17. El Reconocimiento del Alfa. Parte 2
Luna
Aurora me había llamado a su habitación con una excusa vaga sobre necesitar ayuda para organizar unos pergaminos antiguos, pero se que estaba aburrida y necesitaba entretención. Desde que había puesto un pie en el ala principal de la casa, ese aroma familiar pero intensificado había comenzado a envolverme.
Era el mismo dulzor terroso con un toque de madera que había percibido tenuemente la primera vez que llegué a la manada, en el despacho del Beta, y luego sutilmente en Aurora. Pero ahora era más fuerte, embriagador, y me ponía nerviosa, una ansiedad dulce y punzante recorriéndome como una corriente eléctrica.
Era como si una fuerza invisible me tirara en su dirección, un imán poderoso al que mi cuerpo y mi espíritu parecían responder sin mi consentimiento. Si no fuera por la presencia de Aurora y la cortesía de no ir husmeando por toda la casa como un sabueso en celo, seguramente habría estado rastreando la fuente de ese olor habitación por habitación.
Subí las escaleras, siguiendo el rastro cada vez más fuerte de esa fragancia que parecía llamarme. Aurora estaba esperándome en el umbral de su habitación, una sonrisa traviesa danzando en sus labios. -"¿Sientes ese olor, Luna?"- preguntó Tea con un tono jocoso que insinuaba que sabía mucho más de lo que decía.
Antes de que pudiera articular una respuesta, una figura imponente apareció al final del pasillo. Era un hombre alto, con una presencia que llenaba el espacio, emanando un aura de poder inigualable que me dejó sin aliento. Su cabello negro azabache enmarcaba un rostro de rasgos marcados y unos ojos verdes penetrantes que parecieron clavarse directamente en mi alma, leyéndome hasta lo más profundo. Era intimidante, sí, pero también había algo en su porte, en la forma en que su aura parecía palpitar a su alrededor, que me atraía de una manera visceral e incomprensible. El aroma que había estado persiguiéndome se intensificó exponencialmente al acercarse, embriagándome con su dulzura oscura y una calma envolvente que paradójicamente me aceleraba el pulso.
Me quedé muda, mis palabras atrapadas en mi garganta. Nunca había visto a un hombre con una presencia tan dominante, tan... Alfa. Sentí que mis pies se arraigaban al suelo, incapaz de apartar la mirada de esos ojos dorados que ahora me observaban con una intensidad feroz, como si estuvieran reconociendo algo perdido hace mucho tiempo.
Y entonces, en un instante, la distancia entre nosotros desapareció. Sentí unos brazos fuertes rodearme, atrayéndome hacia un pecho duro y cálido que parecía haber sido moldeado para encajar perfectamente con mi cuerpo. El aroma me envolvió por completo, haciéndome sentir mareada y, al mismo tiempo, inexplicablemente... segura, como si finalmente hubiera encontrado mi ancla en un mar tormentoso. Una voz profunda y resonante, cargada de una posesividad innegable que hizo eco en cada célula de mi ser, rompió el silencio del pasillo. "Mía."
La palabra resonó en el aire, haciéndome temblar de una manera que no podía explicar. En ese instante, en el fuerte abrazo de ese hombre desconocido, el calor de su cuerpo filtrándose en el mío, una certeza primitiva se encendió en mi interior. -"Mate,"- susurró Tea en mi mente, su voz llena de un asombro reverente y una alegría triunfal. -"La Diosa Luna... nos ha dado otra oportunidad."-
Y en ese segundo, ese hombre, su aroma, su fuerza, se convirtió en todo. El mundo anterior se desvaneció, dejando solo el calor de su abrazo y la promesa silenciosa de un nuevo comienzo.
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Editado: 11.06.2025