El beso de la Luna

38. Navidad

La mañana de Navidad amaneció envuelta en un manto blanco y silencioso. La nieve caía suavemente afuera, creando un paisaje de ensueño que invitaba a quedarse acurrucados junto al fuego. Pero nuestra casa... nuestra casa vibraba con una energía cálida y bulliciosa. Mamá, papá y Rob estaban aquí conmigo, trayendo consigo el espíritu alegre de la Manada Luna Oscura. Elara y Richard, con su habitual elegancia y cariño, se unieron a la celebración, al igual que Aurora y Rhysand, y Damon con su dulce Abigail, que se integraba a la perfección a nuestra peculiar familia extendida.

Arick y yo habíamos decidido coordinar nuestros atuendos para la ocasión. Él estaba sentado en el sofá junto a la chimenea, luciendo un abrigo de cuello alto de lana gruesa en tonos rojos y verdes muy navideños, que resaltaban el dorado de sus ojos. Yo llevaba un abrigo similar, pero con detalles plateados que hacían juego con mi cabello, acurrucada en sus piernas, sintiéndome cálida y protegida en su abrazo. El aroma a pino, galletas recién horneadas y especias llenaba el aire, creando una atmósfera mágica.

Aurora, con su espíritu juguetón, no tardó en notar nuestros abrigos a juego. Se acercó con una sonrisa pícara, sus ojos dorados brillando con travesura.

"¡Pero miren a estos dos!" exclamó, señalándonos con un gesto dramático. "¿Quién diría que nuestro temido Rey Alfa se pondría un abrigo tan... adorable? ¡Jamás lo hubiera imaginado!"

Arick la miró con una falsa indignación, aunque una sonrisa divertida se asomaba a sus labios. "Es espíritu navideño, Aurora. Algo que tú, con tu corazón de hielo, quizás no comprendas."

"¿Mi corazón de hielo?" replicó Aurora, llevándose una mano al pecho con exageración. "¡Pero si soy la personificación de la alegría navideña! Solo digo que verte así... es una sorpresa encantadora."

"Déjalo en paz, mi amor ," intervino Rhysand con una sonrisa divertida. "Se ven bien juntos. Y si el Alfa está cómodo, ¿cuál es el problema?"

"Ninguno, ninguno," respondió Aurora, guiñándome un ojo. "Solo me alegra ver que el amor lo ha ablandado un poco."

La mañana transcurrió entre risas y el intercambio de regalos. Mamá y papá nos obsequiaron con bufandas de lana tejidas a mano, cálidas y suaves. Rob nos regaló un juego de mesa antiguo que había encontrado en una tienda de segunda mano, asegurando que sería perfecto para las largas noches de invierno. Elara y Richard nos dieron una elegante botella de vino añejo. Aurora y Rhysand, fieles a su estilo, nos regalaron una caja llena de bromas prácticas, que prometían horas de diversión (y quizás alguna que otra venganza). Damon y Abigail nos obsequiaron con un hermoso libro de ilustraciones de la naturaleza.

Cuando llegó el momento de que Arick me diera mi regalo, mi corazón latió con anticipación. Sacó una pequeña caja de terciopelo de su bolsillo y la abrió, revelando un collar delicado con un dije en forma de luna creciente, engastado con pequeñas piedras plateadas que brillaban con una luz mágica.

"Es hermoso, mi amor," susurré, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.

"Es para mi Luna," respondió él, colocándolo suavemente alrededor de mi cuello. "Para que siempre recuerdes cuánto te amo."

Mi regalo para él era un libro antiguo de leyendas de nuestra gente, encuadernado en cuero oscuro con detalles dorados. Sabía cuánto valoraba sus raíces y su historia.

"Es perfecto, Luna," dijo, sus ojos dorados brillando con gratitud. "Gracias."
...........

La mañana de Navidad era un caos organizado de risas y papel de regalo rasgado. Tener a la familia de Luna aquí, junto con nuestros amigos, llenaba la casa de una calidez que superaba incluso el fuego crepitante de la chimenea. Ver a Luna acurrucada en mis piernas, luciendo adorable con su abrigo a juego, era el mejor regalo de todos.

Aurora, por supuesto, no podía dejar pasar la oportunidad de burlarse de mi elección de vestuario.

"Nunca pensé que vería al gran Rey Alfa con un abrigo que parece sacado del taller de Santa Claus," comentó, con una sonrisa burlona.

"Es cómodo y festivo," me defendí, abrazando a Luna más cerca. "Algo que tú quizás no aprecies, con tu alma gélida."

"¡Mi alma no es gélida!" protestó, aunque su sonrisa la delataba. "Solo tengo un sentido del estilo... más refinado."

"Claro, claro," intervino Rhysand, palmeándole la espalda. "Como ese jersey con renos que llevaste el año pasado."

Aurora lo fulminó con la mirada, provocando risas en el grupo. El intercambio de regalos fue un reflejo de nuestras personalidades: práctico, sentimental y, en el caso de Aurora y Rhysand, decididamente travieso. Cuando Luna me entregó el libro de leyendas, sentí un vuelco en el corazón. Conocía mi amor por nuestra historia, y este era un regalo invaluable.

"Gracias, mi Luna," le dije, besando su frente. "Es perfecto."

Mi regalo para ella, el collar con la luna creciente, era un símbolo de nuestro lazo, un recordatorio constante de mi amor. Ver sus ojos brillar al abrir la caja hizo que mi corazón se hinchiera de felicidad.

"Te queda hermoso," le susurré al oído.

"Me encanta," respondió, abrazándome con fuerza.

Cuando la nieve afuera arreció, convirtiendo nuestro hogar en un refugio acogedor, decidimos pasar el día con juegos de mesa. Ethan había traído uno particularmente complicado que nos mantuvo entretenidos durante horas, con acaloradas discusiones y risas estruendosas. Luna, acurrucada en mis piernas durante toda la tarde, demostró ser una jugadora astuta e inteligente, aunque a veces se distraía con mis caricias en su espalda.

"¡Arick, concéntrate!" exclamó Aurora en medio de una partida particularmente tensa. "¿O acaso estás demasiado ocupado admirando a tu Reina?"

"Admirarla es una actividad de tiempo completo, hermana," respondí con una sonrisa, besando la coronilla de Luna.

"¡Qué cursi!" exclamó Aurora, aunque una sonrisa divertida se asomaba a sus labios.




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