Cuando las acciones propias no se fundan en el deseo de una recompensa personal, es más fácil serenar la mente y encaminarla hacia el ATMA, el verdadero ser interior.
- Bhagavad Gita
El yo es hijo del pasado, y su consecuente existencia recide en el recuerdo; el identificarnos con las sensaciones que nos producen los recuerdos fortalece el vínculo con el mismo, encarcelando a la conciencia en una ilusión.
Estar atentos en serena auto-observación es clave para comprender el proceso del sí mismo, pero recuerda lo importante de no juzgar, no justificar, no verbalizar; sólo mirarnos serenamente, esto no es nada fácil, pero tampoco es imposible y si queremos despertar debemos realizar esta acción consciente de momento en momento.
Pensar en el pasado para recordar un número, o una dirección es algo necesario, o pensar para proyectar el futuro, obviamente es necesario; pero divagar en el pasado para dar origen a sensaciones es destructivo, de igual manera es divagar en el futuro fantasiando en alguna sensación. Mantener nuestra conciencia en el ahora, es el primer paso.
Nosotros vivimos en los recuerdos, en el pasado, porque el hecho de recordar le da un sentido, un significado a la existencia, pero es un falso sentimiento del Yo porque el pasado está muerto, el pasado es memoria, el futuro es un misterio, pero el presente es verdaderamente real.
Practicar la atención de momento en momento nos saca de la rutina mecánica en que vivimos, somos como máquinas programadas, reaccionamos de manera predecible ante los diversos estímulos que devienen del mundo exterior, estos estímulos se manifiestan en nuestro interior a través de sensaciones o emociones, agradables o desagradables, que en últimas tiene el mismo valor, son sólo sensaciones y las sensaciones son ilusión.
No somos autoconscientes, si alguien nos dice palabras halagadoras reaccionamos contentos y orgullosos, si por el contrario, nos ofende con palabras fuertes, reaccionamos furiosos, convirtiéndonos en víctimas de los demás, ellos pueden cambiar nuestro estado de ánimo en segundos, eso es patético, somos manipulables, programables, y muy dependientes de los demás; una persona puede llevarnos de la felicidad a la tristeza con un par de palabras, mostrándonos ajenos a nuestra integridad psicológica, similares a cualquier objeto mecánico que puede ser manejado al capricho de otros
¿Creen ustedes que en este estado psicólogo, podemos vivir libres y felices?, obviamente no. La verdadera libertad tiene lugar cuando vivimos atentos a nosotros mismos, de momento e momento. En constante Auto-observación podemos comprender nuestros procesos internos.
La atención es el estado superior de la conciencia, la inatención es el estado de la conciencia dormida, y es el lugar del sufrimiento. ¿Pero a qué tipo atención me refiero? No me refiero a estar atentos al mundo exterior, ni es estar atentos a una conducta o disciplina, porque ahí sólo estaría programando la mente; es estar atentos a sí mismo en el momento presente, sin describirnos, porque si nos describimos entonces es la mente condicionada la que interviene, y esta es la misma expresión del Ego.
Cuando estamos atentos a “si mismos” podemos llegar a contemplar lo verdadero, y unirse asi a lo más sagrado que hay en nosotros, a la virtud inherente; en ese momento tenemos la posibilidad de comprendernos completamente, para luego ver cómo termina la dualidad y el Yo se desvanece, entonces resplandece el verdadero ser.
Miremos esto: Cuando una persona nos dice unas palabras fuertes y ofensivas, las impresiones que recibimos nos producen una sensación de enojo, y ¿Qué es una sensación? Es un vago sentimiento que sólo tiene valor cuando le damos un nombre y un significado, cuando verbalizamos la sensación y decimos: - ¿Cómo es capaz esta persona de decir estas cosas de mí? A mí no me ofende nadie porque X, y, z, etc. Pero si al contrario de eso observamos en silencio, con la atención aquí y ahora, sin nombrar, sin verbalizar, sin conversaciones mentales, podemos enfrentar el problema de una manera novedosa y la sensación desagradable termina por desvanecerse.
Entonces podemos experimentar la libertad, y ya no hay reacción mecánica, porque hemos observamos desde nuestro ser interior. Con la atenta observación podemos evidenciar y comprender la ilusión del Yo, a tal nivel que experimentamos el uno, ya no hay dualidad. Comprendemos entonces que la sensación de rabia es una ilusión, y ésta se desvanece porque no es más que una creación de la mente. El Ser permanece inalterable, es luz interior.