Oliver siguió andando con Valentina más allá del tiempo con que ha salido con otras mujeres, no solo salen casi todas las noches a cenar, lo sé porque soy yo quien debe hacer las reservaciones. Si no que además él mismo le ha comprado regalos, cuando eso antes jamás pasaba.
Solía encargarme a mí el tema de los regalos. Que yo eligiera el regalo, que lo buscara y lo entregara.
—Señorita Beltrán —me dijo por el teléfono—, compré ese collar de la joyería Tiffany, que lo envuelvan y lo retiraré a las cinco hoy.
Me dio la indicación de cuál es exactamente el collar que había elegido junto a su nueva compañera.
—Sí, señor.
El collar que compró es un lujo, uno de los dos que existen en el mundo, le llaman "luz de luna" porque dicen que parece brillar con luz propia, es uno de los últimos diseños de Natasha Goin antes de su retiro. Y su valor supera los diez millones de dólares.
No sé por qué esto me molesta. No debería, es su vida privada... bufé de mala gana apoyando mi cabeza en mi brazo.
—Hola señorita —Alan se apareció de golpe provocando que me asustara—. ¿Estaba durmiendo?
—¡No! Solo apoyaba la cabeza ¿Qué necesita señor Vidal? ¿El señor Oliver está ocupado en estos momentos?
—¿Ocupado? Jamás para su primo.
Dicho esto caminó rumbo a la oficina de mi jefe, quise detenerlo, pero abrió la puerta antes de que pudiera evitarlo, y ambos nos quedamos paralizados por lo que vimos. Oliver Sáez está en su asiento con Valentina sentada encima de él.
Como respuesta tomó su chaqueta y cubrió a la mujer, protegiéndola de nuestras miradas sorprendidas. Su pareja se acurrucó en su pecho mirándonos con expresión asustada mientras mi jefe colocaba su brazo sobre su espalda.
—¡¿Qué hacen aquí?! ¡¿No le dije, señorita Beltrán, que nadie nos molestara?! —apretó los dientes fuera de sí.
Al verlo así, ambos nos quedamos estancados.
—¡Salgan de aquí! —nos gritó haciéndonos reaccionar.
Alan me cubrió los ojos con una mano, tomándome de la cintura por la otra y salimos de inmediato cerrando la puerta. Afuera se echó a reír, contrario a mí, que me quedé con un desagradable sabor de boca.
—¡Sí, sí, Oliver no te detengas, más, más!
Los gemidos del interior salieron de inmediato, o sea, apenas salimos siguieron con lo suyo. Alan, que había dejado de reírse al escuchar los gemidos, sonrió divertido para luego cubrir mis orejas pese a mi insistencia por quitarme sus manos y luego me llevó caminando devuelta a mi escritorio.
Apenas dejó libre mis orejas intenté sentarme sintiendo un enojo que no puedo controlar, ver a esa mujer acurrucada en los brazos de mi jefe y ser protegida por él de esa forma me hizo sentir literalmente como si hubiera bebido veneno. Esto no es profesional de mi parte. Antes de que pudiera volver a mi puesto, Alan me tomó de la barbilla ante mi sorpresa, sonriéndome con su maldad habitual, aunque su mirada luce distinta.
—¿Qué le pasa, señorita Beltrán? ¿Celos? —ante su sarcasmo solo apreté los labios sin responderle desviando la mirada.
No, celos no ¿Por qué tendría celos de un hombre como Oliver Sáez? Ese tipo es veneno para todo lo que toca.
—Si usted quiere podemos hacer lo mismo, no es de mis preferencias, pero no tendría problemas de hacerle el favor ¿Cómo gemirá nuestra señorita Beltrán cuando está en la cama?
Dijo esto último susurrándome al oído. Lo aparté de golpe no estoy de humor para sus estupideces.
—No lo sabrá —le respondí con frialdad—, si sigue acosándome le meteré una acusación en recursos humanos contra usted.
Levantó sus manos alejándose.
—Vaya, sí que es de armas tomar, nos vemos, siga por ahí golpeando a hombres —dijo antes de echarse a reír y se fue por el pasillo con las manos en los bolsillos y silbando.
Cuando Oliver salió más tarde de la oficina se veía muy molesto, es lo que me esperaba. Yo también me siento molesta por lo que evite mirarlo. Colocó sus manos sobre mi escritorio con una expresión digna de un emperador listo para ejecutar a sus enemigos.
—¿Dónde está ese idiota?
Supongo que se refiere a su primo.
—Se fue de inmediato.
—¿El collar?
—Está todo listo, desde la joyería dijeron que podía retirarlo sin problemas.
—Bien.
Se quedó sin seguir su camino, mi mirada se detuvo en su rostro, con inseguridad, sin saber qué querría decirme ahora. ¿Quiere reprenderme por haber entrado? ¿O por qué no detuve a su primo?
—No permita que Alan vuelva a tomarle de la cintura, y váyase a casa, luce enferma.
¿Qué significa eso? Además, no estoy enferma, me siento bien. Estaba a punto de decirle eso cuando su nueva compañera salió de su oficina arreglándose la blusa. Me sonrió de forma extraña, yo no sería capaz de mirar a alguien que me vio en una situación incómoda como esa.
—Estoy lista, cariño —dijo tomando la mano de Oliver.
Aquel la besó de inmediato. Luego le sonrió y sin despedirse se alejó con ella por el pasillo. Suspiré aliviada de que se hubieran alejado, había cierta tensión en el ambiente que no me agrado.
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Han pasado dos meses desde que mi jefe ha comenzado a salir con la señorita Morris, no han formalizado nada, pero se han mostrado en todos lados como una pareja que se ama.
Incluso Raúl, el jefe de los guardias, parece incrédulo ante tal situación.
—Cada noche van al mismo hotel, y creo que hoy es especial porque la ha invitado al hotel Royal Queen... —luego, al darse cuenta de lo que dijo, se calló de inmediato.
—Sea cauto —le señalé con seriedad.
—Sí, señorita Beltrán. Pero, al parecer, esta vez el jefe se ha enamorado de verdad —agregó sin mirarme, observando a Oliver que habla con Valentina sin soltar sus manos—. ¿Será que al fin ha encontrado el amor?
—No es una situación que nos compete —murmuré de forma agria, me molesta ver a mi jefe actuar de esa forma, y no sé por qué.