Dejé a mi Luna durmiendo plácidamente, su rostro sereno iluminado por los tenues rayos del amanecer que se colaban por las cortinas. Un beso suave en sus labios fue mi silencioso adiós. Hoy tocaba visitar la empresa de la ciudad, un asunto que requería mi atención personal. Aparte de Rhysand, le pedí a Rob que me acompañara.
Le había tomado un cariño genuino al hermano de Luna; era ambicioso, rápido de mente y poseía una lealtad inquebrantable hacia su familia. Además, sentía que tenerlo cerca, aprender de él, lo haría aún más fuerte para proteger a Luna y a los suyos en mi ausencia.
El viaje transcurrió entre conversaciones sobre la empresa y algunas anécdotas de la infancia de Luna contadas por Rob con una sonrisa nostálgica. Mientras revisábamos unos documentos en la oficina de la ciudad, mi comunicador vibró. Era Kaelen.
"Alfa Arick," su voz sonaba tensa, aunque intentaba mantener la compostura. "Hemos sufrido un ataque en nuestras fronteras. Un grupo de renegados... logramos capturar a uno de ellos. Lo tenemos retenido para interrogar."
La mención de renegados despertó de inmediato mis sospechas. Instintivamente, creía que estaban ligados a Black. "Voy para allá, Alfa Kaelen," respondí con firmeza. "Rhysand y Rob vienen conmigo."
Informé a Rhysand de la llamada mientras salíamos del edificio. "Kaelen cree que son renegados. Pero tengo un mal presentimiento. Podrían ser hombres de Black."
Rhysand asintió, su rostro endureciéndose. "Vamos con cautela, Alfa. Algo no me cuadra."
Rob, aunque más joven, compartía nuestra inquietud. "Si Black está involucrado, debemos estar preparados para cualquier cosa."
El viaje a la manada de Kaelen fue rápido y silencioso, la tensión palpable en el aire. Pero al salir del coche, una sensación extraña nos envolvió. Todo estaba demasiado tranquilo, un silencio ominoso que no presagiaba nada bueno. Antes de que pudiera dar una orden, Rhysand se tambaleó y cayó al suelo, inconsciente. "¿Rhysand?" exclamé, acercándome a él con preocupación. En ese instante, una punzada aguda me recorrió el cuerpo, seguida de un mareo vertiginoso. Vi a Rob desplomarse a mi lado, sus ojos perdiendo el brillo. Mi último pensamiento, mientras la oscuridad me envolvía, fue para mi Luna. Seguramente estaría molesta por mi ausencia en la cena que con tanto cariño me había preparado.
.........
La tarde se había deslizado hacia la noche, y la preocupación comenzaba a roer mis entrañas. Arick no contestaba mis llamadas. Intenté comunicarme con Rhysand, sabiendo que casi nunca apagaba su comunicador, pero tampoco obtuve respuesta. Una punzada de inquietud me recorrió al recordar que Rob también estaba con ellos.
Pronto, toda la familia se reunió en el salón, la alegría de los días pasados reemplazada por un silencio tenso y preguntas sin respuesta. Mamá, papá, Aurora, Elara, Abigail... todos compartían mi creciente angustia. Damon había llamado a la empresa de Arick en la ciudad. La secretaria le había informado que mi Alfa había salido a media tarde, mencionando solo que no regresaría a la oficina. ¿Adónde había ido? ¿Por qué no nos había avisado.
Las horas se arrastraron, pesadas y lentas. El reloj del salón marcaba ahora las cuatro de la madrugada. La preocupación se había transformado en un miedo frío y paralizante. Aurora caminaba de un lado a otro, visiblemente alterada por la falta de noticias de su compañero. Mis padres intentaban mantener la compostura, pero la tensión en sus rostros era innegable.
Mamá se acercó a mí, su rostro surcado por la preocupación. "Cariño," dijo con voz suave, tomando mis manos temblorosas entre las suyas. "Tienes que descansar. Por el bien del bebé."
Las lágrimas que había estado conteniendo hasta ahora finalmente se desbordaron. Me eché a llorar en sus brazos, sintiéndome perdida y desamparada. No sabía qué había pasado, dónde estaban Arick, Rhysand y Robert Jr. El silencio era ensordecedor, y la incertidumbre, una tortura.
Con el apoyo de mi familia, finalmente accedí a ir a la habitación que compartía con mi Alfa. El olor de Arick impregnaba las sábanas, un consuelo efímero en medio de mi angustia. Tea, silenciosa hasta ahora, susurró en mi mente, intentando calmar mi creciente pánico. "Pronto sabremos qué ha pasado, Luna. Confía."
Agotada física y emocionalmente, me acurruqué en su lado de la cama, aspirando su aroma hasta que el sueño, pesado y lleno de sombras, finalmente me reclamó. Pero incluso en la inconsciencia, la punzada fría del miedo persistía, un presagio de la tormenta que se avecinaba.
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Editado: 19.07.2025