El Beso

Capítulo dieciséis

Modo ex

Daniel

2 horas…

3 horas…

4 horas…

 

Ninguna señal de ella.

Alicia ya comenzó a preocuparse, al igual que yo. No recibe las llamadas, ya que aparece con el teléfono apagado. ¿En dónde está Kristen? ¿Qué mosquito le picó?

La señora Alicia preparó café para los dos mientras esperábamos en el living de su casa, frente al televisor. Programó la televisión para ver una telenovela y comenzamos a comentarla entre ambos. Ella estaba indignada con la protagonista, una chica de quince que había escapado de su casa embarazada y ahora vivía en la calle.

—Menuda chiquilla irresponsable, tenía que decirle a sus papás. No entiendo a los jóvenes de hoy.

—Yo a veces tampoco me entiendo —dije tomando un sorbo de café.

¿Por qué seguía esperando a Kristen? ¿Por qué no soy como los demás y termino con ella? ¿Alguna ve seré sincero con mis sentimientos? Creo que jamás. A Kristen la veo como una compañera, como la persona que me ha apoyado desde que comencé a madurar, pero el amor no sé si está intacto. Me importa demasiado como para dejarla y una parte de mí tampoco quiere que la relación entre Andrea, Jane y Kris se debilite o nos separemos por culpa de mis confusiones. Ahora estaba molesto, era innegable, pero estaba dispuesto a seguir esperando por ella para conversar las cosas.

Sentí la cerradura de la puerta y me levanté de un salto. Alicia también me miró con sorpresa y tomó de mi mano esperando a que Kristen entrara, pero no fue así.

La madre de Kristen, la señora Anderson, había entrado con bolsas y papeles en la mano. Se tambaleaba por todo el peso que llevaba y además del esfuerzo extra que hizo para poder abrir la puerta.

—Déjeme ayudarla —dije cargando con todo el peso que traía entre manos

—¡Daniel! ¡Qué gusto! Hace tiempo no te veía, entre tanto viaje no hubo tiempo de descansar en casa.

—No se preocupe, señora Anderson. A mí también me da gusto verla.

—Qué caballero es este niño, pero no le digas señora a mi hija Daniel, es muy joven para eso

—Mamá —reprochó la señora Anderson.

—En mis tiempos, los novios que presentaba le decían “tía” a mi madre.

—Pero esto no es tu país, mamá. Además, no soy su tía.

—Si quieres que te avejenten veinte años sin razón, entonces está bien. —Rodó los ojos suspirando.

—Bueno —cambió de tema dando un aplauso—. ¿Dónde está mi hija, quiero saludarla?

—Deberías consultar con esa niña, no ha aparecido en cuatro horas y creo que ya aburrí a Daniel con mis telenovelas —reí negando con la cabeza. La madre de Kristen se quedó helada y sacó rápidamente su teléfono.

Como nosotros, intentó llamarla pero no contestó.

—Como llegue borracha de nuevo…

—¿De nuevo? —pregunté sorprendido. La señora Anderson rascó su cabeza con frustración y se fue a su habitación.

Esperamos una hora más, hasta que sentí un auto llegar. Me asomé por la ventana y noté un Audi deportivo detenerse en la entrada. Había risas que se escuchaban desde adentro y por el parabrisas noté la figura de Maxwell junto a Kristen. Le estampó un beso largo en la boca. Maxwell le correspondió tomándole el rostro con ambas manos, impulsándose sobre ella, haciendo que Kristen recostara su cabeza sobre la ventana y subiera los brazos. Cerré la ventana y fui hasta el cuarto de Kristen para buscar mis cosas y largarme de aquí.

Mi teléfono, no tengo mi teléfono…

Mis manos temblaban y no podía coordinar perfectamente mis pies para poder caminar rápidamente.

Sí, estoy huyendo. Dije que no me gustaba huir, pero en este momento es lo único que quiero hacer.

Sentí la puerta de entrada cerrarse con fuerza y la voz risueña de Kristen.

—¡Llegué! —anunció felizmente desde la sala. La punta de mi nariz ardió, al igual que mis ojos. Vi desde la habitación de en frente cómo la madre de Kristen caminó rápidamente hasta la sala, con pasos de gigante y los puños apretados de la rabia.

—¿Qué es ese olor? —Kris bufó

—¿Qué olor?

—Kristen Andersson dime qué sustancia es esa

—Ninguna mamá, no he tomado nada. ¿Qué olor dices?

—¿Ahora soy mentirosa? —Salí de la habitación por el pasillo asomándome por el muro.

Agarró sus mejillas con sus manos, hundiendo sus uñas en ellos y la atrajo hasta su nariz para oler su boca. Con su mano derecha le dio una cachetada a Kristen haciendo que se sobara

—Tienes los ojos rojos, ¡mírate la boca! Además de irritada, apestas a sustancia. ¡¿ESE ES UN CHUPÓN?!

—Daniel… —Abrió los ojos mirándome aterrorizada.

—Adiós, Alicia, un gusto verla. Igualmente, señora Andersson.—Alicia acarició mi hombro y asintió despidiéndose también. La señora Andersson no miraba a otra persona que no fuera a su hija. Irradiaba ira, mantenía sus puños cerrados y su respiración acelerada.




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