Apariencias misteriosas
La noche del jueves no pude pegar un ojo. Mi padre estuvo toda la semana insistiendo en el vestido que una diseñadora llamada Priscila hará a la medida.
Apenas tenía un momento con él, intentaba preguntarle por Bellrose, pero me esquivó cada que pudo. ¿Por qué no quiere decirme?
Es algo raro que tu padre y directora salgan juntos en modo pareja y mucho más que la lleve a un evento tan importante como este. ¿Por qué insiste en llevarme si tenía planeado ir con Bellrose? ¿O antes era Clara la invitada?
Ash, tanto enredo de parejas con mi padre me marea.
Tuve que inventarle una excusa a Kristen y a los demás para saltarnos la tarde de películas. Mi madre estaba completamente emocionada por verme con un vestido de gala y asistiendo a algo tan relevante como es este evento, pero yo no lo estaba del todo.
Sé que me veré bien, que todo estará muy lindo, ¿pero qué pasa si un chico del instituto me ve? Si me preguntan por qué estoy allí.
—Por esto no se debe mentir, Janabeth, tapas la mentira con otras más grandes —Me recordé a mí misma.
Callé a mi conciencia y me acurruqué nuevamente.
¿Por qué no se lo digo a Kristen y me así quito un peso enorme de encima?
“No, eso puede terminar en una catástrofe total”, me recordó mi cerebro. “¿Y si es una Valeria versión 2.0, o peor una Emma 2.0?”. “Emma era la que mejor sabía partir mis huesos”.
—Deja de pensar idioteces —dije en voz alta—. No existen más Valerias ni más Emmas. Kristen es tu verdadera amiga y te comprenderá.
Pero aún me pregunto, ¿y si no lo hace?
Las inseguridades invaden mi mente otra vez haciendo que me revuelque en mi cama con frustración.
Miré mi reloj: 3:00 pm. Una hora para que la diseñadora llegue.
Fui hasta mi ventana y comencé a leer sentada en el almohadón que decora la falda de esta gran ventana. Con Bruce Stain había pasado mis mayores penas y ahora desenredaría mis confusiones con él. Me rendí y bajé hasta la cocina en busca de agua o algo para matar el aburrimiento y la ansiedad.
—¡Jane! —me sorprendió mi padre por la espalda—. Priscila está en camino, ¿por qué no te has duchado?
—Estoy bañada desde la mañana, papá.
—Ugh, ¿de dónde saliste tan puerca? Anda a bañarte y te secas el pelo rápidamente. El estilista llegará a las cinco, apresúrate.
—Pero…
—¡Ahora, Jane! —dijo caminando fuera de la cocina revisando su teléfono. Rodé los ojos.
Un baño me despejaría por lo menos.
Sequé mi cabello con dificultad y paciencia. No necesitaba mucho esfuerzo para que pareciera una bola disco, pero la idea era lograr todo lo contrario. De repente sentí que alguien golpeaba la puerta de mi habitación
—¡Jane, te esperan abajo! —gritó Luz desde el otro lado de la puerta.
Tenía puesta una bata de algodón y mi ropa interior debajo. Salí rápidamente y acompañé a Luz hacia la sala, la cual parecía una tienda de moda con el traje de mi padre, el mío y muchos objetos de costura con maletas regadas por todas partes.
—Jane, ella es Priscila, tu diseñadora —nos presentó mi padre.
Volteó a verme e intenté disimular el susto que me dio al verla. Su apariencia era… extravagante. Traía un corte pegado a la cabeza color rojo, con una ropa ajustada de piel que cubría desde su cuello hasta la mitad de su muslo. Usaba unas pestañas postizas enormes y los labios gruesos pintados de rojo.
—¡Qué gusto conocerte, Janey! —detesto que me digan así—. Eres igualita a Franki
—¿Franki? —Miré a mi papá extrañada, aguantando la risa por su horroroso sobrenombre.
—¿Qué trajiste, Priscila? —cambió de tema fulminándome con la mirada.
—Oh, con las medidas fabriqué un vestido, pero no sé si le guste. En todo caso, traje otros ya hechos por si te lo quieres probar.
—¿Qué sugieres para ella? —Me crucé de brazos y miré a mi padre con cara de pocos amigos. ¿Ahora también quiere elegir qué me pondré?
—Si les soy sincera, el que está recién hecho es uno de los mejores que he diseñado. —Tomó una de las fundas en las que guardaba los trajes y usó a mi padre como modelo para sostener el gancho—. Ven, linda, dime qué opinas. —Me acerqué con bajas expectativas y quedé completamente boquiabierta al ver el vestido. Era un vestido ligero y aireado, color azul rey eléctrico, con corte en cascada y pedrería en el pecho. Sin escote, ni espalda, ni brazos. Subía hasta el cuello generando el agarre—. ¿Y? ¿Qué opinas?
—Me encanta —dije sonriente. Priscila asintió mortificada por mi respuesta y preparó todo para comenzar a arreglarme.
Mi padre se retiró y Luz no se apartó ni un segundo de mi lado, viendo cómo la diseñadora arreglaba el vestido en mí para que fuera perfecto. Al rato llegó un estilista llamado Rainbow, el cual se ocupó de maquillarme y peinarme en un tomate alto con unos pequeños mechones de cabello bajando por mi frente.
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Editado: 18.12.2023