El Beso

Capítulo quince

Último momento

Daniel

—Rosas, globos, letrero, cartulina… ¡Marcadores! ¿Dónde están los marcadores?

—Ey, tranquilo. A la próxima se te queda la cabeza.

—No hables, Julia. —Rodó los ojos y se levantó de mi cama, comenzando a guardar todos los materiales que sacaba en una mochila grande.

—Espero que Kristen valore esto, porque me corté la mano con una hoja haciendo corazoncillos absurdos de papel y además cuatro horas de mi día en hornear deliciosos pastelitos de vainilla con Nutella en su interior.

—Ajá, eres la mejor pastelera que existe.

—Por supuesto que lo soy. Como recompensa quiero ese mandil azul de Marinset’s y una riquísima pizza esta noche.

—Está bien, pequeña aprovechadora.

—Son negocios, bebé. —Reí golpeando su hombro suavemente—. ¿Sabes algo de papá?

—Nop, tampoco es que me interese saberlo.

—¡Daniel! —exclamó dándome un manotazo en la nuca.

—¿Qué? Es su problema, no el nuestro.

—Sí, pero deberías ser más suave para decir las cosas, yo si quiero saber en dónde está y mamá supongo que también.

—A mi madre le haría muy bien no saber de él en unos noventa años y no creo que lo recuerde después de las nueve de la noche.

—Dan… No seas malo. —Vi el rostro de Julia entristecerse. Soy un idiota, esas cosas no debo decirlas frente a ella.

—Ju, lo siento, ¿okay?

—Está bien, tú no lo quieres y no tienes por qué hacerlo.

—Ju, no es eso… —miento. Me apena decirlo, pero a ese hombre nunca lo he querido más que como la persona que donó genes para crearme. A mi madre la ha dejado en la mierda y media y a mí me abandonó de pequeño para luego aparecer y embarrar mi vida nuevamente. Así que no, no pienso quererlo.

—Vamos Dan, yo sé que él es el ejemplo de todo lo que no debes hacer en la vida —bufé dándole la razón—. Pero aunque se haya equivocado, sé que es mi padre y debo quererlo, por eso me preocupa. Tú y él son las únicas personas que tengo. Además, eres una persona increíble y el lado bueno de todo esto es que aprendiste a no ser como él.

—Ya sé, ya sé. —La abracé por el cuello y besé su mejilla.

Julia y yo tenemos tres años de diferencia, pero nos conocemos desde que yo tenía siete, cuando su mamá la entregó a mi padre y desapareció. No me imagino mi vida sin ella y me alegra que mi padre hiciera al menos una cosa bien, no alejarla de nosotros.

—Bueno, ya debemos irnos.

—¿A la casa de la loca? —La miré con el ceño fruncido—. “Loba”, perdón. Quería decir “loba”, pero supongo que salió solo.

—Ajá, los dos sobrenombres son por igual, Julia.

—Es innegable que está un poquito loca.

—¿Quién es normal en este mundo?

—Depende de donde lo mires —dijo con una sonrisa malvada. Puse los ojos en blanco y tomé la mochila para marcharnos.

Primero fuimos a la cafetería de su abuela, a revisar que Kristen no estuviera en casa. La señora Alicia era una ancianita muy tierna y encantadora; era amante de los mimos y las palabras tan dulces que podrían darte un coma etílico. A pesar de su edad se mantenía muy bien, su cabello siempre lo llevaba en una melena castaña y se caracterizaba por usar sus blusas de flores todos los días.

La señora Alicia, nos recibió con una galleta recién horneada. A Julia le regaló un helado de vainilla con chispas de colores en cono. Pensaba que como cualquier adolescente, Julia se hartaría, pero, en cambio, le encantó. Se dejó pellizcar por la cariñosa ancianita y le dio muchos mimos. La señora Alicia no paró de insistir para que accediéramos a conocer la nueva cocina de la cafetería, una muy hermosa y moderna, recién renovada, con implementos nuevos y cuatro batidoras robóticas en un mesón para hornear pasteles.

—Mi Kris debe llegar en una hora, me dijo que iba a pasear con un amigo y volvía temprano. Por cierto, Dan, no lo escuchaste de mí, pero ha estado hablando mucho por teléfono sobre ti, así que creo que tendrán un muy lindo aniversario la próxima semana. —La miré extrañado.

—¿Ella le dijo que era la próxima semana?

—Sí. Bueno, sé que la fecha original es en unos días, pero me contó que ambos acordaron celebrarlo en una semana porque tenían cosas que hacer. A veces es triste estar tan ocupados que ni siquiera se tiene tiempo para las fechas importantes… —soltó con un ligero suspiro.

Ouch.

—Esa hija de su… —Le tapé la boca a Julia estampándole su helado en la boca.

—En realidad es hoy y planeaba sorprenderla.

—Ay, hijo, no me diga eso. No entiendo… ¿Mi Kris no sabe nada?

—Nop.

—Oh, ya veo. —Metió la mano a su bolsillo buscando algo—. Tome, aquí están las llaves, yo la llamaré para que me ayude en la cafetería y entonces tú la sorprendes. ¿Te parece?

—Gracias, señora Alicia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.