El Bastardo Desdichado

Capítulo 2 La Abuela

La pintura que colgaba de la pared atrajo la atención de Caleb. Era una máscara de bufón pintarrajeado al centro, deforme, con rasgos irregulares, y rodeada por extraños símbolos sobre una base de manchas difuminadas en colores pajizos y oscuros.

Nunca había sido un buen entendedor del arte, así que eso que veía, no era otra cosa que una burda representación de algo diabólico. Vaya gustos de la abuela.

Segundos antes, la había llamado por su nombre en dos ocasiones, sin éxito, por lo que, al intentar tocar a su puerta, se dio cuenta que la habitación no estaba completamente cerrada.

Se había quedado quieto por un instante esperando escuchar alguna música suave escapando por el resquicio de la puerta; algo de Mozart o de Boccherini, pero nada, la habitación estaba en silencio, por lo que finalmente, habiéndose animado, apoyó la mano sobre la madera y la empujó.

No duró mucho tiempo observando la pieza, ya que dio un salto improviso cuando comprobó de reojo que la abuela se hallaba parada en el umbral de la puerta, mirándolo fijamente como un murciélago. Caleb se quedó quieto sin aliento. 

- ¿Qué haces aquí? – preguntó la anciana fusilando con la mirada.

 Tragar aire le impidió a Caleb responderle. Sus pestañas parpadearon un par de veces.

- Contéstame, Caleb. ¿Qué haces en mi habitación?   

Caleb entonces se volvió a ella con mirada de reproche.

- Fuiste muy despectiva con Susana.

- Ah, ¿eso?... de una vez te advierto que esa muchachita no te conviene.

- ¡Rayos, abuela! ¡No quiero que me jodas la vida con eso!

- Mira, Caleb, eres apuesto y de buena familia, razón por la que estás obligado a tener cuidado en elegir con quien te involucras sentimentalmente. ¿De acuerdo?

- Por favor, abuela, ¿de qué hablas? Susana es buena y de buen corazón. ¡La amo!

- No me interesa si la amas o no. Para mí es tan solo una pobretona que sepa Dios qué intenciones tiene. Debes alejarte de ella inmediatamente. ¡Hazme caso!

- ¡No! – Caleb sacudió rápidamente la cabeza.

- ¡Debes hacerlo! Es lo que te conviene. No me explico cómo es que habiendo tantas muchachas lindas y con buen apellido en nuestro círculo de amistades te haya dado por enredarte con ese tipo de chamacas. ¡De verdad que no lo entiendo!

Caleb escrutó los ojos rojizos de la abuela en silencio. Adivinó que estaba a punto de decir algo más.

- ¿Qué te parece Laura?, la hija de los Rivas. He pensado que ella es un buen partido para ti.

- Lamento decirte que ella no me interesa. Me han contado muchas cosas de ella.

- ¿Cosas? ¿Qué cosas?

- Prefiero no comentarlas. ¿Quieres?

- Deberías tratarla. Laura es una chica tan linda y sobre todo fina, muy fina.

- No, abuela. Y esta discusión no tiene sentido.

- Es que Laurita tiene todo lo que tú te mereces. ¡No como la tal Susana! ¡Cuídate de sus intenciones!

Un fulgor cubrió la mirada de Caleb.

- Abuela, amo a Susana. En ella tengo todo lo que como hombre busco. Además, es muy inteligente y está estudiando una carrera porque tiene deseos de superarse.

- ¿Deseos de superarse? ¡Ja! – interrumpió la anciana utilizando un tono de sarcasmo. – ¡y vaya que va por buen camino! ¡Ten cuidado con esa clase de trepadoras, Caleb!

Caleb estuvo a punto de gritarle de no ser porque Javier, de quien no se habían percatado que permanecía en el umbral de la puerta, intervino:

- Caleb, mamá, ¿qué es lo que sucede? – preguntó, frotándose la barba.

- Qué bueno que estás aquí, papá. La abuela insiste en humillar a Susana. ¡Y no lo voy a permitir! ¡Esta vez ella no va a gobernar mi vida! – dijo Caleb con fuerza y echó a caminar de prisa.  Abrió la puerta de un movimiento vigoroso, enseguida dijo con permiso y salió.

- Deja que sea Caleb quien elija lo que quiere, mamá. Ya no es un niño. No es necesario que lo cuestiones. Déjalo ser.

- ¿Dejarlo ser? ¿A qué te refieres, Javier? ¿A permitir que juegue con nuestro apellido metiendo pobretonas a nuestra casa? Por favor, Javier. Apóyame a que tu hijo no nos convierta en el hazmerreir de nuestras amistades. Esa tal Susana es una pobre gata con menos educación que la sirvienta de esta casa. ¡Tiene cara de todo menos de señorita de sociedad! ¡Hay cosas que se miran a simple vista!

- ¡Basta, mamá! – Javier hizo a un lado su paciencia. –No te inmiscuyas en las decisiones de Caleb, ¡Por favor! ¿Quieres?

- ¡Por favor, Javier! ¡Sabes de sobra que no consentiré jamás esa relación! ¡Me opondré como una bestia!

Javier apuró un suspiro, pero permaneció inmóvil mirando fijamente a su madre.

- ¿Qué? – ella le retó.

Javier meneó la cabeza.

- ¿No, que, Javier? – insistió.

- …

- ¡Sal de aquí! – hiperventiló la anciana en un grito mientras las arrugas encogían su frente.



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En el texto hay: intrigas mentiras amor verdadero

Editado: 22.02.2023

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