El Bastardo Desdichado

Capitulo 5 Anónimo

- ¿Qué? ¿Qué te vas a qué? – la abuela lo miraba con los ojos fuera de sus órbitas.

- A casar, abuela. Le acabo de pedir a Susana que sea mi esposa.

- ¡De ninguna manera! ¿Tú estás loco? ¿Es que no hay bastantes jovencitas de buena familia como para que te hayas enredado con una muerta de hambre?

- Pero suegra, mire, los chicos dicen estar muy…

- ¡A ti no te estoy hablando, Sonia! ¡Cállate!

- ¡Abuela! No es precisamente una actitud educada la tuya. Tú que tanto presumes el abolengo, la clase y el manual de buenas costumbres.

- ¡Cállate estúpido! – mientras gritaba lo señalaba con el dedo índice. – ¡tus disparates me hacen perder la cordura!

- Esto no lo vamos a discutir. Además, te he dicho que mi papá ya lo ha aceptado.

- ¡Es que Javier me va a escuchar en cuanto llegue de Monterrey!

- ¿Por qué te causa tanto enfado que yo me case con Susana?

- Porque te está chamaqueando. ¿Es que acaso no te das cuenta?

- Ella me ama y yo a ella.

- Esa clase de muchachitas no se fijan en los jóvenes ricos como tú si no es porque tienen dinero. ¡No seas estúpido! ¡Esa oportunista no te conviene! Y escúchalo de una vez… ¡No voy a consentir tal atrocidad!

- Siento mucho que no nos podamos entender, abuela.  Lo lamento como no tienes una idea, pero de quien me enamoro y con quien me voy a casar lo decido yo… ¿Te ha quedado claro?

- ¡No me hables así, escuincle baboso! Y metete esto en la cabeza… ¡A esta familia no entra ninguna basura! ¡Ninguna! ¿Me oíste?

- ¡Me caso y punto!

- ¡Sobre mi puto cadáver!

- Pero suegra, no se ponga así…

- ¡Que te calles, estúpida!

La abuela se giró con fuerza ululando frases ininteligibles y echó a andar a toda prisa hacia las escaleras. Iba que la cargaba el demonio.

Caleb y su madre se miraron desconcertados y en silencio.

Fue hasta que la anciana desapareció cuando comenzaron a hablar:

- Tal parece que a tu abuela se le ha olvidado por un segundo el manual de buenas costumbres. Ella que tanto afirma que hasta en las peores discusiones se debe conservar la clase.

- Sea como sea, madre, yo me caso con Susana, así tenga que arder en combustible la matriarca de esta casa. – dijo Caleb conservando una mirada afilada. Después dio la espalda a su madre y caminó hasta la puerta con firmeza, la cruzó y la azotó.

Un primer timbrazo del teléfono hizo que Sonia saltara de los hombros, el segundo que caminara hasta él. Pensó en Javier, que éste ya había llegado a Monterrey.

Tomó el auricular, y sin observar el número de esa llamada se lo puso sobre el oído.

- ¿Si, amor?

- ¿Dime dónde está Javier Linares?

- ¿Quién lo busca? – reaccionó.

- ¡Solo dime dónde está el imbécil de tu marido!

La voz le pareció bastante macabra e hizo que sintiera una punzada en el pecho. Fue una sensación de, de pronto, no saber dónde se hallaba su marido y si estaba bien. Aunque por la pregunta el interlocutor tampoco lo sabía. Así que podría tratarse de algún cliente o proveedor de la constructora, de esos inconformes que urgían de hablar con el dueño y exigir explicaciones, habiendo obtenido el número de su casa de quien sabe de qué manera, así lo pensó.

- Mi esposo salió de viaje a la ciudad de Monterrey. – respondió ella y después apretó los labios al darse cuenta de que estaba proporcionando información a un desconocido. Pero ya era tarde.

- ¿Quién lo busca?

La comunicación se cortó. Sonia regresó la bocina a su lugar y después se sentó de nuevo en la sala con la intención de distraerse de lleno con una revista de modas, aunque un semblante de preocupación no desapareció de su rostro.

Trató de reducir esa preocupación concentrándose en la imagen de la modelo que aparecía retratada en la portada. Admiró su figura esbelta y se extasió con los zapatos de temporada que hacían juego con su abrigo de Mink.

Pero no habían pasado ni cinco minutos cuando el timbre del teléfono volvió a sonar.

- ¿Bueno? – respondió con cautela.

- Tu esposo no es el lindo corderito que imaginas.

- ¿Qué dice?

- Durante muchos años te ha visto la cara de pendeja.

- ¡Óigame! ¿Qué diablos está diciendo? – rebotó del asiento.

- Javier Linares viajó a reencontrarse con el pasado.

- ¿Quién habla? ¿Qué trata de decirme? Le ruego sea claro en sus palabras.

- ¿Por qué no descubres por ti misma a lo que me refiero? Te llevarás una gran sorpresa, Sonia.

- ¿Cómo es que sabe mi nombre? ¿Quién es usted? ¿Dónde está mi marido? ¿A dónde viajó?



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En el texto hay: intrigas mentiras amor verdadero

Editado: 22.02.2023

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