El beso de la Luna

45. Final

Nuevo Futuro

Todo, lentamente, comenzó a encajar en su lugar, como las piezas de un rompecabezas intrincado después de una larga noche de incertidumbre. La decisión sobre la manada de Kaelen no fue fácil, pero la justicia exigía una respuesta. Tras escuchar los testimonios de los miembros de la manada traicionera, quedó claro que Kaelen había gobernado con crueldad y egoísmo, sembrando el miedo en lugar del respeto.

La designación de Rob como su nuevo Alfa fue recibida con una mezcla de sorpresa y alivio. Su juventud, combinada con la sabiduría y la lealtad que había demostrado, ofrecían una nueva esperanza para un futuro más justo. Lycus, por su parte, expresó su satisfacción, sabiendo que la paz entre sus manadas tenía ahora una base más sólida.

Los padres de Luna, con el corazón reconfortado por nuestra seguridad y la promesa de un nieto en camino, finalmente debieron regresar a la Manada Luna Oscura. Nos aseguraron que su partida era temporal, que pronto buscarían establecerse más cerca, ansiosos por ser parte activa de la vida de sus hijos y su futuro nieto. Sus abrazos fueron cálidos y llenos de promesas de reencuentros cercanos.

Las semanas siguientes transcurrieron en una calma relativa, aunque marcada por la creciente maravilla del embarazo de Luna. Su vientre comenzaba a abultarse suavemente, una curva tierna que la hacía aún más preciosa a mis ojos. No la dejaba ni un segundo sola, mi instinto protector exacerbado por la fragilidad de su estado y la magnitud del regalo que llevaba dentro.

Sin embargo, la tranquilidad se vio brevemente interrumpida por un tema que desató una pequeña tormenta en nuestro paraíso: la universidad de Luna. Su insistencia en continuar sus estudios fue un martirio para mí. La sola idea de que estuviera lejos de mi lado, embarazada, me llenaba de una ansiedad paralizante. Cada vez que intentaba razonar con ella, la encontraba más decidida, más firme en su convicción de que podía cuidarse sola.

"Luna, mi amor," le dije una tarde en nuestro despacho, mi voz cargada de preocupación. "Entiendo tus deseos, pero ahora las cosas son diferentes. No quiero que vayas a la universidad hasta después del nacimiento del bebé. Es demasiado riesgo."

Ella se cruzó de brazos, su mirada plateada llena de determinación. "Arick, puedo cuidarme sola. No soy de cristal. Necesito seguir con mis estudios, es importante para mí."

La discusión se prolongó durante días, un tira y afloja constante que me dejaba exhausto y frustrado. Su negativa a ceder me obligó a tomar medidas drásticas, aunque ridículas. Le di instrucciones a uno de mis hombres de confianza para que la acompañara discretamente a todas sus clases, una sombra protectora invisible a los ojos de los demás. Pero Luna no era tonta. Pronto notó la presencia constante de Felix y mi estratagema se vino abajo.

"¡Arick!" exclamó una noche, furiosa. "Felix me está siguiendo. ¿En serio crees que no me daría cuenta? ¡No soy una niña!"

Mi intento de justificar mis acciones solo empeoró las cosas. Luna se encerró en un silencio obstinado, negándose a hablarme. Fue un martirio. La distancia entre nosotros, aunque física, se sentía como un abismo doloroso.

Al final, tuve que enfrentarme a una alianza formidable: Apex, Tea y la propia Luna. Tres contra uno. Perdí, por supuesto. Su argumento de que necesitaba mantener su independencia y que la sobreprotección la asfixiaba, respaldado por la lógica implacable de Apex y el apoyo silencioso pero firme de Tea, fue demasiado para mi testarudez.

"Está bien, Luna," cedí finalmente, suspirando con resignación. "Puedes ir a la universidad. Pero Felix te acompañará, discretamente. Y se que estarás alerta en todo momento."

Ella sonrió, un rayo de sol después de la tormenta. "Gracias, Arick. Sabía que entenderías, no me gusta estar enojada contigo."

Me recosté en mi silla de despacho esa tarde, observando los últimos rayos de sol que se filtraban por la ventana. Una sensación de paz se asentó en mi interior. Todo estaba en orden, o al menos, encaminado a estarlo. La manada se recuperaba, Rob asumía su nuevo rol con valentía, y Luna... Luna florecía, llevando dentro de sí la promesa de nuestro futuro.

Pensé en las palabras de la Diosa Luna en mi sueño, su promesa de otro regalo. Ahora entendía. Luna era el regalo, la fuerza y la luz que había transformado mi vida. Y el pequeño ser que crecía dentro de ella era la promesa de un amor aún mayor, un lazo eterno que nos uniría para siempre. Estaba agradecido. Agradecido por la mujer fuerte y maravillosa que la Diosa Luna había puesto en mi camino. Agradecido por el futuro que nos esperaba.




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