El beso de la Luna

11. Promesas del mañana, Rumbo al norte

Las últimas semanas de clases se habían arrastrado con la lentitud exasperante de un caracol cuesta arriba, cada día una tediosa prueba de resistencia silenciosa. Nefthally, con un suspiro mental de agradecimiento al universo por su momentánea clemencia, había logrado navegar por los pasillos y las aulas sin ser el centro de morbosas miradas o comentarios velados sobre el patético espectáculo del rechazo de Mathew. el egocéntrico cretino a quien no había vuelto a ver desde aquella noche digna de una telenovela, parecía haberse evaporado del mapa, un alivio en medio de su propio y personal drama de proporciones épicas.

La graduación, ese rito de paso hacia un futuro que para ella se sentía tan sólido como un espejismo en el desierto, se había presentado como un evento infinitamente distante y carente de cualquier atractivo.

La mera idea de compartir un espacio con el insufrible de Mathew, con la certeza nauseabunda de su felicidad prefabricada junto a la insípida de Lyra, era una forma de tortura que prefería evitar a toda costa. Así, con una mezcla agridulce de alivio y una punzada persistente de tristeza, había declinado asistir, enfocándose en los preparativos silenciosos para su escape hacia un nuevo horizonte.

El día de su vuelo amaneció envuelto en una atmósfera de despedida contenida, un nudo de emociones no expresadas flotando en el aire. Sus padres, y su estoico hermano la abrazaron con una intensidad silenciosa en el aeropuerto, sus ojos reflejando una mezcla de dolor punzante y una comprensión tácita de su necesidad de volar lejos.

No hubo lágrimas desbordadas ni escenas melodramáticas, solo la promesa silenciosa de un amor incondicional que trascendía cualquier distancia física o emocional.
Al cruzar el control de seguridad, Nefthally sintió un pequeño nudo de aprehensión en la garganta, pero también una punzada innegable de esperanza, la promesa tenue de un nuevo comienzo aguardándola al final de su viaje.

El vuelo transcurrió en una especie de nebulosa de pensamientos revueltos, repasando los últimos y dolorosos acontecimientos, aferrándose a la imagen reconfortante de su tía Elara esperándola al otro lado del continente.
Al desembarcar en el aeropuerto canadiense, la reconoció de inmediato.

Elara, con su distintivo cabello tan rubio y brillante como el de su mamá y una sonrisa genuinamente cálida que parecía irradiar luz, la envolvió en un abrazo fuerte y reconfortante. -"Mi pequeña Luna,"- exclamó, su voz suave pero rebosante de una alegría contagiosa. -"¡Qué bueno tenerte por fin aquí! Ya era hora de que escaparas de ese nido de víboras hormonales."- Mientras se dirigían al coche, Elara comenzó a hablar con su habitual entusiasmo. -"Richard está de maravilla, te manda un montón de saludos. Está deseando conocer a la causante de mi repentino viaje al aeropuerto. Dice que le interrumpí su partida de ajedrez con el vecino."- Luego, su mirada se volvió ligeramente más seria, aunque sus ojos seguían brillando con cariño. -"¿Ahora sí me vas a soltar la sopa, mi niña? ¿Qué demonios pasó exactamente para que tomaras esta decisión tan drástica de empacar tus cosas y venirte a vivir con esta vieja tía?"-

Nefthally suspiró, la imagen fugaz del rostro arrogante de Mathew cruzando su mente como una sombra molesta. -"Fue... una situación bastante desagradable, tía Elara. Un rechazo. Mi... mi flamante 'alma gemela' decidió que yo no cumplía con sus exquisitos estándares en su noche de lazo."- Las palabras salieron con un hilo de voz, el dolor aún punzante a pesar de las semanas transcurridas, aderezado con una pizca de amargo sarcasmo que había comenzado a brotar como mecanismo de defensa.

Elara apretó su mano con genuina comprensión. -"Oh, mi pobre Luna. Qué imbécil engreído. Nadie, absolutamente nadie, merece pasar por esa humillación. Pero, créeme, cariño, ese cretino no sabe la joya que dejó escapar."- Luego, con un cambio de tono deliberadamente ligero, añadió: -"Pero has tomado una excelente decisión al venir aquí. La manada del norte es un lugar... civilizado, digamos. Hermoso para vivir, próspero y con una paz que a veces hasta me aburre, si te soy sincera. Hay mucha seguridad, nuestro Rey Alfa es un hombre... peculiar, pero en el fondo es bastante bueno y considerado."- Hizo una pausa antes de continuar: -"Desafortunadamente para tu presentación real, Su Majestad está de viaje de negocios, probablemente en alguna reunión secreta con otros Alfas aburridos. Así que no tendré el placer de llevarte a hacer una reverencia de inmediato. Pero sí tendré que llevarte a conocer a nuestro Beta, Rhysand. Es quien maneja los asuntos de la manada en ausencia del Alfa, por pura formalidad burocrática. Pero no te preocupes, cariño, Rhysand es un encanto. Un verdadero amor. Te caerá bien, es mucho más divertido que el Rey, si me preguntas."-

Desde el momento en que el coche cruzó los discretos límites de la manada del norte, Luna sintió una sensación de plenitud inesperada, una resonancia profunda que nunca antes había experimentado en ningún otro lugar. El aire parecía vibrar con una energía diferente, una mezcla de calma y una fuerza latente. Los bosques que bordeaban la carretera se alzaban imponentes y silenciosos, como guardianes ancestrales, y la tierra bajo las ruedas del coche parecía palpitar con una familiaridad reconfortante. -Bingo, siseó Tea con un tono sorprendentemente parlanchín y sarcástico en la mente de Luna. -"Parece que por fin llegamos al maldito spa. Y no te preocupes, cariño, después de semejante esperpento, lo mejor está a punto de llegar. Agárrate los machos. Nefthally pasó todo el camino conversando animadamente con su tía, recordando viejas historias familiares salpicadas de anécdotas divertidas y secretos a voces, permitiendo que la risa genuina llenara el coche, actuando como un bálsamo suave y curativo para las heridas de su corazón. Por primera vez en semanas, una chispa de esperanza, pequeña pero persistente, comenzaba a encenderse en su interior, alimentada por la calidez irreverente de su tía y la promesa tácita de un nuevo hogar donde quizás, solo quizás, podría dejar atrás el fantasma de un alfa idiota.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.