(Parte II: La Emboscada)
El viaje de regreso a la Manada transcurría bajo un cielo teñido de los colores rojizos y morados del crepúsculo. La tensión de la reunión se había disipado, reemplazada por una calma tensa. Luna miraba por la ventana, el paisaje borroso pasando como un recuerdo fugaz.
+"¿Crees que durará?"- preguntó finalmente, su voz suave rompiendo el silencio del coche.
Rhysand, sentado frente a ella, suspiró. -"La paz entre Kaelen y Lycus... es como caminar sobre hielo delgado, Luna. Sus rencores son profundos, arraigados en siglos de conflicto. Pero al menos hemos ganado tiempo. Quizás, con el tiempo..."- Su voz se apagó, dejando la frase inconclusa.
Arick, a su lado, tomó su mano y la apretó suavemente. -"Hiciste un buen trabajo hoy, mi Luna. Tu presencia... tuvo un efecto notable."-
Luna se giró hacia él, sus ojos plateados buscando los dorados de su Alfa. -"No hice nada, Arick. Solo... sentí la tensión y traté de... calmarla."-
-"No lo subestimes,"- intervino Rhysand. -"Hay una quietud a tu alrededor, Luna, una paz que irradia. Incluso yo la sentí en el salón. Es... inusual."-
-"Gracias,"- murmuró Luna, sintiendo el suave murmullo de su loba en su interior. "Siempre es un placer poder ayudar a calmar las aguas."
El silencio volvió a caer, esta vez más cómodo. Arick acariciaba el dorso de la mano de Luna con su pulgar, su mirada fija en el camino. De repente, un chirrido de neumáticos y un violento frenazo los lanzaron hacia adelante. El joven chofer balbuceó una disculpa incoherente, su rostro lívido reflejado en el espejo retrovisor.
-"¿Qué demonios...?"- comenzó Rhysand, su mano buscando instintivamente el arma que llevaba al cinto, con balas de plata.
A través de las ventanillas oscurecidas, una visión amenazante se reveló en la luz de los faros. Aproximadamente 20 pares de ojos salvajes brillaban con una hostilidad hambrienta, rodeando el vehículo como una jauría de carroñeros. Lobos renegados, sus pelajes raídos y sus cuerpos esqueléticos, revelaban una desesperación peligrosa.
-"Emboscada,"- gruñó Arick, su cuerpo tensándose al instante. -"Rhysand, sal conmigo. Luna, quédate aquí. No es seguro."- Su voz era una orden, pero sus ojos reflejaban una preocupación profunda.
-"¡Ni lo sueñes!"- replicó Luna, abriendo la puerta con una determinación feroz. Sus ojos plateados brillaban con una intensidad helada. -"Ya te dije que estaré a tu lado. No voy a esconderme mientras tú te enfrentas a ellos."- Tea aulló en su interior, una loba blanca y furiosa lista para defender a su compañera.
-"Luna, por favor..."- comenzó Arick, su voz cargada de urgencia.
-"No, Arick,"- interrumpió Luna, su voz firme. -"Soy tu Luna. Mi lugar está contigo."- Salió del coche antes de que él pudiera detenerla, su postura desafiante frente a la amenaza que los rodeaba.
Rhysand ya estaba fuera, desenvainando su arma con una eficiencia letal. -"Arick, no tenemos tiempo para discutir. Son muchos."-
Arick suspiró, una mezcla de frustración y orgullo en su mirada hacia Luna. -"Está bien," dijo finalmente, su voz grave. "Pero quédate cerca."-
El ataque fue una descarga de furia desesperada. Los renegados se abalanzaron sobre ellos con gruñidos salvajes y dientes afilados, sus ojos inyectados en una locura hambrienta. Arick y Rhysand luchaban espalda con espalda, sus movimientos rápidos y brutales, sus aullidos resonando en la noche mientras destrozaban a sus atacantes. Pero Arick no podía apartar la mirada de Luna. Se movía con una gracia letal, sus manos desatando ráfagas de viento cortante y rayos que lanzaban a los renegados por el aire, desorientándolos y exponiéndolos a los ataques de Arick y Rhysand. A su lado, Tea se manifestó plenamente por primera vez en la batalla, una loba espectral de pelaje blanco puro y ojos celestes incandescentes, defendiendo a su compañero con una lealtad feroz, sus colmillos desgarrando la carne y sus aullidos helados sembrando el caos.
Los atacantes, sorprendidos por la fuerza inesperada de la Luna y la aparición aterradora de su loba, caían uno tras otro en un charco de sangre y pelaje. Arick luchaba con una rabia fría, impulsado por el orgullo y el amor por la mujer que peleaba a su lado, su belleza ahora templada por la ferocidad de una loba protectora. Juntos, como una tormenta imparable, Alfa, Beta y Luna barrieron la amenaza. Cuando el último renegado gimió y cayó inerte sobre el camino polvoriento, un silencio pesado descendió sobre el lugar, roto solo por la respiración agitada de los tres guerreros. Arick miró a Luna, su rostro iluminado por la luna creciente, su belleza ahora marcada por la adrenalina y una sed de sangre recién descubierta. Su amor no solo traía la paz, sino también una furia protectora que igualaba la suya propia.
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sobrenatural y romance, personajes magicos, amor predestinado
Editado: 19.07.2025