La noche fue un torbellino de alegría y celebración. Los alfas y las lunas de las manadas visitantes se acercaron a Luna con expresiones de sincera aceptación y admiración. La calidez de sus palabras y la genuina alegría en sus ojos disiparon cualquier vestigio de duda que pudiera haber albergado. Arick permaneció a su lado, su orgullo palpable, presentándola a cada líder con una sonrisa radiante. La conexión entre ellos era innegable, un lazo de amor y respeto que irradiaba hacia todos los presentes.
En medio de las felicitaciones y las risas, una figura llamó la atención de la multitud. Una mujer de belleza impactante, con cabello moreno que caía en ondas brillantes hasta la cintura y piernas largas y elegantes, se acercó a Arick con una familiaridad que hizo que el corazón de Luna diera un vuelco.
"Arick, querido," saludó la mujer con una sonrisa que Luna interpretó como demasiado íntima, su voz suave pero con un matiz de posesividad. Se inclinó ligeramente y le rozó el brazo con sus dedos. Los ojos de Luna se estrecharon, observando la interacción con una punzada de celos que la tomó por sorpresa.
Arick pareció tensarse ligeramente antes de responder con una cortesía formal. "Lysandra. Es un gusto verte aquí."
La mujer se giró hacia Luna, su sonrisa desvaneciéndose en una expresión desdeñosa. "Ah, tú debes ser la... Reina Luna, ¿no es así?" Su tono tenía un dejo de incredulidad. "Arick siempre ha tenido gustos... peculiares."
Antes de que Arick pudiera responder, Luna lo miró directamente a los ojos, un brillo plateado en su mirada que lo silenció al instante. Luego, con una calma que contrastaba con el torbellino de celos en su interior, se dirigió a Lysandra. "Y tú debes ser... ¿una vieja conocida de mi Alfa? "Y sobre sus gustos te creo, por eso estoy aquí a su lado." Su tono era suave, pero la pregunta llevaba un filo invisible.
En ese momento, una figura imponente se acercó al grupo. Kaelen, el anciano alfa de la disputa territorial, su rostro aún marcado por una frialdad distante, se dirigió a Arick con una cordialidad forzada que no alcanzaba sus ojos.
"Rey Alfa," dijo Kaelen, su voz grave y pausada. "Permítame felicitarlo por su... unión. Sin embargo," añadió, su tono volviéndose más frío, "debo hacerle saber que mi manada aún no está satisfecha con el arreglo al que fuimos sometidos con respecto a nuestras tierras ancestrales."
Antes de que Arick pudiera responder, Luna se interpuso suavemente. "Alfa Kaelen," dijo con una voz clara y firme, atrayendo la atención de todos los presentes. "Su queja, expresada en este día de celebración y unidad, dice mucho más de su carácter que cualquier argumento sobre la justicia de un acuerdo. Un alfa de su edad y experiencia debería mostrar más benevolencia y respeto hacia sus semejantes, especialmente hacia una decisión tomada por el Rey de todos."
Kaelen la miró con desdén. "Joven Reina, aún eres muy joven para comprender la profundidad de las disputas territoriales y la importancia de la tradición."
Luna sonrió con una sabiduría que desmentía su edad. "Quizás la juventud me permite ver la justicia con ojos más claros, Alfa Kaelen. A veces, la tradición puede convertirse en una excusa para la inflexibilidad y la codicia. La verdadera sabiduría reside en encontrar un equilibrio justo para todos, independientemente de los años o el poder."
El rostro de Kaelen se enrojeció de cólera. Sin decir una palabra más, inclinó la cabeza con un gesto forzado, y Lysandra hizo lo mismo a su lado, antes de retirarse ambos con una dignidad ofendida.
Arick se giró hacia Luna, una sonrisa divertida danzando en sus labios. "¿Estabas... celosa, mi Reina?"
Luna lo miró con una ceja alzada, aunque un pequeño atisbo de diversión brillaba en sus ojos plateados. "Quizás un poco. Después de todo, eres mío, ¿no es así?" Luego, su tono se volvió más serio. "Pero más allá de eso, Alfa Kaelen necesitaba escuchar la verdad. Su rencor era inapropiado en este día."
Arick la rodeó con un brazo, atrayéndola hacia él. "Estuviste magnífica, mi amor. Tu aplomo y tu sabiduría me enorgullecen."
Luna apoyó su cabeza en su pecho, su voz suave pero firme. "Por esa osadía... tendrás una semana sin sexo."
La expresión de Arick se transformó en una de genuina mortificación. "¿Qué? ¡Una semana! Mi Reina, ¿es justo?"
Luna sonrió, una sonrisa que no dejaba lugar a dudas. "Absolutamente justo. Eres mío, Arick, de nadie más. No quiero verte mirar a otra loba con esa... familiaridad, ni sonreírle de esa manera. Esa sonrisa también me pertenece."
Arick la miró con aún más amor, si eso era posible, una sonrisa traviesa curvando sus labios. "Debo ser cordial con todos, mi Reina. Es mi deber como Rey."
"Una cosa es ser cordial, Alfa," respondió Luna, su tono juguetón pero firme. "Y otra muy distinta es esa sonrisa... esa sonrisa la guardas para mí. ¿Entendido?"
Arick la abrazó con más fuerza, besando su sien. "Entendido, mi Reina. Completamente entendido. Eres mía, y yo soy tuyo. Siempre."
#135 en Fantasía
#100 en Personajes sobrenaturales
#232 en Otros
#28 en Relatos cortos
sobrenatural y romance, personajes magicos, amor predestinado
Editado: 19.07.2025