El bastardo de mi jefe

Capítulo 5

Me levanté de golpe, apenas escuché esas palabras.

—¿Cómo que ha desaparecido? —le pregunté a Raúl sin creer lo que acaba de decirme.

—El señor vino con su pareja a la fiesta del Hotel Royal Queen, estuvieron bebiendo, y bailando, con toda la cantidad de gente y ruido los perdimos. Por más que lo buscamos, no vimos a donde pudieron irse. Intentamos contactar al señor Sáez, pero su teléfono está apagado, preguntamos a cada persona, nadie los ha visto.

—¿Salieron del hotel?

—No, según los guardias de la entrada, no los vieron salir, además el auto del señor Sáez sigue acá.

—Deben seguir en el mismo hotel, sigan revisando, voy en camino.

Me apresuré a subirme al auto, antes de echarlo andar solté un suspiro. Si este es otro de esos líos de Oliver, de alcohol, peleas o cosas así, juro que voy a renunciar.

Luego sonrío con ironía. Siempre me digo lo mismo, pero, ¿en qué otro lugar me pagarían el dinero que me dan acá? El sueldo que recibo es tres veces más de un sueldo promedio para un asistente, los beneficios de la empresa tampoco se quedan atrás, pero tener que tolerar todo esto, su malhumor, sus amantes, sus escándalos, salir de la cama corriendo como hoy, me hace pensar en abandonar todo e irme.

Debo tener paciencia, falta poco para tener el ahorro suficiente para una casa y ya con eso juro que voy a renunciar. No hay quien tolere a Oliver Sáez y yo ya llevó tres años aguantándolo.

Conduje hasta llegar al hotel, Raúl se acercó, apenas vio mi auto aparcar. Me dio todos los detalles de lo que había pasado. El hotel se niega a dejar que vean sus cámaras de seguridad si no hay una orden judicial. Por lo que lo único que nos queda es revisar cada piso del hotel.

Lo que no será fácil debido a que no es un hotel pequeño, precisamente.

—Será mejor dividirnos y buscar —dije con seriedad.

—Bien —respondió Raúl y luego le habló a su equipo—, si encuentran algo no actúen, avisen y esperen apoyo.

Solo lamento que mi anhelada noche de descanso termine de esta forma.

Lo primero que hacemos junto a Raúl es volver a la fiesta. Esperábamos encontrarlos ahí y que todo esto no fuera más que una falsa alarma.

El ruido es tan fuerte que apenas podemos escucharnos uno al otro. Las luces de colores tampoco hacen las cosas más fáciles. La gente bailando y la música que no se detienen es agobiante.

No hay resultados, es como si Oliver y su pareja, Valentina, hubiera sido tragados por la tierra.

Nos separamos para ayudar a revisar los pisos del hotel. Llego al décimo piso sin saber como empezar, no creo que lo correcto sea llamar al señor por su apellido porque podría alguien escucharlo y eso sería alimento a los medios de comunicación.

Por lo que no me quedó otra opción que llamarlo por su nombre.
—Señor Oliver, ¿está aquí? —tampoco puedo gritar muy fuerte para no molestar al resto de los huéspedes.

Suspiró al llegar al final del pasillo y tomo mi teléfono para avisar que no encontré nada en este piso. En eso una de las puertas se abre. Se asoma una mujer de cabellos claros mirando hacia la otra dirección, su actitud es sospechosa. Parece ser demasiado cautelosa. Abro los ojos, sorprendida al darme cuenta de quién es.

Me escondo en el marco de una de las puertas, y agradezco que sea tan grueso para permitirme pasar desapercibida.

Valentina no parece notar mi presencia, ya que cierra la puerta y camina hacia el ascensor. Espero que se vaya sin salir de mi escondite, sin respirar, usando la cámara de mi teléfono para verificar que se suba al ascensor.

Apenas desaparece apresuro el paso a la habitación de la cual salió. Titubeo, tal vez solo estaban pasando juntos la noche teniendo relaciones y puede que a mi jefe le moleste que lo interrumpa. En fin, me ganaré un sermón, pero al fin podré ir a descansar.

Aun así, no puedo negar que hay algo raro en la actitud de su mujer. Solo debo verificar que todo esté bien. Doy dos golpes en la puerta para comprobarlo.

—Señor Sáez, ¿está todo bien? Disculpe que lo moleste, solo queríamos confirmar que no hay ningún problema.

No hubo respuesta. Estaba a punto de retirarme, considerando que su silencio puede ser porque le ha molestado mi intromisión en su apasionado encuentro, cuando escuché un ruido extraño, es como si algo golpeara las paredes, se escucha un mueble caer y luego un jadeo.

Retrocedo sin saber que puedo encontrarme, y la puerta se abre, apareciendo frente a mí el cuerpo imponente de Oliver Sáez. Lleva su pecho desnudo y solo tiene puesto sus pantalones.

—Jefe... —murmuro sin reaccionar, intentando sonreír.

Pero al levantar mi mirada noto algo extraño en su semblante, respira con dificultad, su rostro luce enrojecido y el sudor corre por su cuerpo.

—¿Señor... está bien?

No dice palabra alguna y su cuerpo tambalea casi botándonos a ambos en el suelo. Logra sostenerse en sus pies apoyando sus manos en la pared, pero aun así parte de su peso se apoya en mí. Desconcertada no logro reaccionar hasta que lo escucho susurrar.

—Sácame de aquí...

A pesar del esfuerzo de hablar, su tono arrogante sigue ahí. Y entendiendo que es una orden, solo obedezco, aunque no entiendo nada de lo que está pasando. En eso escucho la campana del ascensor que da aviso de que abrirá sus puertas en este piso.

Sea quien sea si ven al señor Sáez en este estado será difícil de explicar la situación, por lo que lo arrastro a la habitación más cercana para poder escondernos. Al apoyarnos en otra puerta está afloja y caemos adentro.

No tengo tiempo para pensar más y solo cierro la puerta dejando al señor Sáez en el piso del interior de la habitación. Me acercó a mirar por la mirilla de la puerta para ver quién llegó al piso y veo que es la pareja de mi jefe, Valentina.

Ella entra a la habitación acompañada de otro hombre, pero luego salen ambos, desconcertados, corriendo de un lado a otro para luego volver a subir al ascensor y desaparecer. Es seguro que algo planeaban.




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