La detective
Ethan
¿A Jane le gustará alguien?
Después de aquella pregunta mi cabeza no paraba de dar vueltas…
¿Quién es?
¿Desde cuándo le gusta?
¿Cuánto le gusta?
¿Soy estúpido por pensar esto?
Nunca había experimentado esta sensación tan desagradable, es como si tus oídos se quemaran por escuchar algo como eso…
Una cosa es que me atraiga o guste, pero otra es apoderarme completamente de ella, como si fuese de mi incumbencia quién le gusta.
De a poco mi respiración fue siendo menos acelerada al pensar: «Bueno, al menos sé que tiene un gusto terrible». Quizás es una señal, quizás no sirvo para tener novias…
Llegué a mi casa con la cabeza en cualquier parte menos en la tierra, cuando de repente sentí a mi madre gritar como loca ¿También estaba llorando? ¿Un contratista más despedido?
—¡NO SÉ CÓMO ME SIENTO! ¡Y TAMPOCO TENGO QUE HABLARLO CONTIGO!
—¡POR SUPUESTO QUE SÍ! ¡TIENES QUE HABLAR DE ESTO CONMIGO Y CON ETHAN! —Ese parecía ser mi padre ¿Qué tengo que ver yo aquí?
—¡ÉL NO TIENE POR QUÉ ENTERARSE! ¡ESTE ES MI PROBLEMA!
—¡NO, ES NUESTRO PROBLEMA! —Decidí entrar y ambos quedaron petrificados con mi sorpresiva aparición. Mi mamá estaba sentada en el sofá con la cabeza entre las piernas y mi padre estaba de pie frente a ella, con los brazos cruzados y una mirada asesina penetrante.
—Lo siento por llegar tarde… —dije con la cabeza gacha, esperando un sermón de mi padre. Ninguno de los dos habló, solo asintieron esperando a que pasara rápido—. ¿Qué está pasando?
—Esto es lo que pasa. —Mi padre tomó una carpeta e intentó dármela, pero mi madre se la arrebató de las manos.
—¡¿Podrías por una vez en tu vida guardar ese carácter de mierda que tienes?!
—No me guardo las mentiras.
—Dalaras, cierra el pico de una vez o te juro que duermes en el sofá de la sala por el resto de tus días. —Le advirtió a mi padre con el dedo índice apuntando a su pecho—. Y créeme cuando digo que dormirás en un sofá, nada de habitación de invitados, S-O-F-Á. —Con furia por verse derrotado fijó sus ojos en los de mi madre
—Ethan, a tu cuarto.
—Okay. —Subí y bajé los hombros como si nada. No quiero ser parte de su lío matrimonial, tonterías que no quiero soportar ni escuchar.
—Tengo miedo… ¿Por qué me tiene que pasar a mí? —Escuché decir a mi mamá desde las escaleras. Entre los barrotes de la escalera, vi a mi padre abrazarla con fuerza, dejando que llorara sobre su hombro
¿Quién murió?
Me quité la ropa rápidamente, solo quería olvidarme de todo y dormir. Me quedé solo en bóxer y me acosté. Coloqué mis audífonos y una de las mil playlists que tengo.
«Espero dormirme pronto, no quiero pensar en todo lo de hoy o terminaré rompiendo mi celular».
—¿Qué haces?
—Solo miro el cielo
—¿En serio? No lo creo
—¿Tiene algo de malo acaso?
—Pensé que me mirabas a mí
—No. —Con su mano agarró mi mentón y con la otra acarició mi cabello analizando su textura suave—. O tal vez sí…
—Pues, yo si estoy pensando en ti.
—Y… ¿Es algo lindo? —Negué con la cabeza—. Algo… ¿Hermoso? —Negué nuevamente—. Algo… —Acercó su boca a mi oído susurrando—. ¿Prohibido? —Dibujó una sonrisa pícara mientras que se apoderaba de mí, con ambos brazos sobre mi pecho.
Me recosté en el suave césped que nos rodeaba, Jane acercó su boca hasta la mía, sin contacto, solo fijó su mirada recorriendo mis ojos, nariz, hasta mi boca. Volvió a subir a mis ojos después, dejándome ver los suyos color miel, tan bellos, encontrándose con los míos.
—¿Quieres besarme? —Sus manos recorrieron mis pectorales subiendo ligeramente hacia mi cuello y luego volviendo a descender—. ¿Lo quieres? —Sus ojos no dejan de llenarme de nervios.
Detallé cada parte de su rostro, cada fino rasgo: sus cejas, pestañas largas y encrespadas, su nariz fina y respingada, labios gruesos, rojizos, carnosos, mejillas rosadas y el cabello rizado que revoloteaba por su rostro, bailando con el viento, con ese gran volumen, forma y color castaño. Una combinación muy común, pero a la vez luciendo tan única
—¿Me dejarás sin respuesta?
—No… —susurré en su oído—. Sí, quiero. —Me aparté de su oído, tomando su rostro con mis manos, besando sus labios con delicadeza, creando esa mezcla perfecta de deseo, ansiedad y hormigueo. El viento se hizo más intenso, parecía una tormenta…
— Despierta —susurró mientras se alejaba
—¿Qué?
—¡Ethan! ¡Dormilón despierta! —De repente recibí un golpe en la cara con la almohada, de Lucille—. Vamos, se te hace tarde.
—¿Qué haces aquí?
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Editado: 18.12.2023