Historias pasadas
—¿Saben quién me dijo algo secreto el otro día? —preguntó Valeria mientras peinaba a una muñeca recostada sobre mi cama
—¡Quién! ¡Cuenta ya! —exclamó Emma.
—Erick me pidió ser su novia —dijo Valeria con orgullo.
—¿Y tus padres te dejan tener novio?
—No, pero no tienen por qué enterarse.
—Mi papá dice que los novios son para después de los dieciséis años —susurré.
—Oye, Jane, ¿por qué no nos traes más chocolate? —dijo Valeria con una sonrisa enorme.
—Vuelvo enseguida. —Me levanté y rápidamente fui a la cocina.
Mientras sacaba una barra de chocolate de la despensa, unas voces comenzaron a atormentar mis oídos.
—¿Esta es tonta o se hace?
—Shhh, créeme que lo es.
Los murmullos de Valeria y Emma hicieron que me llenara de furia. No otra vez, no lo permitiré otra vez. Corrí hasta mi habitación, pero no las encontré. Bajé al segundo piso y vi cómo ambas estaban paradas sobre los muebles destrozando toda mi casa.
—¡EY! ¡LÁRGUENSE DE AQUÍ! —Ambas se detuvieron y voltearon a mirarse entre sí. Lentamente, caminaron hacia la puerta para irse, con una malévola sonrisa impregnada en sus ojos.
Al abrir la puerta una aglomeración de niños se encuentra gritando, arrojando cosas a mi casa. Siento el sonido del estruendo que provocan las piedras al impactar contra los vidrios de mi ventana.
—¡YA BASTA! ¡LÁRGUENSE TODOS!
—Oh… ¿Se rompió por accidente? —susurró Emma a mi oído—. Apuesto que puedes comprar otro fácilmente, ¿no?
—Claro que sí —respondió Valeria.
—Váyanse de aquí, no las quiero ver nunca más. ¡QUIERO QUE ME DEJEN EN PAZ!
—No sin antes llevarnos un regalo. Valeria, sujétala. —Emma extendió mi brazo y comenzó a detallar cada uno de mis dedos—. Tienes suerte, tu papá sale en todos los periódicos del país y tu madre… ¿Es cirujana, no?
—Sí —contesté con voz temblorosa.
—Entonces que sirva para algo alguna vez en su vida. —Con sus manos tomó mi dedo índice y lo torció con sus manos hacia lados distintos, produciéndome un olor insoportable—. Ahora tendrá que hacer su trabajo. ¡VENGAN TODOS! —Con mis brazos cubrí mi cabeza y grité con todas mis fuerzas.
—¡Ah!—desperté de un salto en mi cama, con el corazón latiendo a toda máquina y mi respiración hecha un desastre.
«4:00 am»
Agh, odio esto.
Esta es una de mis pesadillas recurrentes, aún no puedo olvidar a ese par de chicas que fueron un completo desastre en mi niñez. Me levanté por agua a la cocina ignorando lo terroríficos que se veían mis peluches apuntando hacia mí.
—Estoy saliendo, tu tranquila. Llego en diez minutos, despertaré a Jane —escuché a mi mamá hablar sentada al pie de las escaleras.
Intenté retroceder, pero hice crujir la madera, «la discreción y yo no somos amigas».
—¡JANE, POR DIOS! ¡Qué susto!
—Lo siento, intenté no asustarte, pero tengo tres pies izquierdos y la madera no ayuda… —Negó con la cabeza y rio al escuchar mi tono desesperado. —Lo siento.
—Aprovechando que te levantaste, necesito ir al hospital. Llegó un trauma masivo y me necesitan.
—Está bien, yo volveré a dormir y me iré en la mañana.
—Perdona, hija. Desearía que no me llamaran tanto pero…
—Ey, no te disculpes. Eres una superheroína con bata. —Bajé unos escalones hasta llegar a su lado. Acarició mi cabello enredado y besó mi cabeza despidiéndose.
—Te veo luego, ¿okay? Quizás salga a la tarde y podamos ir a almorzar.
—Tranquila, no te apresures. Ve a urgencias y que no muera nadie.
—¡Gracias, cariño, te amo!
—¡Y yo a ti! —Lancé unos besos al aire y volví a mi habitación.
Intenté conciliar el sueño, pero no lo logré. Era demasiado difícil después de esa pesadilla. No tenía idea del por qué esos sueños seguían apareciendo. Quizás el cansancio o solo es un recuerdo que no podré borrar.
El bullying de mi niñez fue algo que marcó mucho mi vida. Partiendo por las lesiones articulares que hasta el día de hoy provocan estragos. Algo de inseguridad y sobre todo el querer guardar secretos íntimos. Me cuesta mucho confiar en personas, mi vida es completamente reservada para los demás.
A mis diecisiete años debería haberlo superado, aunque no sé por qué no lo he hecho y debería asimilar que en el lugar que estoy ahora no es como antes, las personas no son las mismas y no pasará nada parecido… Pero mi mente me invade diciendo: “Sí, pasará”. Aunque estoy rodeada de “deberías”, ¿cierto?
Es increíble como cosas tan pequeñas cambian tu vida. Podría definir mi marca en un simple número: doce.
A los doce años mi vida dio un giro de 180°.
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Editado: 18.12.2023