Tormenta Interior
La tristeza era un manto de plomo que envolvía a Nefthally, cada respiración un esfuerzo doloroso, como si el aire mismo se negara a llenar sus pulmones. El rechazo de Mathew resonaba en su interior no como un eco fugaz, sino como un latido constante y cruel, una herida abierta que drenaba su alegría, su luz, su propia esencia. Su corazón, hecho añicos por la frialdad de sus palabras, parecía palpitar al ritmo errático de las gotas de lluvia que comenzaban a caer, primero tímidas como lágrimas contenidas, luego con una furia creciente que espejaba la tormenta silenciosa que arrasaba su alma.
Tea, su loba interior, aullaba en las profundidades de su ser, un lamento visceral que se entrelazaba con el dolor punzante de Luna, compartiendo la agonía de perder al compañero destinado, un vínculo sagrado que ni siquiera había tenido la oportunidad de florecer, de extender sus raíces en la tierra de sus corazones.
Sin rumbo fijo, con la mente nublada por la pena, Luna se adentró en la espesura del bosque, sus pies moviéndose mecánicamente sobre la tierra húmeda y cubierta de hojas caídas, la necesidad visceral de alejarse del recuerdo de la humillación pública, de la mirada fría y desdeñosa de Mathew, la única y amarga guía en su andar errático. Sus padres, Carolay y Robert, y su hermano Rob, la seguían de cerca, figuras silenciosas y preocupadas moviéndose entre las sombras de los árboles, sintiendo la oscuridad palpable que emanaba de ella, la tormenta emocional que crecía en su interior y que comenzaba a manifestarse en los cielos encapotados, tiñendo el cielo de un gris ominoso.
La lluvia arreciaba con una intensidad cada vez mayor, empapando su ropa hasta volverla pesada y fría, su cabello blanco azuzado por el viento helado, pero Nefthally no aminoraba el paso. Finalmente, en un pequeño claro bañado por la luz espectral de los relámpagos que comenzaban a iluminar el cielo con destellos plateados y aterradores, se detuvo. Se quedó inmóvil bajo la furia del aguacero, su rostro pálido elevado hacia el cielo encapotado, las lágrimas invisibles mezclándose con las gruesas gotas de lluvia que resbalaban por sus mejillas como un torrente incesante. Tea, sintiendo la profundidad de su desesperación, proyectó oleadas de consuelo en su mente, palabras suaves y cálidas intentando apaciguar el huracán emocional que la sacudía con violencia. -"PEQUEÑA LUNA"-, susurró Tea, su voz un eco suave en el caos mental de Luna, -"LA DIOSA LUNA TEJE LOS HILOS DEL DESTINO CON UNA SABIDURÍA QUE A MENUDO ESCAPA A NUESTRA COMPRENSIÓN LIMITADA. NO PERMITAS QUE ESTA TRISTEZA TE CONSUMA POR COMPLETO. ALGO MEJOR VENDRA, UNA LUZ MAS BRILLANTE TE ESPERA AL FINAL DE LA ESTE OSCURO CAMINO. CONFÍA EN MI."-
En medio de su dolor punzante, un grito escalofriante rasgó el aire tormentoso, un sonido de angustia profunda que heló la sangre en sus venas y erizó cada vello de su piel. Un instante después, un rayo zigzagueó desde el oscuro cielo, descendiendo con una velocidad aterradora, cayendo directamente hacia ella, como si el propio universo la señalara. Sus padres y su hermano gritaron aterrorizados, sus voces ahogadas por el rugido del trueno, pero en lugar del dolor abrasador que esperaban, una luz blanca intensa e incandescente envolvió a Nefthally por completo, protegiéndola del impacto letal. Sus ojos, antes llenos de una tristeza oscura y abismal, se volvieron completamente blancos, irradiando una luminosidad sobrenatural que parecía desafiar la oscuridad de la noche.
De su cuerpo emanó una energía blanca y eléctrica, danzando a su alrededor como un aura brillante y poderosa, repeliendo la furia de la tormenta con una fuerza invisible, creando un remanso de calma luminosa en medio del caos. Y entonces, como si esa explosión de poder la hubiera agotado por completo, la oscuridad la reclamó, y se desvaneció en la inconsciencia, su cuerpo desplomándose suavemente sobre la hierba empapada.
El alivio y el temor se mezclaron en los corazones de Carolay, Robert y Rob mientras corrían hacia ella, sus rostros empapados y sus corazones latiendo con fuerza. Su padre la levantó en sus brazos, su cuerpo sorprendentemente ligero e inerte, y la llevó de vuelta a casa a través de la tormenta que parecía haber amainado ligeramente tras el extraño y poderoso suceso, como si la propia naturaleza hubiera contenido el aliento ante la manifestación de su poder.
La acostaron suavemente en su cama, sus rostros pálidos iluminados por la tenue luz de la lámpara de noche. Uno a uno, se acurrucaron a su lado, su madre abrazándola con fuerza, aferrándose a su fragilidad, su padre acariciando su cabello blanco con ternura, su hermano sosteniendo su mano fría, formando un círculo de amor y protección, un escudo humano contra la oscuridad que aún se cernía sobre ellos y la incertidumbre del futuro. El amor incondicional que compartían era un faro de esperanza titilando en medio de la tormenta de emociones que los envolvía.
Cuando Nefthally despertó, la tenue luz dorada del amanecer se filtraba tímidamente por la ventana, proyectando largas sombras en la habitación. Sus ojos aún se sentían extraños, como si llevaran la marca indeleble de la luz blanca que la había envuelto en el bosque. Parpadeó lentamente, enfocándose en la escena que la rodeaba: sus amados padres y su leal hermano dormidos a su lado, sus rostros marcados por la profunda preocupación y el agotamiento de la larga noche. El calor reconfortante de sus cuerpos la rodeaba, una burbuja de amor y protección que la aislaba del frío recuerdo del rechazo.
Una oleada de gratitud la invadió, un sentimiento cálido y reconfortante que comenzaba a disipar la frialdad punzante del dolor. Tenía una familia maravillosa, un lazo inquebrantable forjado en el amor y la lealtad, un ancla que la sostenía incluso en la oscuridad más profunda. Una pequeña sonrisa, tenue pero genuina, se dibujó en sus labios pálidos, un atisbo de esperanza floreciendo en medio de la tormenta que aún rugía silenciosamente en su interior. La Diosa Luna obraba de maneras misteriosas e insondables, y tal vez, solo tal vez, Tea tenía razón. Algo mejor vendría, una nueva luz que disiparía las sombras del pasado.
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Editado: 05.06.2025