“Quien conoce a los demás es inteligente. Quien se conoce a sí mismo tiene visión interna. Quien conquista a los demás tiene fuerza; quien se conquista a sí mismo es realmente poderoso.”
–Tao Te King
Particularmente pienso que las creencias son un alucinógeno para la mente humana; si una persona quiere encontrar el sentido a la vida, y acude a un libro, a un pastor, religión; y lo que escucha son historias de Dios, narraciones de mundos superiores, santos, hombres sagrados, así, la persona que escucha ha sumergido su imaginación en una agradable sensación espiritual, y se limita a creer, viviendo en ése estado de engaño e ilusión.
Por tal razón los líderes de estas organizaciones, sectas o religiones se aprovechan de los ilusos engañados, y sucede toda clase de barbarie, degeneración, sobornos; esto lo ha mostrado la historia, como sucedió en noviembre del año 78 con el suicidio masivo de Jonestown, que estaba conformado por el templo del Pueblo, una secta estadunidense liderada por Jim Jones; otro caso conocido es el de los extremistas islámicos.
En la actualidad vemos como líderes de organizaciones sectarias hacen tanto daño a los creyentes hipnotizados, es triste ver el desorientado estado interior en que estamos; tenemos la terrible tendencia de seguir a personas; que otros nos digan que hacer.
En las actividades cotidianas de este mundo, aprender un oficio o tarea, estudiar una carrera, es necesario que otro nos diga qué hacer, pero cuando se trata de la realización interior, no podemos seguir a otra persona, porque es una acción intima, el auto-descubrimiento es personal, de cada quien, es una aventura que debemos realizar solos, nadie puede hacerlo por nosotros, cada ente debe encontrar su sendero.
¿Porqué de buscar en un lugar, recinto o templo a Dios, Alá, el Tao, o como quieras llamarlo? ¿Por qué tendría que buscar en un lugar físico ese regocijo, esa deliciosa beatitud interior? ¿No es mi cuerpo el templo donde mora Dios? ¿Por qué tengo que buscar en lo exterior lo que está conmigo todo el tiempo?
Nuestra tendencia es construir afuera para percibir lo divino, y ése es el gran error, entonces reemplazamos lo verdadero por lo falso, lo que está dentro nosotros por lo que construimos con nuestras manos, luego seguimos al guía espiritual, al pastor; idolatramos a personas e imágenes, todo porque intentamos ver con los sentidos físicos lo que realmente está dentro de nosotros.
Sumergidos en esta falsa percepción, creando esta mala costumbre de alejarnos de nosotros mismos. Intentamos dar forma a lo que no entendemos, a lo desconocido; lo peor del caso es que el material que utilizamos para darle forma a lo que no entendemos lo sacamos de la memoria, o sea que al final interpretamos lo desconocido con lo aprendido, perdiéndonos en el laberinto de los conceptos.
La mayoría de las personas se conforman con la ilusoria creencia en Dios, que es la proyección mental del condicionamiento, y se limitan en vivir soñando. Sólo unos pocos buscan en su interior eso que no es del tiempo, eso que no es de los recuerdos, eso que es la verdad, la experiencia directa de Dios, lo incognoscible, la fuente eterna de vida, de bienaventuranza y libertad.
Dirige la atención de la conciencia hacia el interior para descubrir la conexión directa con el Dios viviente, entonces podemos experimentar esa verdadera beatitud espiritual. Con esto no estoy negando a los textos sagrados o la sabiduría de los grandes maestros, eso es necesario porque son pistas para auto-descubrirnos, el error está en tomar el desarrollo espiritual de otros como nuestro, creando una creencia que nos haga sentir la sensación de estar a salvo, seguros; nos aterra la inseguridad y la incertidumbre, y ese es el lugar correcto para descubrir, indagar y encontrar todo aquello que nos dicen los libros sagrados.
Evitar quedarnos en la teoría y la superstición, avanzar con acciones verdaderas, en la práctica. No podemos seguir contándonos historias los unos a los otros sobre Dios, y quedarnos estancados en esas historias convirtiéndolas en creencias, ideas, dogmas, supersticiones, etc. Debemos encontrar el reino de Dios en nosotros, aquí y ahora, en nuestro interior, evidenciar no en teoría, no en la imaginación, si no en hechos reales.
Es complicado, porque se trata de romper con todo ese paquete del yo psicológico: tradiciones, creencias, hábitos, defectos. Todo eso nos mantiene en la ilusión, y cuando el ego termina, puede revelarse lo verdadero, lo inefable, Dios.