El Bebé del Millonario

CAPÍTULO 12

Narrado por JULIET

 

—Ti…tiene que haber un error—. Puedo notar el pánico en la voz de Neville mientras se adelanta y le habla a la chica que atiende en recepción—. Esto no es posible. Pedí específicamente que reserven una habitación más

—Usted dijo que el señor Deniz tendría una compañía extra—le explica la chica—. Fui yo misma quien le tomó el pedido. Incluso dijo que no sería necesaria habitación presidencial extra.

—¡Pero eso no quería decir que les pusiera en la misma habitación!

—¿Sabe cuántas maneras hay por las cuales la gente viene hasta acá y pide habitaciones en códigos y maneras que hay que descifrar con tal de no decir en voz alta que quieren cama matrimonial?

—¡Este no era el caso!

—Neville.

La voz de Kerem llamándole parece estar a punto de intentar devorarse vivo a su asistente por el error.

Lo cierto es que la chica tiene razón, cualquier mortal al que le piden un lugar más, pero sin habitación extra, entenderá que quiere una de dos.

No esto.

—S…señor—dice él.

—Resuélveme este asunto de inmediato. Tengo que darme una ducha y hay un almuerzo importantísimo en menos de una hora.

—Sí—asevera Neville para luego volverse a la chica—. ¿Tendrá un cuarto extra? Uno al menos, por favor.

Ella revisa la pantalla y niega.

—Lo siento, pero no.

—¿Y algún hotel amigo que nos haga el favor? Es super, super importante que deba suceder. ¿Es factible?

Ella suspira y teclea algunas cosas.

—Quizás mañana—murmura—, pueda hacer un cambio de habitaciones, pero sugiero puedan ir averiguando. En Airbnb hay apartamentos privados que podrían ubicar; de todas formas, debido a los eventos llevándose a cabo en la ciudad, creo que no habrá suerte en esta ocasión más que esto que le ofrecemos, señor.

Al señor Deniz le suena el móvil y se aparta para hablar de manera express cerrando con que en breve estará ahí.

—Creo que el señor tiene prisa—advierto en un murmullo que busca pinchar tanto a Neville como a Kerem.

—Consígueme una ducha ahora y luego me voy—le dice mi jefe a su asistente—. Por la noche vemos qué alternativa surge.

—Juliet—se vuelve a mí Neville—. ¿Te molestaría compartir cuarto con la institutriz del pequeño Ali?

—¿Y tendría que dormir en el suelo?

—Te conseguiré un colchón inflable o frazadas.

—Yo sufro mucho de la espalda.

—Entonces le cambias a ella.

—Si Ali llora debe llevarlo a la cama—interviene ella al escuchar la conversación—. No creo que al señor Deniz le agrade la idea de que su hijo pudo haber dormido en el suelo.

—Y si Ali llora por las noches, yo no estaré descansada para mis labores durante el día—debo añadir.

—Entonces duerme en mi habitación y yo en el suelo—se ofrece Neville.

Kerem escucha y salta de inmediato:

—De ninguna manera. Ven a mi…cuarto, Juliet. Pero conseguiremos otra cosa así sea fuera de la ciudad.

—Copiado, mi coronel—le digo, mofándome de su tono super estricto—. Digo… Que sí. Está bien. Je.

Me encojo de hombros y dejo que nos entreguen las llaves. Se acercan dos hombres para ayudarnos con el equipaje y cada quien se dirige a su lugar.

Pero con Kerem seguimos hasta uno de los últimos pisos, encontrando un lujo superlativo, aún más imponente que el del resto del hotel.

En cuanto abre la puerta de la habitación descubro algo que es más completo y tres veces mayor que mi propio apartamento de dos hambientes. Hay una cama tamaño king en el centro que parece ser como las que usan en las películas o en las telenovelas las familias adineradas, además de que es redonda. ¡Redonda! Jamás había visto una de estas en persona con un tamaño tan brutal.

Las paredes son vidriadas con cortinas de esas que parecen automáticas y solo creí que existían en los libros de ciencia ficción. Las luces son regulables y, ¡oh cielo santo! ¡Hay un hidromasaje en la habitación!

—¿Esto es real?—digo al rondar el monstruo.

—No puedes usarlo—me advierte.

Le miro con furia.

—No lo había pedido tampoco.

Se quita el saco, los zapatos, la corbata. Dejo todo ordenado sobre un sillón junto a la cama. Hay otro alargado a los pies de la cama, ni siquiera sé a ciencia cierta cómo es que esos se llaman.

—¿Es necesario tener esto en el cuarto?—le pregunto—. ¿O es sólo para hacer alarde del lujo de tener uno así?

—Ambas—me contesta mientras toma una toalla—. ¿Vas a ducharte también? Porque estamos con poco tiempo.

—¿J…juntos?

—Hay dos duchas ahí dentro, pero es para saber si darme prisa o no.

Trago grueso.

Me queda la boca seca.

Él se desprende los primeros botones de su camisa y me quedo boba observando los vellos morenos que aparecen adornando sus firmes pectorales y debo hacer un esfuerzo para recordarme cómo se comporta una persona normal así que desvío la mirada y me voy a mi maleta, fingiendo que debo hacer cosas acá.

—Me duché antes de salir.

—¿Y no lo harás de nuevo?

—¡Apenas pasaron unas horas!
—No te vas a gastar.

—¡El agua no se gasta!

—Como digas, Judith.

—¡Que no me llamo Judith!

Me volteo mientras se mete al baño, deja de camino la camisa y me quedo boba observando los músculos de sus hombros y de su espalda perfectamente marcados.

Cierra la puerta tras de sí y me ventilo con una mano para no morir de calor ante la batalla de sensaciones que se liberan dentro de mí por culpa de este turco atractivo, insufrible, indomable.

 




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