Su habitación era un santuario de penumbra y aromas sutiles: la madera antigua, la ropa de cama limpia y la inconfundible fragancia de Arick, ahora embriagadoramente entrelazada con la suya propia.
La luz de la luna que se filtraba por la ventana iluminaba los contornos fuertes de su cuerpo mientras él se volvía hacia ella, sus ojos dorados ardiendo con una intensidad suave pero innegable.
La delicadeza con la que Luna me miraba, la mezcla de timidez y un deseo naciente en sus ojos plateados, encendía en mí una necesidad posesiva pero también una ternura protectora.
- "Eres hermosa, mi Luna,"- susurré, mi voz apenas un hilo de sonido en el silencio de la noche.
Sus mejillas se tiñeron de un suave carmín. -"Tú también, Arick,"- respondió con una voz tan dulce que me hizo estremecer. "Eres... Asombroso."-
Una sonrisa curvó mis labios. -"Solo para ti, mi dulce Luna, seré todo lo gentil que necesites."- La tomé en mis brazos, su cuerpo ligero y frágil contra el mío, y la besé con una lentitud exquisita, saboreando cada roce, cada suspiro.
El calor de su cuerpo contra el mío era una promesa silenciosa, una anticipación que aceleraba mi pulso. Sus besos eran suaves al principio, exploratorios, pero pronto se encendieron con una pasión contenida que resonaba en lo más profundo de mi ser. -"Arick..."- gemí, aferrándome a sus hombros anchos.
Él se separó ligeramente, sus ojos dorados fijos en los míos. -"¿Tienes miedo, mi Luna?"- preguntó, su voz grave y suave a la vez.
Negué con la cabeza, aunque una punzada de nerviosismo revoloteaba en mi estómago. -"No... contigo, no."-
Una sonrisa triunfal iluminó su rostro. -"Entonces confía en mí, nunca te haría daño."- Y lo hice. Con cada caricia, con cada beso, la tensión se disipaba, reemplazada por una oleada de sensaciones nuevas y embriagadoras.
La forma en que Luna respondía a mis caricias, su cuerpo tensándose y luego relajándose bajo mi tacto, era una dulce tortura. Quería saborear cada momento, hacer que su primera vez fuera tan especial como ella lo era para mí. -"Dime qué sientes, mi Luna,"- susurré contra su cuello, dejando un rastro de calor húmedo en su piel pálida.
-"Se siente... bien,"- respondió ella con un suspiro tembloroso. -"Más que bien... se siente... correcto."-
Esas palabras fueron un bálsamo para mi alma. La levanté en mis brazos y la llevé hasta la cama, nuestros ojos entrelazados en un lenguaje silencioso de deseo y afecto.
La suavidad de las sábanas bajo mi espalda contrastaba con la intensidad de la mirada de Arick. Se desvistió lentamente, sus ojos nunca abandonando los míos, y la visión de su cuerpo fuerte y marcado hizo que mi respiración se entrecortara. Nunca había sentido una atracción tan poderosa, una necesidad tan profunda de estar cerca de otro ser.
Cuando finalmente se unió a mí, fue con una ternura sorprendente, a pesar de la pasión que ardía entre nosotros. No hubo dolor, solo una sensación de plenitud, de dos mitades que finalmente se encontraban y encajaban a la perfección.
La forma en que Luna se aferraba a mí, sus pequeños gemidos de placer resonando en la oscuridad, eran la melodía más hermosa que jamás había escuchado. Quería grabarla en mi memoria para siempre. La amé con cada fibra de mi ser, con la paciencia de siglos de espera y la urgencia de un lobo que finalmente había encontrado su hogar.
El amanecer nos encontró entrelazados, nuestros cuerpos aún unidos, nuestros corazones latiendo al mismo ritmo. Arick me besó suavemente la frente, su aliento cálido en mi piel. -"¿Descansaste bien, mi Luna?"- preguntó con una sonrisa pícara.
Me acurruqué más cerca de él, mi rostro escondido en su pecho. -"¿Dormir? ¿Quién necesita dormir?"- respondí con una sonrisa somnolienta. -"Creo que estuvimos bastante ocupados."-
Una carcajada profunda resonó en su pecho, haciéndome vibrar. -"Diría que sí. Parece que ambos teníamos mucho tiempo que recuperar."- Me abrazó con más fuerza, besando mi cabello. -"Y esta solo es la primera noche, mi Luna. Tenemos toda una eternidad por delante para explorar."-
La promesa en sus palabras era tan tangible como el calor de su cuerpo junto al mío. Sabía que nuestra noche de pasión había sido solo el comienzo de un lazo que se fortalecería con cada amanecer, un amor que florecería con cada luna llena.
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Editado: 17.06.2025