Narrado por JULIET
—¡Válgame, Dios!
Me levanto de un salto al ver la hora en mi despertador. Rápidamente me pongo la ropa del día sin siquiera peinarme y conecto mi móvil para las clases online de turco y francés. Toda mi vida me gustó estudiar idiomas y desde que descubrí las oportunidad de trabajar de manera remota con clases privadas de idioma, también comencé a incursionar en el español y en el portugués además de mi inglés natal, aunque por el momento el idioma que mejor se me da es el turco; soy una de las profesoras mejor valoradas dentro de la plataforma y me alcanza para costear mi apartamento aunque no una universidad como en realidad me hubiera gustado en su momento.
Me cepillo los dientes con el móvil en mano leyendo las noticias desde el móvil dándole un rápido repaso. Saber idiomas implica necesariamente conocer las reglas, la historia y sobre todas las cosas, la actualidad en otras ciudades además de la propia, puesto que son fundamentales a la hora de viajar. Viajeros en acto o en potencia son quienes principalmente acuden a las clases particulares y es parte de conocer al cliente para estar en la competencia.
No conozco Turquía sino que aprendí el acento a raíz de que los años que vivía con mi madre soltera, tanto ella como mi abuela, eran fanáticas de ver novelas turcas en TV y eso me llevó a interesarme mucho por su cultura y entrometerme de modo autodidacta en el idioma, siendo este mi primer idioma aprendido a la edad de doce a trece años. Más tarde, mi obsesión con querer conocer París algún día me condujo a estudiar el francés y hoy en día tienen mucho mercado el español y el portugués así que aspiro a que sean una nueva llave para mi preparación idiomática.
No entremos de momento en el asunto de mi vida familiar, porque uno de los motivos de haberme marchado de casa tuvieron que ver con el novio de mi madre quien siempre la maltrató verbal, económica y verbalmente, pero ella siempre lo apoyó y consintió, asunto que me dejó harta en su momento.
Tengo veinte años y debería estar enfocada en una carrera universitaria, pero siendo adolescente ya tenía mis propios ingresos, aunque no lo suficientemente abundantes como para poder costearme una carrera universitaria y el trabajo de mi madre limpiando casas ajenas jamás sería suficiente, menos aún la pensión de mi abuela quien también trabajó toda su vida limpiando casas, sin embargo, aspiro a llevar un destino diferente gracias a mi gusto por los idiomas extranjeros.
Vivo en un suburbio de Chicago, donde el calor y la humedad abundan gran parte del año, siendo hoy uno de esos días en que la temperatura ronda los treinta y ocho grados y el aire acondicionado va a tope, pero debo detenerlo cada tanto ya que el mío en el apartamento que rento hace mucho ruido, obstruyendo el micrófono cuando intento dar una clase.
Debería haber entrado a clases hace quince minutos. Tengo un montón de mensajes de parte de un empresario que quiere una primera entrevista conmigo vía online, aunque su nombre me deja sorprendida. Kerem Deniz. Claramente es de origen turco. ¿Se habrá equivocado y en verdad buscaba una profesora de inglés siendo él de habla turca? Tengo algo de instrucción en kurdo, ¿pensará que lo manipulo a la perfección? Es extraño. Lo reviso y su conexión es desde Nueva York, al menos donde aparece registrado. No tengo mensajes de su parte ante mi demora.
¿Por qué será?
Aparezco en línea, pero no lo está. ¿Se habrá cansado de esperar? Mientras pongo la cafetera reviso su chat al tiempo que las noticias suenan en un segundo plano.
“¡Hola! Acá Juliet (: ¿Hay alguien por ahí?”
Pero no responde.
¿Me habrán dejado colgada nuevamente? Pasa cada una de tres consultas, lo malo es que el sistema les multa cuando hacen esto pero a nosotros los profesores no nos pagan por haber hecho la reserva de nuestro tiempo.
Observo su motivo de consulta.
“Hola” me dice “mi nombre es Kerem y estoy buscando instrucciones para enseñar turco a mi hijo. Es pequeño, aún no cumple el año, pero con mi esposa estamos en busca de regresar algún día a Estambul, de donde pertenecemos y sería bueno que aprenda tanto el inglés como el turco. Quisiera que nos instruyas para saber cómo educarle desde tan pequeño. Muchas gracias.”
No parece tarea difícil, aunque sí algo diferente de lo que acostumbro en mis consultas online, así que le escribo en el chat:
“¿Está el pequeño por ahí? ¿Y el padre o la madre?”
Nada.
Lo recibe correctamente, pero no sucede nada.
Suspiro mientras termino de prepararme el te y entro a ver el perfil del tal señor Deniz. Parece haber vinculado su cuenta de Facebook ya que cuando no lo hacen, tienden a no colocar foto en el perfil.
Madre mía, esta cuenta no puede ser real.
Es un hombre demasiado atractivo.
Se lo observa con su piel bronceada y ojos grises observando alegre a la cámara con una sonrisa de dientes muy blancos y el cabello corto al estilo militar. Tiene brazos amplios y una camisa cuya tela blanca transparenta unos tatuajes en sus amplios brazos como tubos de alguna máquina pesada.
Sostiene en sus brazos a un bebé recién nacido lo cual me da cuenta que la imagen tiene ya algunos años y a su lado hay una hermosa mujer con piel también bronceada, cuello esbelto, callo tomado hacia arriba y unos ojos color miel super intensos que resplandecen a la cámara también en compañía de una sonrisa magnífica.
Son una familia perfecta.
Pero el tal Kerem es bellísimo, su sola imagen me humedece la bombacha, me urge la idea de poder tener esa entrevista con él cuanto antes.
Qué va, ya ha pasado casi media hora, es obvio que no va a conectarse para su clase, puede que sea uno de esos hombres apuestos, engreídos y adinerados que no les importa el tiempo de los demás.
Me siento frente al computador mientras la reportera de las noticias sigue hablando en segundo plano desde mi celular y envío reporte a la plataforma sobre la ausencia de mi alumno de la mañana de hoy. Tengo otro turno para antes del almuerzo recién. Mientras comento acerca de lo sucedido, llama mi atención una noticia que están dando desde el vivo de YouTube.