Preguntas sin respuesta
Ya no tenía miedo. Sus brazos rodeando mi cintura me hacían sentir protegida, envuelta en una burbuja de ensueño.
Nuestras miradas seguían conectadas, a pesar de que la canción ya había acabado.
Amé esa sensación de no recordar nada. En aquel momento fue como si mi cara ya no tuviese marcas ni heridas, como si lo de Kristen no hubiese pasado.
Solo éramos él y yo, no existían juicios ni problemas mientras bailábamos.
—Yo también quiero mostrarte un lugar, antes de que anochezca —dije con una leve sonrisa ladeada.
—Bien, entonces vamos. —Tomó mi mano guiándome fuera de la cafetería.
Subimos a su auto nuevamente, pero ahora venía una de las partes más difíciles, indicarle el sitio. Sería mucho más fácil si yo condujera, pero al tener un auto como este ni en un millón de años me dejaría hacerlo.
—¿Conoces New Hill? Está hacia el bosque, casi a la entrada de Stowe.
—Nunca he ido ahí ¿Qué hay?
—Sorpresa…
—Debo saber qué hay para saber si tomamos la dirección correcta.
—Voy ahí cada que puedo, te aseguro que no te perderás. No conmigo como mapa. —Sonrió divertido negando con la cabeza. Le había devuelto su jugada—. A no ser que quieras que yo conduzca…
—¿Tú, conducir? ¿Desde cuándo?
—Si tienes un padre aficionado a los autos, créeme que es una de las primeras cosas que aprendes —dije entre risas nerviosas. Lo meditó un segundo y al tomar una decisión rascó su cabeza frunciendo el ceño
—¿Juras no matarme ni a mí ni a mi auto?
—Qué dramático. —Salí del auto para cambiar de puestos. Me divertía ver a Ethan de copiloto con los nervios de punta, tragando grueso, asustado, «asustado es una palabra muy suave para definir su estado en este momento».
—P-para encender el motor d-debes… —Toqué un botón de encendido junto al manubrio y apreté el acelerador, haciendo que el auto rugiera. Ethan se asustó y cerró los ojos sosteniéndose de la ventana con una mano
—¡Yujuuuu! Así se rockea, baby
—Tranquila, vaquera. Por favor, no me mates.
—No seas exagerado, conduzco de maravilla
—Eso espero.
Retrocedí y viré sin problemas de vuelta a la carretera.
Mientras más tiempo pasaba noté que Ethan se relajaba cada vez más, aunque seguía muy tenso y se alertaba cuando sin querer desviaba un poco la dirección del auto.
Después de unos minutos, llegamos a mi adorado lugar feliz, la vieja cabaña de mis abuelos.
Una de las cosas que más amo de ese lugar es la tranquilidad. Solo eres tú, un libro y un estéreo portátil. Mi abuelo viene a Stowe de vez en cuando, más que mi abuela.
Ellos viven en Nueva York. Mi abuela tiene una gran empresa de casas decoradoras. Se encargan de grandes eventos, bodas de mucho presupuesto y cosas por el estilo.
—Es por aquí… —dije tomando su mano. Sentí una chispa al tocarlo que recorrió todo mi cuerpo, poniéndome nerviosa. Mis mejillas se acaloraron, tiñéndose de un rojo vergonzoso. Ethan me miró confundido juntando las cejas.
—¿A dónde vamos? La casa es por allá.
—No vamos a la casa. —respondí con tranquilidad—. Tranquilo, no soy una asesina en serie o algo parecido.
—De hecho, eso es justo lo que diría una asesina en serie.
—No hables. —Desplegué la escalera de una rama y subí sin problemas. Ethan me quedó mirando desde abajo, algo complicado por subir—. ¿Qué pasa? No te voy a matar, hombre.
—Lo sé es que… No es eso. —Sacudió su cabeza y subió detrás de mí.
Encendí las luces y con el plumero que tenía a un lado de la puerta limpié un poco el polvo que había por la superficie. De un baúl saqué unas mantas y salí a la terraza, extendiéndolas con unas almohadas pequeñas.
Ethan parecía impresionado. Al salir a la terraza observó el cielo con una ancha sonrisa y con un poco de miedo se apoyó sobre la baranda de madera húmeda.
La noche nos había alcanzado, el cielo estaba oscuro y una brillante luna llena se dejaba notar entre los árboles. Las estrellas deslumbraban, dejándonos una vista espectacular.
—Este es mi lugar favorito en el mundo —dije sonriente.
—Y ya veo por qué… Es increíble. —Estiré el brazo para alcanzar la rama de un árbol y sacar una nuez que colgaba. Con fuerza la partí y le entregué un pedazo a Ethan para que las probara. Respondió con una sonrisa blanquecina brillante. «¿Siempre se ha visto así de guapo cuando sonríe o es cosa del contexto?».
—Aquí me escapo cada vez que puedo. No hay vecinos, ni personas, solo silencio. Es… es bonito.
—¿Bonito? Es increíble, Jane. Hasta yo me siento más relajado ahora. —Soltó una pequeña risa y se sentó en una almohada.
Nos quedamos en silencio por un momento. Yo me recosté sobre la manta con los brazos bajo la cabeza mirando hacia el cielo y Ethan poco después hizo lo mismo.
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Editado: 18.12.2023