El Beso del Demonio

Cap. 15

Observa su móvil sin poder decidir, ¿Cómo estará su madre? ¿Estará buscándola? ¿Acaso Marcos no ha intentado llamarla?

La pantalla del móvil se encuentra trizada, ni siquiera tiene la certeza de que siga funcionando correctamente y le sorprende aún mas que no haya caído del bolsillo de su pantalón, suspira, ¿Debería decirles donde se encuentra? Involucrarlos podría traerles problemas a ellos y es lo que menos quiere.

Sumergida en sus pensamientos no presta atención a lo que la rodea, no presta atención al cantar de las aves, ni a los pasos que se oyen a lo lejos de personas caminando por el camino del cementerio que conduce a las primeras tumbas, ni siquiera el viento meciendo su cabello puede sacarla de su ensimismamiento; de repente, como por arte de magia un silbido se hace escuchar, se escucha lejano por momentos y cerca por otros, levanta la vista, observa a la pareja de camina a unos metros de ella y nada parece indicar que han tenido algo que ver, voltea, Clemente tampoco se encuentra allí…

― ¿Hola? ― se pone  de pie, es absurdo haber preguntado pero no se le ocurrió otra cosa. ― Que extraño…

Nuevamente el silbido se hace presente, frunce el ceño, es peculiar, tiene cierto tono que no ha escuchado a nadie entonar pero está segura que lo ha oído en algún lado, de alguna persona… Corre tras lo que cree que puede ser el camino donde se origina el sonido, se adentra en lo profundo del lugar, allí donde las tumbas llevan años y años sin ser visitadas, donde algunas están por ser vaciadas para dejar lugar, donde las flores secas ya han desaparecido casi por completo y donde las personas no han pisado desde hace algunos años ya –sea porque ya no hay parientes directos del difunto o porque nunca se dignaron a ir en primer lugar y con el tiempo olvidaron-.

― ¿Hay alguien aquí? ― pregunta viendo a todos lados, ya no escucha nada, ¿Será que le ha parecido? ¿Habrá sido producto del viento al pasearse por el lugar a sus anchas?

― No has perdido la habilidad de encontrarme ― Lucifer aparece de entre las tumbas olvidadas. ― Solías acudir a mi cuando el silbido comenzaba, nunca fallaba, nunca lo ignorabas no importaba que estuvieras haciendo.

― Lucifer ― susurra viéndolo atenta a sus movimientos. ― Se supone que no puedes entrar aquí...

― Las personas y los Ángeles suponen muchas cosas de mí, pero, con los siglos he aprendido y adquirido poder y habilidades que me permiten hacer de las mías ― le sonríe, tal acto llama la atención de la muchacha, no es una sonrisa de sorna o egocentrismo, es sincera...

― ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué no me asesinas de una vez cuando tienes la oportunidad como ahora? ¿Es que acaso quieres torturarme? ― pregunta ahogando sus sentimientos en un jadeo.

― ¿Tanto deseas morir? ― Su rostro se vuelve serio.

― No, pero parece que nunca he tenido otra opción ― responde con resignación.

― No quiero matarte, quiero que recuerdes porque solo así podrás llegar a la verdad ― camina unos pasos hacia ella pero se detiene en cuanto la rubia retrocede.

― ¿Recordar que? ¡Dime de una vez! ― espeta ― Solo prolongas las cosas como Shamshiel...

― No me compares con él ― aprieta los dientes.

― No te comportes como él entonces ― lo enfrenta.

― No me enfrentabas desde hacía tiempo, siempre has sido muy testaruda ― ríe por lo bajo ― Era una de las cosas que me fascinaba de ti.

― ¿Si tanto te fascinaba porque me has matado a lo largo del tiempo? ― escupe ― No voy a caer en tus juegos, eres el Diablo, no confiare en ti ni en tus intentos de verte amable, Sham y Tamiel llegaran en cualquier momento y no querrás estar aquí cuando eso pase.

― Lo que más deseo en el mundo, además de ti, es poder hincarles mi espada a esos dos intentos de Ángeles y sacarles a gritos agonizantes cada parte de la verdad que te ocultan ― masculla ― Ven conmigo y sabrás todos los detalles, ellos no son quienes tú crees.

― No iré a ninguna parte, ¡Habla aquí y ahora! ― exige.

Lucifer la observa suspirando, es evidente que no dará el brazo a torcer por ahora pero le deleita verla recobrar algo de su personalidad, le complace, le da aquello a lo que los humanos se aferran; esperanza.

De un rápido movimiento el pelinegro se acerca a ella logrando depositar un beso en su mejilla, causándole cierto dolor en la piel, como si agua caliente hubiera caído sobre ella.

― ¡Espera! ― se aparta mostrando una mueca de dolor.

― No es la intención, es solo que... ― desvía la mirada.

De un segundo a otro el gobernante del infierno voltea hacia donde la entrada del cementerio se encuentra, maldice por lo bajo y observa a la rubia nuevamente pero, la cuestión es, que ella ya no se encuentra ahí; corre lejos de ese ser maligno, regresa por donde vino buscando con la mirada a Clemente o a su protector pero no logra divisar nada. Las personas se han marchado ya, raramente puesto que apenas son las seis de la tarde y las puertas se cierran a las nueve de la noche; posa su mano en una de las lápidas mientras respira agitada por la repentina carrera, apenas sus dedos entran en contacto con el material nota la frialdad de este, quizás demasiado y algo exagerado teniendo en cuenta la época. Frunce el ceño, desde el cielo puede verse caer un manto blanquecino con suma lentitud, ¿niebla, quizás? El batir de alas repentino y estruendoso se escucha por todo el lugar y la hace voltear viendo fijamente el cielo, probablemente Shamshiel haya regresado ya de lo que sea que haya estado haciendo y es el momento perfecto para encarar la situación y pedir explicaciones sobre todas sus dudas por lo que corre apresurada hasta la casa donde Clemente vive esperando poder encontrarlo allí antes de que intente marcharse nuevamente.




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