El Beso del Demonio

Cap. 03

El almuerzo fue de los más entretenido para las tres amigas, chismes, comentarios y hablar sobre la universidad fueron temas que no faltaron entre ellas, rápidamente Sandra y Clara se pusieron en campaña de persuadir a Luciana para no asistir ese día a sus clases puesto que debía descansar y prepararse para la noche de fiesta que planeaban tener, pero, para su mala suerte la rubia era de las mejores alumnas y no asistir no estaba en sus planes.

― Eres tan aburrida Luciana, podríamos pasar una tarde divertida preparándonos para la noche pero la señorita sabionda prefiere tragar libros en la biblioteca ― rueda los ojos.

― He faltado mucho durante estos cuatro meses, no puedo quedar libre en algunas materias y en otras que no es tan primordial la asistencia hay temas que ni siquiera he visto, quiero sacar lo mejor de mí y un accidente no va a impedírmelo ― comenta.

― Ni siquiera tus amigas pueden ― agrega Sandra divertida.

― No se preocupen, me tendrán toda la noche para ustedes, ya déjenme en paz ― ríe.

Sube a su habitación, de camino piensa con cuidado cuáles serán los libros y apuntes que llevará, tal vez sea buena idea también colocar en el bolso las partituras que ha estado ensayando, debe darle algunos últimos detalles a la pieza musical. En cuanto llega a su cuarto abre la puerta del mismo encontrándose con todas las cosas que estaba dispuesta a buscar en el suelo, perfectamente acomodadas y listas para que ella las tome; abre la boca sorprendida, observa detrás de ella en caso de que sus amigas le estén jugando una mala broma pero no hay nadie en el pasillo, vuelve a prestar atención a los apuntes y no hay duda de que son exactamente los que estaba pensando llevar, ¿Cómo puede ser?

― Esto es tan raro… ― susurra inquieta, toma las cosas con rapidez y baja casi a las corridas hacia la sala de estar donde Clara y Sandra ya se preparan para marcharse a sus casas.

― ¿Todo en orden? ― pregunta la morena viéndola.

― S-Sí, si… ― asiente tomando las llaves. ― Vámonos.

― ¿Segura que está todo bien? ― observa hacia la habitación ― ¿Sucede algo?

― No, estoy apurada es todo ― resta importancia apremiándolas para salir de la casa.

De camino, todo parece ser muy normal y tranquilo, el autobús se mueve con parsimonia debido al horarios y a que la mayoría de los estudiantes lo abordan en cada parada, observa por la ventana algo perdida cuando puede ver en la calle a un joven que la observa fijamente, frunce el ceño, no lo conoce y le causa algo de incomodidad ser vista de esa manera por lo que cambia de asiento; del otro lado del transporte público nota que el mismo muchacho está observándola en la calle, sorprendida se pone de pie cuestionándose como puede ser posible que se encuentre al otro lado de la calle si hace un segundo estaba en el lado opuesto.

― No, esto no está pasándome ― niega algo asustada y tomando el móvil marca a Sandra. ― “¿Qué sucede Lu?” ― Ven por mí a la aparada de autobús de la calle Jefferson por favor, hay alguien que me sigue y tengo miedo. ― “Tranquila, voy en camino, no bajes hasta que yo llegue.”

Vuelve al asiento, toma la cortina azulada y la corre hasta quedar oculta detrás de la misma y acurrucándose en el lugar con el corazón palpitando a más no poder.

“No deberías tener miedo, no te voy a hacer nada Luciana.”

― ¿Cómo sabes mi nombre? ― susurra frunciendo el ceño.

“Se más de lo que crees.”

― Déjame en paz ― responde cerrando los ojos. ― Estás hablando sola Lu, es tu mente jugándote una mala pasada, no te desesperes.

“Lo mismo digo, no desesperes.”    

Cierra los ojos sintiendo el andar del vehículo, esperando poder llegar pronto a destino y ver a Sandra, intenta pensar en otra cosa pero la misteriosa voz en su cabeza no la abandona, no la deja en paz…

― Jovencita, ¿Se encuentra bien? ― pregunta un hombre en el asiento de enfrente.

― Sí ― asiente observando por la ventana, notando que la próxima parada está muy cerca.

Rápidamente se pone de pie, toca el timbre dando aviso al conductor que desea bajar y por ende el autobús se detiene lentamente, rápidamente desciende del mismo observando a todos lados para caminar con prisa entre la multitud de jóvenes, lo que menos quiere es estar sola y sentirse como una presa entre todos ellos; fija la vista en el frente, deteniéndose por completo y abriendo la boca sin escuchar las palabras salir de ella, sus ojos se clavan en la figura encapuchada que la observa, aquellos ojos rojizos que no la abandonan le causan escalofríos, temor y la imperiosa necesidad de salir corriendo, de huir… Retrocediendo con cuidado intenta alejarse cuando su espalda choca de lleno con alguien y del susto da un respingo gritando, llamando la atención de todos los presentes que voltean a verlo.




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