpe, justo a tiempo, y me di una ducha antes de cambiarme la ropa y salir corriendo. Luzco, horrible, y ojerosa, aunque intenté tapar todo con maquillaje no soy tan experta para lograrlo. Sobre todo la venda sobre mi nariz, todos me preguntaron que había pasado, al parecer los rumores de la escandalosa noche del jefe recorren cada pasillo.

—Señor Fuentes —dije al llamar por teléfono al jefe de los guardias, poniéndolo al tanto de la situación.

Se supone que sus guardaespaldas saben que deben guardar silencio de todo acto que realice nuestro jefe, y por ello le pedí que averiguará si la información sobre lo que pasó durante la noche no fue filtrada desde sus hombres.

—Lo investigaré y le avisaré en cuanto tenga resultados —habló con seriedad.

Raúl Fuente es un hombre entrado en años, pero con una experiencia única. Ha sido guardaespaldas de la familia Sáez desde muy joven, por lo que conoce la dinámica de la familia.

Por suerte, durante toda la mañana Oliver Sáez no apareció en la oficina, con los tragos que debió haber bebido de seguro, la resaca le durara más que otras ocasiones. Los rumores fueron acallados antes del mediodía, si no nos hubiera esperado una reprimenda de parte de él.

—¿Y qué le pasó, señorita Beltrán? —el tono de voz burlesco llegó a mis oídos provocando que arrugara el ceño—. ¿O se hizo una cirugía de nariz?

Qué más quisiera decirle que no se meta en mis asuntos, pero como asistente debo ser educada pesé a la situación o pesé a que si quien te habla es un infeliz con poco cerebro.

—Señor Alan —respondí al primo de mi jefe.

El hombre de penetrantes ojos grises y cabello castaño se echó a reír apoyado en mi escritorio.

—Siempre tan imperturbable, señorita Beltrán, fuera más de mi tipo, sería interesante, pero no me daría asco tenerla en mi ca...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.