El Beso

Capítulo ocho

Azul rey

—¿Podrías al menos soltarme?

—No. Ven, acércate —Tomó la palma de mi mano con la suya y atrajo mi cintura hacia su cuerpo. Me resistí mirándolo con extrañeza y él rodó los ojos—. Más cerca, no muerdo. —Relamí mis labios con nerviosismo y me acerqué hacia él. Empezamos a movernos con pasos suaves. Dejé que bajara su mano hasta mi cintura. Estiró un poco su cuello dejando que recostara mi mejilla sobre su hombro. Por el reflejo del vidrio noté cómo miraba a John con ojos de halcón, hasta que después de un par de canciones terminó por cansarse.

Al fin.

Todo había pasado demasiado rápido y mi mente todavía no podía procesar lo que estaba pasando. ¿De verdad estaba bailando con Ethan Dalaras? ¿No era un holograma?

Levanté mi cabeza buscando sus ojos. Necesitaba confirmar que no era un sueño, no podía ser un sueño, porque se sentía demasiado real. Detallé sus ojos verdes, tono esmeralda. Tan deslumbrantes y encantadores que encandilarían a cualquiera. Sus pestañas largas y encrespadas captaron mi atención. «Ni yo tengo las pestañas tan largas como él». Sus labios finos y rojizos me intrigaban, me pregunto cómo se sentiría probarlos. Su mirada misteriosa y desafiante llamó mi atención.

Ethan era un chico que tenía mucho por decir, mucho que mostrar, lo veía en sus ojos. Tenía buenas intenciones y de alguna u otra manera era diferente a los demás. Las mariposas comenzaron a revolotear en mi estómago cuando relajó su expresión preocupada y seria a una amigable. Parecía que el marco de sus ojos sonreía por sí solo al estar en contacto con los míos. Mis manos temblaban por los nervios e intenté calmar mi respiración junto a mi pecho que galopaba como si de una carrera se tratara. Desvié mi mirada hacia el exterior revisando que ese viejo asqueroso no hubiese vuelto. Me alegré al ver que no y que Ethan consiguió espantarlo.

—Ya se fue… —susurré volviendo a sus ojos.

—Lo sé. —Con su mano jaló mi cuerpo más hacia el suyo y comenzó a mirar hacia su alrededor. Lo imité, buscando la mirada de mi padre sobre mi espalda para declarar que esta noche, Janabeth Kollins, morirá de un ataque al corazón.

—Todos nos miran. —El calor en mis mejillas subió rápidamente, «Dios, qué vergüenza». Me alejé un poco, pero volvió a tirarme hacia él esbozando una sonrisa brillante—. Hagamos como que no existen.

—¿Y cómo se hace eso? —dije entre risas nerviosas, «Dios Jane, contrólate».

—Es fácil, solo me miras. —Con su dedo pulgar levantó mi barbilla—. Recuerda algo que te guste. —No es necesario imaginarlo, Ethan, lo tengo en frente de mí sujetando mi cintura y barbilla. Con mi corazón latiendo a diez mil por minuto—. Y déjate llevar. Fácil.

—¿Lo estás haciendo ahora?

—Sí. Estoy pensando en chocolate. Qué lindo es el color chocolate, ¿no? —Ajá… Alguien traiga un ventilador.

—S-sí.

—Tu cabello es color chocolate, pero no tus ojos. Son demasiado claros como para ser de ese color.

—Supongo… —Yo no podía dejar de pensar en sus ojos y sus manos tibias sobre mi cintura y mano.

—¿Y tú en qué piensas? —En ti, guapo.

—N-n-nada. —Levantó las cejas y asintió pestañeando varias veces—. ¿Por qué lo hiciste?

—¿Hice qué?

—¿Por qué espantaste a ese…? ¿Tom, John? Como se llame.

—John Prouille —corrigió con seriedad—. ¿Qué? ¿Acaso planeabas bailar con él o que te mostrara una oportunidad de hacer feliz a tu padre?

—No y a qué te refi…

—John es un maldito pedófilo peligroso. De nada.

—¿De nada, qué?

—Se dice gracias, princesa.

—No me digas princesa. —Fruncí el ceño.

—¿Por qué no? Luces como una hoy —Relamí mis labios y sonreí pícaramente. Bajó su mirada hacia mis labios y subió rápidamente intentando disimular. «Maldita sea, este hombre sí que hace a mis hormonas revolotear.»

Desvié mi vista hacia el cristal nuevamente y noté a esa chica hermosa de la entrada junto a John. «Ash, pobre chica. Si supiera cómo es su padre». De repente, John agarró la mandíbula de la chica y con la otra mano la abofeteó.

—Ethan… —Volvió a mirarme con una sonrisa encantadora, pero la borró el instante que vio a través del cristal. Tomó mi mano y se dirigió hacia el jardín lo más rápido que pudo.

—Eres una completa incompetente. —Escuché boquiabierta. Ahora sí que le partiré la boca. Ethan me jaló el brazo deteniéndome.

—¿Qué haces? ¡Quítalo de ella! —dije en voz baja.

—No puedo…

—¡Claro que sí! Pudiste conmigo, puedes con ella.

—No es sencillo, Jane

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Es su esposa, Jane. Si intervengo entre Lucille y John, será peor para ella, créeme que lo intenté varias veces.

—Pero… Ethan no puede tratarla así.

—Lo sé, espera un segundo. La dejará y podremos ayudarla. Si intervenimos, la mano marcada no será lo único que tendrá —asentí insatisfecha.




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