El Beso

Capítulo veintinueve

Posible grave error

Sentí la dulce y delicada brisa acariciando cada uno de mis cabellos, haciendo que mi vestido flotara y provocando una sensación de calma pura.

—Jane, esperaba por ti… —Una voz en off se dirigía hacia mí, retumbando en los aires, como si viniera desde el cielo

—¿Quién? Dime quién eres…

No podía detallar su rostro. Era una sensación extraña, como si lo conociera, pero a la vez no. Extendió su brazo hacia mí, dejándome ver una inscripción tallada en su brazo: “E.D.”.

—¿Qué significa?

—Dolió mucho, ¿sabes?

—¿El tatuaje?

—No es un tatuaje. —Volví a mirar y esta vez cambió a otra sigla. El chico comenzó a retorcerse de dolor cuando las siglas cambiaban, cada vez con más rapidez.

—¡Ay! Dime qué hago… ¡¿Qué puedo hacer para ayudarte?! —grité con desespero.

—Metal… —dijo una voz femenina a mi espalda—. Metal y sangre.

—¿Qué? —regresé a mirarlo, pero ya no era el mismo chico. Ahora Valeria y Emma estaban detrás de mí con una vara de metal en la mano. «Conozco bien esa vara»

Una punzada en mi rodilla me tiró al suelo, haciendo imposible que me levantara del piso.

—¡Basta, Emma, ya basta!

—Tranquila, soy yo. —Giré abruptamente mi cabeza, encontrándome con el chico nuevamente.

—¿Quién eres, qué significa “E.D.”?

—E.D. de: “Es hora de despertarse niña, Dios mío”. —Sentí una almohada estrellarse en mi cara, despertándome por completo de un susto.

—¿Q-q-qué? ¿Qué hora es?

—Hora de levantarse, niña…

—Agh, no quiero, Luz.

—Ah, no, señorita, por supuesto que quieres. Y vas a querer más aún cuando te diga quién está allá abajo, esperando a su… princesa. —Me levanté de golpe y corrí hacia mi ventana, la cual tenía una vista panorámica, que justamente coincidía a mi jardín trasero, en la terraza.

Ethan estaba sentado en una silla, abriendo un libro mientras esperaba.

—¿Está leyendo?

—Por algo es tu tipo, ¿no? —Puse los ojos en blanco y me dirigí al baño rápidamente. Intenté hacer todo lo más rápido posible, si Ethan se llegaba a encontrar con mi padre estando a solas, no sé qué pasaría.

Probablemente, estallaría la tercera guerra mundial, o mi padre pondría cianuro en su comida sin que Ethan se diera cuenta. Quizás, le revisaría a Ethan su bolso de la escuela, buscando algún objeto criminal como prueba de que no debo salir con él.

Hay tantas posibilidades que me explota la cabeza cada vez que se me ocurre una nueva.

Por fin estuve lista y decidí a bajar.

Me dirigí a la terraza, cuidando por cada pasillo de la casa que mi padre no saliera de improvisto y comenzara con un interrogatorio o una rabieta de padre celoso.

Ahí estaba Ethan. Sentado en una silla, con su bolso de la escuela a un lado y un gran tomo grueso de “Cazadores de Sombras” sobre su regazo. Lo leía con mucho entusiasmo, lo cual provocó que la ternura me invadiera.

Me quedé unos segundos detallando sus expresiones faciales mientras leía. Cada vez pasaba una página con más rapidez que la anterior. Algunas veces arrugaba las cejas, apretaba sus labios o tocaba su cabello con frustración.

Relajó su rostro sobre sus nudillos, esbozando una gran sonrisa de satisfacción después de dar vuelta una página.

Verlo revolvió mis hormonas, haciéndome creer que en ese momento no existía hombre más hermoso que él.

«Hormonas, por favor, son las ocho de la mañana para tantas estupideces»

Rodeé la mesa, cruzándome de brazos al estar frente a él. Al sentir mi presencia subió los ojos de su libro, limitándose a no hacer más movimientos que una leve sonrisa ladeada.

—Hola, extraño —lo saludé relamiendo mis labios del nerviosismo.

—Buenos días —dijo, tomando un sorbo de su taza de café que Luz le había servido.

—Qué sorpresa…

—Una buena, espero… —contestó cerrando el libro y devolviéndolo a su bolso.

—Sí, lo es. —Acerqué una silla de la mesa y me senté enfrente suyo, intentando distraer el hecho de que mis mejillas parecían un par de tomates—. Dime, ¿Luz te hizo muchas preguntas?

—Bueno, sí —respondió honestamente dejando escapar una risa—. Pero fue gracioso.

—Discúlpame, es que… En mi familia todos están seriamente obsesionados con los interrogatorios y…

—Jane, —Me calló con su sonrisa y su mano que descansaba sobre mi rodilla. Subió sus ojos a los míos para ensanchar la sonrisa —, dije que no importa.

Solté un poco de aire contenido, algo aliviada por ver honestidad en sus ojos. Quería ser cuidadosa, hasta con lo que no debía serlo. ¿Es una reacción natural?

—¿Y, cómo dormiste? —preguntó, alertándome.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.