Había una vez, una hermosa y encantadora joven llamada Isaura. Un día como cualquier otro, la diferencia era que el cielo derramaba hermosas lagrimas, acompañando el dolor desgarrador de Isaura. Ella aún no acepta la cruda realidad que el destino le quiso infringir, la muerte de su querida madre.
Su padre se sentía devastado, pero sabia que tenía que ser fuerte por su hija. Le dolía bastante ver como su hija había perdido la alegría y el brillo de sus ojos, sus dulces ojos color miel, idénticos a los de su difunta madre. Por esa razón decidió buscarle compañía, para que no estuviera sola mientras en salía a trabajar.
Al pasado tres días desde el entierro de su querida madre, Todavía sigue con su alma abatida y su corazón llorando a gritos, dejado que su ser sea consumido poco a poco si siquiera tener el derecho al probar bocado alguno.
-Isaura, saldré durante unos momentos, por favor no salgas de casa. – Le dice su padre con voz cariñosa.
-No te preocupes Padre, no pienso salir a ningún sitio. – Le respondió con voz apagada.
El Papá de Isaura se encamino hacia donde su vecino, toco su puerta, una vez Pablito abrió la puerta este supo lo que querida Juan para su querida hija Isaura.
Juan estuvo durante el poco trayecto conversando con el pequeño animal, para así ahogar un poco sus propias penas. Colocó al pequeño en un sitio seguro y fue en búsqueda de su encantadora hija.
-Isaura ven un momento, tengo que hablar contigo. – Le respondió lo más serio que pudo.
-Si padre… necesitas a…
Isaura se quedo sin palabras a ver un pequeño impala dormido sobre unas pocas almohadas, poco a poco se fue formando una sonrisa e iluminado su rostro puesto que ella estaba segura que su padre fue el búsqueda de ese pequeño, sabiendo cuanto le gustaba estos animales.
Su padre hincho el pecho de orgullo por la proeza que había hecho, por que una vez más su hija volvía a sonreír.
-Gracias querido padre… es un hermoso regalo, esta hermosa cosita tiene nombre! – Le dice entusiasmada.
-No, puedes ponerle tú el nombre.
-Pues solo le seguiré diciendo Impala, después de todo, así se llaman estos preciosos animalitos.
Isaura estuvo ansiosa toda la noche y emocionada por su nuevo amigo… al siguiente día ella llama a Impala con mucho cariño, el pequeño comprende al instante que es su nombre, feliz y contento camina paso a paso hacia Isaura.
Al transcurrido tres largos años, con momentos tristes y felices, a pesar de las adversidades, Impala e Isaura han sido inseparables. Su padre cada día es más feliz a ver como el brillo regreso a los ojos de su encantadora hija. Pero no todo será como siempre, siempre llegara nuevos cambios, deseándolo o no deseándolo.
-Isaura… tenemos que hablar. – Le dice su padre con el semblante serio.
-Ok, Padre, te escucho. – Respondió ella al instante.
-Hija, tengo que irme a Francia a vivir por motivo de trabajo, me han trasladado de sucursal.
-Descuida, padre, sabes que a donde vayas, siempre estaré a tu lado. Pero dime que Impala nos puede acompañar también. – Le dice con un mohín.
-Por supuesto que si, Impala es parte de la familia. – Le responde con una sonrisa.
Isaura comenzó a girar sobre si misma, contenta y alegre a saber que no tendrá que separarse de su querida amiga. Cuatro meses después, todo estaba preparado para dejar atrás su antigua casa, llena de recuerdos y añoranzas.
Al sido ya cinco meses desde la llegada de Isaura a Francia, por tanto ese año tocara celebrar su cumpleaños en Francia. Estaba feliz y contenta, esperando a su padre acompañada de su querida amiga Impala. Su padre le había prometido que ese día llegaría temprano a casa, pero ya había pasado tres horas de la hora acordada que le había dicho su padre; ella no podía evitar preocuparse por que su padre era un hombre de palabra, todo lo que decía lo cumplía al pie de la letra.
Cuando sus nervios alcanzaron el limite, recibe una llamada el donde le dicen que su padre sufrió un accidente y esta hospitalizado. Isaura no lo duda y sale apresuradamente de su casa para ir a ver como estaba su padre, a pesar del medio que la invadió por no saber con que se encontraría, aún así decidió avanzar.
Una vez llego al hospital, el doctor le informo que lamentablemente no había esperanzas para su padre. Isaura destrozada por dentro decide entrar a ver a su padre.
-Hija… estas aquí, mi querida pequeña. No pude cumplir nuestra promesas. – Le dice entrecortadamente.
-Padre, no te preocupes, todo esta bien. Estamos juntos y es lo que importa. – Le dice ella, con una sonrisa en sus labios para no preocupar a su padre.
-Mi querida hija, tu regalo te lo entregara en doctor más tarde… lamento que no pueda entregártelo yo mismo pero lo importante es de que te haga feliz. – Le dice somnoliento y con voz cansada.
-Oh, padre… sabes que cada detalle que me entregas me hacen, inmensamente feliz. – Le dice con voz emocionada y le dedicó a su padre una sonrisa amplia.
-Espero que me perdones, desde ahora tendrás que cuidarte tu misma y proteger y cuidar a Impala, perdóname hija mía por tener que abandonarte. – Dice tristemente.
-No te preocupes padre, todo estará bien, ya veras.
Juan espiro su ultimo aliento con una sonrisa calidad en su rostro, Isaura no pudo contener más el dolor punzante que sentía en su pecho y lo dejo salir desgarradoramente, sin un consuelo que pudiera aliviar tanto dolor que sentía en ese instante.
Durante el entierro, Isaura miraba y a la vez era como si no estuviera hay. Ni una sola lagrima dejo escapar durante el entierro, aunque por dentro ella estaba totalmente descompuesta.