3 días después.
Había algo fabuloso respecto a la tan esperada independencia, esa sensación de que ya podía empezar a regirme por mis propias reglas, era casi como un afrodisíaco que movilizaba a mí cuerpo entero a que hiciera cosas como por ejemplo haber pasado las últimas 12 horas desempacando lo que me había traído de la casa de Sasha, lo cual no era poco. Verán, el universo de la moda era mucho más complejo de lo que todos asumían y eso que no era el más querido por la población.
Nos tildaban de superficiales, crueles, fríos, pero yo no era así, lo único que yo quería era dejar una huella aquí antes de partir, es lo que le había prometido a Misha, es lo que ella habría querido.
Y las puertas de la oportunidad se habían abierto para mí al ser aceptada por una de las marcas más prestigiosas. El puesto de pasante aunque los rumores decían que si me desempeñaba correctamente podía obtener ser vista por la cabeza de la empresa. Dominic Skolsh.
Un tipo que tenía la reputación de ser despiadado y de pisotear los sueños de cualquiera que se animase a contárselos.
Y por más que estuviese acostumbrada a sujetos a ello porque durante nuestros dos años de relación, fue lo que Víctor hizo con los míos. Según él yo jamás podría ser reconocida en el ambiente, pasaría mis años viendo cómo los demás triunfaban y por qué no me resignaba ya y me dedicaba a algo más.
Mientras mis ojos se cerraban por el peso del sueño, me quedé viendo al maniquí en el que tantos minutos había invertido y me prometí a mí misma que no pararía hasta ver mis diseños caminar por las pasarelas en la semana de la moda.
Lo que no sabía es que sería traicionada por mí subconsciente y me haría recordar cada cosa que habíamos hecho juntos.
—Te gusta eso,¿ no?— preguntó él con su ronca voz. Una más que sexy y que había conseguido que los vellos de mí nuca se erizaran.
—Ajam— gemi inclinando mí cuello a la derecha para darle espacio de que.
—Dime cuánto— exigió a la vez que poso sus manos sobre mí cintura y bruscamente me hizo girar sobre mis talones para que quedara de frente al espejo— Quiero que me cuentes cuánto te prende que te toque — pidió en un maullido contra mí oído, desabrochando los botones de mí blusa.
Otro gemido se escapó de mí boca y arquee mí espalda, buscando instintiva y salvajemente su parte baja.
Un nudo se formó en mí garganta al sentir su erección contra mí, en donde hasta hacia unos segundos atrás mí falda estaba.
— ¿Y si hago esto?— dijo lamiéndome mientras metía con cuidado dos dedos debajo de mis bragas.
Comenzó a moverlos en círculos, a la derecha, a la izquierda, y exploró dentro de mí hasta dar con ese botón sagrado.
Mis piernas empezaron a temblar como si estuviesen hechas de gelatina,y tuve que sostenerme de su brazo para no caer al piso.
—Parece que alguien ya está lista para la etapa dos— afirmó rodeándome y poniéndose delante de mí.
—La etap…
Mí frase quedó a mitad de camino al observarlo bajar mí ropa interior, y repetir esa acción pero con su lengua.
—Dios, estás tan húmeda — proclamó al separarse unos centímetros de mí para arrancar su camisa y sus pantalones, quedando como había venido a esta tierra, desnudo.
Mis ojos se abrieron de par en par al bajar la vista y percatarme de que mis expectativas habían sido superadas. Con creces.
— ¿Si? ¿Quieres que te haga mía? ¿No es así? ¿Quieres tenerme entre tus piernas?
Las palabras se habían quedado enredadas en mí lengua sin poder salir y me limité a asentir.
Sus duras manos se aferraron a mí cintura y sin consultarlo me levanto para llevarme hacía la cama, con estas en torno a su cintura.
Un suspiro se escapó de mis labios cuando fueron mis dedos los que se deslizaron bajo las sábanas para recrear lo que habíamos hecho.
La intensidad de sus movimientos fue incrementándose a medida que en mí cabeza se reproducian la fuerza de sus embestidas, primero lento, después rápido, y luego una combinación de ambas cuando encontró su ritmo, su respiración agitada, él como mis uñas se clavaron en su espalda cuando supe que ya no podría más.
Un leve grito salió de entre mis labios al llegar a la cima, a ese punto culmine dejando mí huella sobre el satén.
Mí mirada perdida se posó sobre la pared y los pensamientos se volvieron locos, acompañando a mis latidos.
La verdad es que ese día no tuve mucho más tiempo de pensar si al día siguiente me arrepentiría, o si sería algo de una vez, o su nombre, o si estábamos tomando las precauciones necesarias. Solo quería entregarme al placer.
Y fue lo que hicimos. Una y otra y otra vez.
Y por más que se lo ocultase a mis amigas, ansiaba poder repetirlo de nuevo.