El Beso del Demonio

Introducción

― Hace algún tiempo atrás, dos seres de un mismo bando y no precisamente del bueno se interesaron en una misma mujer humana pero sólo uno de ellos la quería realmente pues el otro solo deseaba causarle mal y daño a su oponente robando el amor de la joven. ― lee la mujer mientras sus hijos escuchan atentos y algo cansados, no es una versión nueva, la han oído tantas veces les fue posibles cuando eran niños ― El tiempo pasó, aquella hermosa mujer que logró conquistar el corazón de uno de los seres más enigmáticos que ha existido falleció tras ser asesinada misteriosamente. Tal fue el dolor de su amado que el universo le concedió una oportunidad de volver a verla que se repetía cada milenio desde tiempos que la humanidad aún desconoce, pero cada vez que eso sucedía, ella moría asesinada nuevamente y no alcanzaba a saber quién era el extraño que velaba por ella.

― ¿No te cansas de leer esas cosas madre? ― pregunta su hijo mayor mientras prepara su bolso y viéndola sonriente.

― Calla, déjala continuar, amo esta historia ― su hermana lo reprende volviendo a poner atención a su progenitora bajo la mirada burlona del muchachito.

― El mismísimo Shamshiel vagaba por la Tierra buscando a su amada, recorría cada región esperando encontrarla pero década tras década se decepcionaba, regresaba a sus mazmorras dolido y molesto por su estúpida esperanza de volver a verla, de tenerla en sus brazos, de darle un último beso… Y no descansaría hasta encontrarla de nuevo y mantenerla con vida. Por siempre. ― la mujer suspira dejando sus anteojos de lectura sobre su regazo.

― Es algo tan lindo ― la chica suspira.

― Son dos sentimentales ― se carcajea el muchacho.

― ¿Por qué la buscaba por décadas sin encontrarla? ― ladea la cabeza ― ¿No debería esperar a que se cumpla el milenio exacto y recién ir por ella?

― No sé corazón, es un libro, vaya uno a saber qué pensaba la escritora ― se encoge de hombros. ― Será mejor que se den prisa, el vuelo saldrá sin ustedes si siguen así y tu padre se enojará bastante ― regaña ― Luciana, trae tus cosas. Marcos, enciende el auto y ya partan.

Ambos jóvenes asienten preparando todo para salir, el auto aparcado en la acera los espera abarrotado de cosas para el viaje; ambos hermanos se dirigen a casa de su padre para pasar las fiestas navideñas con él –pues sus padres están divorciados desde hace cuatro años y aunque ellos ya no son simples adolescentes la costumbre no ha desaparecido– y así comenzar sus vacaciones.

Tras despedirse de su madre emprenden el viaje en plena carretera, tienen al menos unos cuarenta minutos para llegar al aeropuerto y hablar de trivialidades los saca del aburrimiento, no hay autos que los puedan distraer, a decir verdad no hay absolutamente nadie y eso es lo más curioso debido a que es fin de semana, ¿Dónde están todos?

― Parece que no hay personas que vayan a irse durante estas fechas ― comenta la chica.

― Bueno, eso sí es raro pero puede que no hayan ánimos de festejar ― se encoge de hombros Marcos.

― Tal vez ― responde su hermana viéndolo.

Apoya su cabeza en el cristal de la ventana, algunos árboles se ven pasar y las luces de la autopista no son de mucha ayuda que digamos, Luciana escucha el viento soplar fuerte de pronto y para cuando sus ojos enfocan fuera del auto el cielo gris y cargado de peligrosas nubes la sorprende; Marcos también observa extrañado, hasta hace unos segundos el cielo estaba limpio y el sol que se ocultaba dejaba los últimos rayos de sol brillar intensamente.

― ¿De dónde han salidos estas nubes? ― el muchacho frunce el ceño con extrañeza.

― No lo sé, pero no te detengas Marcos ― Luciana observa hacia atrás, nadie los sigue pero la sensación de querer huir nace en ella de manera frenética, como si estuvieran en peligro.

― ¿Qué ocurre? ― la imita confundido observando varias veces por el espejo retrovisor sin encontrar algo.

De pronto el coche comienza a sacudirse de un lado a otro haciendo que su conductor maniobre como pueda para intentar mantener el control del mismo, la lluvia ha comenzado a caer con fuerza y como por arte de magia y eso no ayuda,  los ojos de Luciana van de un lado a otro sintiendo como el auto se sacude con violencia, de pronto se ven girando una y otra vez, derrapando hasta dar con la banquina para que el auto salga despedido por el aire hasta estrellarse contra el suelo.

― ¿Luciana? ― Marcos toca su cabeza sintiendo el dolor punzante de los golpes.

― Que bueno que llevamos el cinturón ― responde la joven imitádolo.

― ¿Qué mierda pasó? ― Se pregunta el muchacho.

― No lo sé… ― la chica observa por la ventanilla, está muy trizada y no hay mucha claridad pero puede jurar que fuera hay personas, tal vez algo extrañas pero están ahí ― ¿Quiénes son? ¿Nos ayudarán?




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