El bastardo de mi jefe

Capítulo 8

Desperté de golpe encontrándome en la cama de Oliver. Pestañeé confundida un par de segundos. Recuerdo que me había dormido en el sofá ¿Cómo llegué a la cama? Estoy sola y al intentar levantarme de inmediato me sentí mareada por lo que tuve que volverme a sentar.

Sigo con la ropa de la oficina puesta, solo estoy sin mis zapatos, eso significa que no pasó nada, solo me preocupa no recordar si fui yo quien se metió a su cama o fue él quien lo hizo.

Miré la hora de mi teléfono, son aún las siete de la mañana, afuera luce muy oscuro, el cielo está despejado, pero se ve como si fuese de noche. La única luz que hay en la habitación es la de pequeña lámpara encendida sobre el velador.

Salí de la cama caminando hacia la sala principal hasta que el aroma a comida impregnó mi nariz. Me dirigí a la cocina escuchando ruidos en su interior.

Pensaba que podía tratarse de algún empleado que acaba de llegar, para mi sorpresa es el mismo Oliver quien está preparando el desayuno.

—¿Señor Sáez? —pregunté sorprendida, hasta ahora pensaba que él no era capaz de freír un huevo.

—Veo que ya se despertó, la vi incómoda en ese sofá, así que la acosté en mi cama para que pudiera descansar mejor.

Me recibió con su cabello sin peinar y ropa casual. Es extraño verlo así, luce mucho más joven y menos intimidante que con sus trajes, sus corbatas, y el cabello peinado hacia atrás sin dejar ni un solo mechón libre.

No puedo negar que luce bien de las dos formas.

—Lo siento, no pretendía quedarme dormida tan profundamente.

—No se preocupe, tome asiento y coma.

Dicho esto me indicó la mesa en donde ya ha servido parte del desayuno. Preparó café, jugo de naranja natural, y pan tostado junto a huevos revueltos. El café amargo es su preferido, lo sé, así como comerlo junto a un trozo de pastel. A falta de pastel está comiendo unas galletas dulces.

—¿Cómo se siente?

Le pregunté tomando un poco de jugo.

—Mucho mejor.

Fue todo lo que respondió. No hubo más palabras e intenté fingir mi incomodidad ante el largo silencio que vino después.

Mi mirada se detuvo en los labios de aquel hombre sin poder evitarlo, y los recuerdos que trataba de reprimir se hicieron presentes en mi cabeza. Su caliente beso, la invasión, su atrevimiento, deslizarse con libertad y tomando el control de mi resistencia.

¡No debería pensar en esas cosas!

Eso provocó que el jugo que bebía se fuera por el lado de los pulmones y tosí ahogándome.

Oliver al verme se colocó de pie y estuvo a punto de acercarse cuando su teléfono comenzó a sonar. Arrugó el ceño al ver la pantalla del aparato y contestó con un tono poco amistoso.

—¿Sí?

Mi tos a estas alturas ya se había calmado y bebí agua mirándolo de reojo. Fue oportuno que justo entrara esa llamada para así olvidarme de golpe de mis pensamientos lujuriosos.

—¡¿De qué estás hablando?! ¿Ahora? —dicho esto, dio un golpe tan fuerte sobre la mesa que estuvo a punto de volcar los vasos de jugo—. Hagan lo que tengan que hacer, sí, incluso desaparecerlo. Llámame solo cuando ya lo hayan hecho.

Y cortó la llamada de golpe. Me quedé quieta sin saber si debía hablar o no. Veo que su mirada se pierde de un lado a otro mientras con su otra mano se despeina con impaciencia.

Bebo mi jugo en silencio hasta que siento que sus ojos se han detenido en mi rostro y me observa con fijeza sin decir nada.

—¿Algún problema, señor Sáez? —preferí hablar a fingir que no he notado su mirada.

Pareció querer decir algo, pero guardó silencio. Luego soltó un largo suspiro.

—Olvídalo... es solo que el asunto con esa mujer parece no acabar nunca —señaló molesto.

—¿Valentina?

Al decir esto alzó la mirada, la frustración se refleja en sus ojos. Tal vez no es el momento de recordarle ese nombre.

Desconozco cuanto le habrá afectado lo que pasó con ella. Si en verdad estuvo enamorado de ella, debió ser doloroso haber sido engañado y traicionado de esa forma.

—Mi relación con Valentina fue falsa.

Estuve a punto de escupir el jugo ¿Qué acaba de decir? Espera... ¿Falsa? No pude evitar abrir mis ojos, mirándolo con fijeza sin estar segura si lo escuché bien.

—No entiendo por qué saca este tema cuando eso supuestamente ya se dio por terminado.

—No quiero que crea los rumores que circulan por ahí.

—Señor...

La verdad es que me confunde aún más. Además, no soy alguien de creer cualquier rumor que escuche.

—Nunca tuve relaciones con ella.

¿Cómo? Pero si lo vimos, su primo y yo los vimos en la oficina, hasta escuchamos los gemidos más de una vez.

—Ella solía querer tener relaciones, se desnudaba, pero jamás pase más allá de solo satisfacerla.

¿Por qué me dice eso? No necesito tanta información, siento que la vergüenza se me subió a la cabeza y por ello tosí incómoda desviando mi mirada.

Su cara luce tan indiferente, que no sé qué pensar.

De todas formas, ¿cuál es la diferencia? No la poseyó, pero igual tuvo algo, aunque haya estado vestido todo el tiempo.

Bebí jugo de inmediato echando dos cubos de hielo, no debo pensar en eso.

Pero, de solo recordar como cubrió a esa mujer cuando la vimos de improviso, como la protegió entre sus brazos o como lo llamaba por su nombre, es como si sus escusas no fueran válidas.

En todo caso, ¿quién soy yo para juzgarlo? Solo soy su asistente.

—Ya sabia desde un principio que planeaban algo —comenzó a hablar—, sabía que Morris no tenía ninguna hija viva. Ya antes había pedido al jefe de los guardaespaldas (Raúl) hacer una investigación completa de ese hombre y su familia. Su hija real murió tres años antes, y aunque no había ninguna foto actual, la última a sus cinco años no concordaban con el registro facial de Valentina. Pero planee seguirles el juego para averiguar que se proponían y quería hacerles creer que estaba cayendo en su trampa. Sus intenciones iniciales no eran tomar fotos y acusarme de abuso, sino que era quedarse embarazada de mí, y extorsionarme. Pero como yo evitaba acostarme con ella, no pudo hacerlo. Me informaron que la empresa de Morris estaba a punto de irse a la quiebra y necesitaban una inversión enorme que ninguna empresa estaba dispuesta en arriesgar. Luego les dije a mis guardias que hiciera correr los rumores que éramos una pareja de enamorados, para que incluso esa mujer lo creyera. Sin embargo, cometí un error, me bebí ese vaso de alcohol sin notar la droga, para cuando me di cuenta era tarde, y cuando creí que todo estaba perdido escuché su voz, creí que alucinaba y como sea avancé hacia el lugar donde la escuchaba y al abrir la puerta la vi parada al otro lado. Después de eso no recuerdo nada hasta despertar en el hospital.




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