El Beso Del Abismo

El Eco del Olvido

La esfera que latía como un corazón

El amanecer bañaba la costa con reflejos dorados y rosados, como si el cielo quisiera imitar las luces de sus alas. Uriel permanecía sentado en la orilla, el cabello aún húmedo cayéndole sobre los hombros, mientras sostenía en sus manos la esfera plateada que el Vigía del Mar les había entregado.

La esfera pulsaba suavemente, emitiendo una vibración que no era del todo física.
Cada latido parecía tener ritmo, intención, como si respirara. Asmodeo, de pie a su lado, la observaba con recelo.

—Esa cosa no me gusta —murmuró, cruzándose de brazos— Late como si tuviera alma.

Uriel lo miró con serenidad.

—Quizás la tenga. El Vigía dijo que era una guía… pero también podría ser una prueba.

—¿Una prueba del Cielo o del Abismo?

—De ambos —respondió Uriel, sin apartar la vista del objeto.

—Esto vibra con energía celestial… pero también siento algo oscuro, una sombra dentro.

Asmodeo frunció el ceño.

—¿Y si es una trampa?

Uriel sonrió apenas.

—Entonces es una trampa que nos llevará justo a donde debemos estar.

El demonio soltó una risa breve y amarga.

—Eres imposible. No sé si eres ingenuo o valiente.

—Ambas cosas, supongo —respondió Uriel con dulzura, y sus dedos se cerraron lentamente sobre la esfera.

De pronto, una ráfaga de viento los rodeó. La arena se levantó formando círculos, el aire se volvió espeso, y un resplandor surgió entre las manos del ángel. La esfera se abrió, mostrando en su interior una secuencia de imágenes.

Los fragmentos de la memoria prohibida

Ante ellos flotaron escenas proyectadas en el aire: un campo celestial antes de la guerra, cuando los ángeles y los primeros caídos aún caminaban juntos bajo la mirada del Creador. No había división, ni jerarquías, ni infierno.

Una voz antigua resonó en el aire, ni masculina ni femenina, como si hablara desde todas las direcciones a la vez.

Antes del Juicio hubo una sola voluntad.
El equilibrio mantenía al mundo entero en armonía. Pero el deseo de perfección rompió el orden.

Uriel observó, con lágrimas en los ojos, cómo las imágenes mostraban ángeles abrazando sombras, demonios que aún tenían luz, y un sol oscuro dividiéndose en dos.

El Olvido nació de la culpa de ambos mundos. No era maldad, sino la consecuencia de su guerra. Cuando la Luz quiso destruir las Sombras, el Olvido surgió para borrar todo lo que no debía existir.

Asmodeo apretó los dientes, recordando.

—El Olvido… lo oí en los abismos. Un poder que incluso Lucifer temía. Pero pensábamos que era un mito.

Uriel negó suavemente.

—No lo es. El Vigía nos habló de él. Y ahora entiendo por qué nos eligió.

—¿Por qué nosotros? — preguntó Asmodeo, con frustración.

Uriel lo miró, con una calma que ocultaba miedo.

—Porque solo nosotros representamos lo que el Olvido no puede comprender: el amor entre la luz y la sombra.

El resplandor se desvaneció, y la esfera volvió a cerrarse. El silencio los envolvió por unos instantes. El mar rugió, lejano, como si aprobara aquella revelación. Asmodeo miró hacia el horizonte.

—Entonces Lucifer lo querrá. Intentará usarlo para rehacer el abismo a su manera.

Uriel asintió.

—Y nosotros debemos impedirlo.

En los abismos del fuego eterno

En el trono de obsidiana, rodeado de columnas que parecían respirar fuego líquido, Lucifer permanecía sentado, con su cabello plateado cayéndole en ondas sobre los hombros y sus ojos brillando como brasas congeladas.

Ante él, Belial, Sariel, Asmodeo no presente, Leviatán, Mammon, Belcebú y Astaroth se arrodillaban en semicírculo. El aire ardía con el peso de sus presencias.

—El equilibrio se ha quebrado —dijo Lucifer con voz suave, aunque cada palabra hacía temblar la sala— El Vigía ha despertado… y con él, la llave.

Belial levantó la cabeza.

—¿La llave del Olvido?

Lucifer sonrió.

—Exacto. Y está en manos de mi antiguo príncipe y del arcángel que lo ama.

Sariel, con sus alas negras desplegadas, soltó una carcajada amarga.

—Entonces la mitad del trabajo ya está hecho. Sabemos dónde están.

—No tan rápido —intervino Astaroth, con tono serpenteante— Esa esfera no puede ser tomada por la fuerza. Solo el amor o el sacrificio pueden romper su sello.

Lucifer se reclinó en su trono.

—Por eso los necesitamos vivos.

Sus ojos se encendieron en un destello rojo.

—Belial… envía a tus heraldos..Que los sigan, que los desgasten. Pero que no los toquen hasta que el sello esté débil. Cuando el miedo los haga dudar, la llave será nuestra.

Belial inclinó la cabeza.

—Será un placer, mi señor.

Lucifer bajó la mirada, pensativo.

—El Cielo los condenó. El Infierno los desea.
Pero yo… — una sonrisa cruel curvó sus labios — yo solo quiero ver qué tan lejos puede llegar el amor antes de destruirse a sí mismo.

Los nuevos dones

De regreso en la tierra, los días pasaron con calma aparente. Uriel y Asmodeo seguían asistiendo a clases, ocultos bajo su apariencia humana, pero algo había cambiado dentro de ellos.

El contacto con la esfera había despertado nuevos dones. Uriel podía ver las emociones humanas como destellos de color, entender sus miedos y esperanzas sin que pronunciaran palabra. Cuando caminaba por los pasillos de la universidad, las sombras se alejaban de él, y la alegría se expandía como un perfume invisible.

Asmodeo, en cambio, descubrió un poder distinto. Podía absorber el sufrimiento emocional de los humanos, transformándolo en energía vital. Las personas que lo rodeaban sentían una serenidad desconocida, como si durante unos segundos el mundo fuera un lugar sin culpa.

Una tarde, mientras el sol teñía el cielo de naranja y violeta, ambos se encontraron en el campus vacío. El aire olía a lluvia. Uriel, sentado sobre el césped, giró hacia él con una sonrisa cansada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.