El Beso

Capítulo veintiocho

El brindis

Marcaron las ocho y el timbre en la puerta principal resonó por toda la casa. Mi madre.

Sentía un poco de nervios por verla. Ella es muy minuciosa, al contrario de mi padre, y notaría enseguida que algo en mi rostro no calzaba, por más que quisiera cubrirlo con maquillaje. Para afinar un poco mi  rostro, recogí mi cabello en una coleta alta, dejando caer mechones ondulados por el frente.

Al menos, disimularían un poco la hinchazón de mi mejilla izquierda y un poco los morados que quedaban cerca de mi párpado. Afortunadamente, lo peor había pasado, mi nariz no sufrió daños colaterales, «creo que aprendí bien a acomodar huesos, como mi madre». La sangre seca había salido casi por completo, después de varios lavados con agua con sal y el maquillaje cubría los moretones casi por completo.

Esperaba que no generara gran conflicto entre ella y yo. Mi padre no lo había notado, lo cual no me extrañaba. El problema sería cuando se enterara por la poderosa intuición de mi madre.

Seguramente ambos terminarían peleados y yo con una amenaza de muerte.

Mi mamá puede ser muy persuasiva cuando quiere algo, pero más que todo, es decidida. Claramente, no es una mujer que pase desapercibida entre la multitud. Además de su gran capacidad de liderazgo, su apariencia de castaña salvaje salta a la vista.

De ella heredé el cabello rizado y voluminoso, casi incontrolable. Ambas nos parecemos mucho en los rasgos físicos, aunque con cada año que crezco, todos dicen que me asemejan más a mi papá.

Bajé las escaleras encontrándome con ella de frente, vestida con unos pantalones ajustados color blanco y una blusa amarillo lima de tela aireada. Subió sus lentes de sol sobre la cabeza y extendió los brazos hacia mí para que fuera a abrazarla.

—¡Te he extrañado mucho, cariño! —dijo abrazándome con fuerza, dejándome casi sin respiración—. ¿Cómo ha ido todo?, ¿tienes novedades?, ¿qué tal la escuela?

—Wow, tranquila, mamá. Una pregunta a la vez.

—Habrá mucho tiempo para responderlas todas —contestó mi padre acercándose a nosotras con las manos metidas en los bolsillos. Repasó a mi madre de arriba a abajo, con una vista fugaz. Intuí que quería un abrazo de su parte, así que me aparté para cederle el espacio.

Mi madre lo imitó, colocando sus manos en la cintura, observándolo completamente, esbozando una sonrisa hacia el lado. Ladeó su cabeza hacia un lado asintiendo y extendió sus brazos para que se le acercara.

Mi padre sonrió como un niño y fue a abrazarla. No duró mucho tiempo, mi madre estaba desesperada por repartirme besos por toda la cara. Él lo entendió y se dirigió al comedor para asegurarse de que la cena estuviese lista.

Todos nos sentamos a la mesa; yo en la cabecera y mis padres a ambos lados de mí.

—Cuéntamelo todo, Jane. ¿Qué tal el inicio de clases? ¿Hay chicos nuevos? ¿Ya tuviste exámenes?

—Estuvo bien. No he conocido a ningún chico nuevo aún, por lo que presumo que este año no hay —solté con un solo hilo de aire. Tomé mi vaso de agua para hidratar mi garganta, literalmente me había quedado sin respiración, completamente seca.

—¿Y cómo están Kristen y Daniel?, ¿siguen juntos? —paré de beber agua al atorarme con un ligero sorbo de agua.

—Es que…

—¿Kristen?, ¿la chica de…?

—Sí —lo interrumpí antes de que mencionara el asunto de la discusión—. No, ellos terminaron.

—Oh… ¿Están bien? Se veía que se querían mucho, llevaban mucho tiempo juntos además. —«No todo lo que se ve es real, mamá».

—Pues… Kristen tuvo un ataque de ira y Daniel… Pues… Él intentó sobrellevarlo, como un idiota, pero a su manera. —Asintió con una expresión pensativa.

—¿Y por qué terminaron?

—Pues… Básicamente, Kristen engañó a Daniel desde que comenzaron a salir y él no pudo soportarlo.

—Oh, qué tristeza. Dan es un buen chico y Kristen también lo es, aunque todos deben aprender de sus errores. Espero que aprenda de todo esto y no repita lo mismo con el siguiente.

—Eso espero… —suspiré no muy convencida. Moví mi cabeza intentando pensar en otro tema de conversación, ya que si esto seguía, llegaría a la parte menos agradable de escuchar—. ¿Y qué tal tú, mamá? ¿Cómo va tu trabajo y las investigaciones?

—Tengo colegas nuevos en el equipo. Vienen de un programa en Italia, unos médicos de urgencia muy buenos. Estamos formando un proyecto para que urgencias se transforme en el top número uno. Ha sido bastante estresante y cansador, pero por fin creo que está resultando.

—¡Eso suena increíble! ¿O no, papá?

—Sí, por supuesto. ¿Y estas doctoras…?

—Doctores —corrigió mi madre haciendo que él arrugara las cejas—. Me causa gracia que yo sea la única mujer.

—¿Gracia?

—Sí… La verdad, son bastante divertidos, algunos más que otros. Cuando vimos el primer avance, uno de ellos compró gorras color rosa para ellos y una en azul para mí. En la página del hospital salió como primer aviso de nuestro proyecto. —Buscó en su teléfono la fotografía y nos las enseñó muy feliz.




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