El beso de la Luna

3. Neftally

Las manecillas del reloj en el aula de Cálculo Avanzado parecían estar sumergidas en un líquido espeso y pegajoso, cada segundo estirándose hasta la eternidad. A pesar de ser una estudiante estrella, con un promedio que hacía sonrojar a los nerds más empedernidos, incluso la elegante lógica de las integrales dobles parecía ante el tedio insoportable de aquel martes por la tarde. Mi mente, inquieta como un lobo enjaulado, divagaba desde la compleja belleza de la teoría de cuerdas hasta la simple y dolorosa imagen de Mathew sonriendo, siempre sonriendo, a la persona equivocada. Suspiré discretamente, fingiendo concentración en la pizarra mientras, en realidad, repasaba mentalmente cada interacción fugaz que habíamos tenido, buscando desesperadamente una chispa, una señal de que él sentía al menos una fracción del torrente que habitaba dentro de mí.

Finalmente, el timbre, ese sonido celestial que marcaba el fin de la tortura académica, resonó por los pasillos, liberabdonos como una bandada de pájaros de una jaula. Recogí mis libros con una velocidad casi inhumana, ansiosa por escapar de la atmósfera cargada de ecuaciones y cálculos.

Al salir del aula, me uní al río de estudiantes que se dirigían al aparcamiento, mi único objetivo era llegar a mi Mini y refugiarme en la familiar soledad del camino a casa.

Pero mi escape se vio frustrado al doblar la esquina del edificio principal. Allí estaba él, apoyado en su deportivo negro, la personificación de la despreocupación y el carisma alfa, absorto en una conversación que parecía demasiado íntima con Lyra. Su cabeza estaba inclinada hacia ella, su cabello color miel brillando bajo el sol de la tarde, mientras Lyra reía, su voz melodiosa y calculada, como una campana de cristal astillándose. La escena, tan cotidiana para ellos, era para mí una puñalada silenciosa, un recordatorio constante de la realidad que mi corazón se negaba a aceptar. Él la había pasado a buscar, como si fuera la cosa más natural del mundo, y la familiaridad de su interacción era un nudo apretado en mi pecho.

A medida que me acercaba a mi humilde sedán, estacionado a una distancia dolorosamente cercana, Lyra me detectó, su sonrisa, habitualmente reservada para sus aduladores y Mathew, se extendió con una falsa efusividad.

- "Oh, miren quién se digna a aparecer," comentó, su voz lo suficientemente alta como para que Mathew no pudiera ignorarla por completo. "La ratoncita de biblioteca ha terminado de devorar sus pergaminos. ¿Encontraste alguna fórmula mágica para convertirte en alguien interesante, Luna?"-

Intenté mantener la compostura, ofreciéndole una sonrisa forzada que no llegaba a mis ojos. -"Hola, Mathew."- Mi saludo hacia él fue apenas un susurro, ahogado por la repentina aceleración de mi pulso.

Matt giró brevemente la cabeza, sus ojos color miel encontrándose con los míos sin detenerse realmente, como si yo fuera un obstáculo más en su camino. -"Nefthally-." Fue una mera formalidad, desprovista de cualquier calidez o reconocimiento genuino. Su atención volvió inmediatamente a Lyra, su mano encontrando la de ella con una posesividad casual que me revolvió el estómago.

Lyra, envalentonada por su desinterés, arremetió de nuevo.- "Estábamos hablando de la fiesta de la manada del sábado. ¿Vas a ir, Luna? Ya sabes, para… observar. No creo que haya muchas novelas sobre cómo ser un espectador en una fiesta de lobos."- Sus amigas, las sombras rubias perpetuas que la seguían como satélites, soltaron una risita sincronizada.

Respiré hondo, la paciencia, esa armadura que tanto me costaba mantener intacta en su presencia, comenzando a resquebrajarse.- "En realidad, Lyra,"- respondí, mi voz sorprendentemente firme a pesar del torbellino de emociones en mi interior -"tengo planes bastante… personales para el sábado. Estoy pensando en dedicar la noche a la contemplación profunda. Un estudio de la naturaleza de las apariencias y cómo a menudo engañan."- Mis ojos se clavaron en los de ella, sosteniendo su mirada con una intensidad que finalmente hizo que su sonrisa vacilara. Pude ver una sombra de incertidumbre danzar en sus ojos verdes, una punzada de que tal vez, solo tal vez, yo no era la insignificante sombra que ella se empeñaba en creer. Mathew, intrigado a pesar de sí mismo, había dejado de acariciar la mano de Lyra y nos observaba con una ceja ligeramente arqueada.

-"¿Contemplación?"- repitió Lyra, su tono ahora teñido de una ligera burla nerviosa. -"¿Sobre qué exactamente? ¿La falta de pretendientes en tu puerta?"-

-"Oh, no,"- respondí, mi sonrisa ahora un delgado y peligroso filo. -"Más bien sobre la fascinante habilidad de algunas criaturas para construir castillos de arena de arrogancia, sin darse cuenta de la marea creciente de la verdad que inevitablemente los arrasará."- Sin esperar una respuesta, me giré sobre mis talones y caminé hacia mi coche, dejando tras de mí un silencio pesado, la palpable incomodidad de Mathew y una Lyra con el rostro peligrosamente pálido, masticando mis palabras como si fueran veneno. A veces, la mejor manera de ganar una partida era simplemente negarse a jugar según sus reglas.

El resto del día pasa volando, llege a casa saludé a mi mamá y subi a mi habitación a hacer unos deberes, me quedé dormida y me despertó mi papá para bajar a cenar, todo normal, soy un tanto dormilóna, cenamos entre risas como siempre en mi bello hogar y volvi a mi habitación, la verdad es que después de ver a Mathew, Tea está un poco ansiosa, ella al igual que yo anhelamos que el nos vea y nos aprecie antes que las circunstancias lo obligue a hacerlo, no quiero eso, Pero solo es cuestión de esperar el momento a que el se de cuenta que yo soy su indicada y no ella.

Espero con ansias en que por fin pueda percibirme como su compañera destinada, me buscará entre la gente y cuando me encuentre, correrá hacia mi y me abrazará fuerte y no me soltará jamás, me besara y será un sueño echo realidad que por tantos años e esperado.




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