La clínica médica se encuentra abarrotada de pacientes, principalmente pueden verse adultos mayores, personas que han sufrido algún accidente o con condiciones particulares. Luciana espera pacientemente en la salita mientras juguetea con sus dedos, desea poder dejar de visitar al especialista y volver a su rutina totalmente. El hombre enfundado en un traje blanco característico sale del consultorio llamando por lista, es el turno de la muchacha y la hora de saber si se ha recuperado por completo ha llegado.
― Dime, ¿Has tenido alguna dificultad? ¿Dolor? ¿Incomodidad? ― pregunta examinando la articulación mediante el tacto.
― Ninguna hasta el momento ― responde sonriente.
― Bien, parece que todo está en su lugar ― asiente viendo las placas y resonancias ― Felicidades Luciana, tienes tu merecido alta.
― ¡Sí! ― festeja con una sonrisa y elevando los brazos.
― No te vuelvas loca y lleva las cosas con calma, no quiero verte por aquí de nuevo ― bromea.
― Gracias doctor, me saluda a su esposa de mi parte ― toma sus cosas y sale del consultorio, pensar que la pareja es amiga de su madre le hace suspirar, tuvo tanta suerte de que ellos la atendieran.
Toma su móvil y escribe un rápido mensaje a su madre, lo guarda nuevamente en su bolso y al levantar la cabeza se percata de que no hay absolutamente nadie, ninguno de los paciente que esperaban ser atendidos se encuentra allí, como si hubieran desaparecido todos a la vez; frunce el ceño extrañada, hacia los pasillos no se ve nada más que las blancuzcas luces del edificio, se siente bastante triste el lugar, desolado…
― ¿Hola? ― pregunta volteando a todos lados. ― Juraría que estaba lleno de personas aquí.
“Luciana”
― ¿Quién es? ― nuevamente pregunta observando con atención.
“Ven Luciana, ven”
Camina en dirección a uno de los consultorios laterales, la puerta del mismo esta levemente entre abierta pero tiene la sensación de que hay alguien allí, que es de donde provienen los susurros, una fuerza magnética e invisible la atrae, no puede evitar querer ir allí y juraría que su mente se ha nublado de tal manera que ni siquiera sabe qué es lo que está haciendo realmente, ¿Acaso es un sueño? ¿Qué pasa? ¿Dónde están los dueños de esas voces? Estando a pasos de llegar a la puerta y tener respuestas a sus preguntas siente como es jalada hacia atrás con fuerza, al voltear se encuentra con su hermano enfundado en su traje de enfermero –ya que realiza practicas profesionalizantes- que la ve confundido, con temor en cierto modo...
― Luciana, es un consultorio sin uso, no hay nadie allí ― la observa detenidamente ― ¿Dónde ibas?
― Oh, pensé que había alguien dentro ― sonríe ― No importa, ¿Qué haces tú aquí? Mamá dijo que estarías en el hospital.
― Sí, la universidad ha hecho convenios con algunas clínicas privadas para que podamos experimentar todos los ambientes de trabajo. ― se encoge de hombros ― Hoy me tocó estar aquí, supe que ya tienes el alta, bien por ti.
― Sí, parece que mamá maneja muy bien los chismes. ― ríe.
― No tardó en decirme ― se carcajea.
― Debo irme, saldré con mis amigas esta noche, parece que vamos a celebrar que mi hombro ya está en buenas condiciones ― escribe en su móvil.
Ocupada enviando mensajes no nota la enorme tristeza que hay en el rostro de su hermano mayor, desde el accidente se ha culpado por no haberla incentivado a salir en lugar de pedirle que lo ayudara con su cinturón atascado; está seguro que podrían haber evitado sus heridas e incluso sabe que en otras condiciones se hubiera quedado sin su hermana.
― ¿Cuándo dejarás de echarte la culpa? ― pregunta la joven de pronto.
― ¿Qué? ― lo saca de sus pensamientos.
― Siento que crees que lo que ocurrió es debido a ti y no es así, fue un accidente y ambos tuvimos problemas con eso ― rueda los ojos ― Deja de pensar que pudiste hacer algo porque jamás lo sabrás, estamos bien y eso es lo que importa.
― Bien ― responde algo dubitativo.
― Tengo que irme ya, nos vemos luego y te cuidas ― besa su mejilla y pasa por su lado.
― Tú igual. ― asiente viéndola partir para volver a ver el consultorio vacío, termina de abrir la puerta por completo para terminar de confirmar que no hay nadie, sin embargo, por alguna razón no puede evitar prestar atención a lo que Luciana dijo.
Si bien eran pequeños cuando su hermana comenzó con problemas misteriosos durante la noche recuerda perfectamente todo, las noches en vela de sus padres, el estar vigilando a la niña a cada instante y las incontables veces que fueron visitados por el sacerdote de la iglesia comunitaria para que “revisara” a su hermana; solía escucharla hablar entre sueños y más de una vez la descubrió cruzándose a su habitación porque no deseaba dormir sola. Nunca creyó mucho en lo que la iglesia decía sobre ese tema, sabía que pasaba algo más pero no se atrevió a indagar en el tema, para cuando ambos ya fueron adolescentes el periodo de “inquietud” de Luciana terminó, o eso parecía.
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amor y seres sobrenaturales y mucho mas, amor angeles demonios
Editado: 03.01.2020