El Beso del Demonio

Cap. 18

La oscuridad de la noche ha comenzado a caer, el aire fresco balancea algunas hojas en la copa de los arboles más cercanos y pronto la ciudad cobra otro tipo de vida, una más libertina y salvaje que la que puede apreciarse cuando el sol reina, es el momento perfecto para que el rey de los pecados sea convocado, para llamar su atención… Shamshiel deja caer el suelo aquel polvo platinado que ha sido forjado en el mismo averno, aquel polvo que le permite a los demonios viajar entre las dimensiones a sus anchas, poder tener control de sus presas con solo esparcirlo cual trampa  y el que ha sido buscado por los celestiales desde tiempos memorables sabiendo que es sumamente peligroso; bajo sus pies, los círculos y dibujos extraños en lenguas no conocidas –propias de estas criaturas que viajan por las dimensiones- se encienden tenuemente en un color rojizo, inmediatamente el aire se vuelve denso y pareciera que el viento corre con tanta lentitud que crispa los sentidos de cualquiera, la negatividad en el ambiente cae como si de una manta se tratara, cuesta respirar, un putrefacto olor surge repentinamente en el momento en que oculto entre las sombras del callejón se vislumbran un par de ojos rojos y radiantes.

― Tiempo sin verte Shamshiel, tiempo esperando este maldito momento ― sisea acercándose lentamente, a paso confiado en exceso.

― No creo que sea tiempo de tus reproches ― Sham lo ve seriamente.

― ¿No crees que sea tiempo? ¿Crees que tienes siquiera la posibilidad de venir a decirme de que mierdas es tiempo o no? ― eleva una ceja ― No te olvides con quien hablas, traidor.

― Todo habría sido más fácil si hubieras renunciado a ella, no podías hacerla feliz viviendo en las mazmorras como un fugitivo, ni siquiera puedes aparecer en un lugar sin traer el hediondo aroma de tus cuevas ― responde molesto, sabe mejor que nadie lo que es vivir en el infierno, lo hizo durante mucho tiempo antes de servir a Lucifer en sus misiones en la Tierra. Niega lentamente, no es momento para esto, claro que no. ― Pero no he venido a hablar de rencores o diferencias, quiero que me la devuelvas, piensa en su bienestar y en lo que merece en su vida.

― Es increíble cómo te vuelves contra tu propia naturaleza, ¿Hediondo aroma? Mi querido Shamshiel, tus poros despiden ese olor cada vez que respiras, lo traes impregnado en el cuerpo, en lo que te queda de alma, hasta el solo hecho de verte a lo lejos uno puede saber que perteneces al Infierno, ¿Es acaso eso lo que molesta? ― ríe cuando lo ve apretar los puños, ha dado en el clavo ― En mi mundo ella era una reina, nadie jamás le haría daño y tendría acceso a miles de oportunidades que esta vida mundana y aburrida no podía ofrecerle, pero decidiste quitarle todo ello, decidiste que lo mejor era matarla porque no eras capaz de enamorarla ― escupe ― Juro que no descansaré hasta que vea tu cadáver pudrirse bajo tierra ― ambos se ven seriamente, Tamiel observa desde atrás esperando alguna reacción de parte de su ex líder, podría ser mortal para ellos bajar la guardia ― ¿Qué te la devuelva? ― cambia la expresión ― Tú no tienes a Luciana, ¿Qué hiciste con ella?

― Eso te preguntábamos ― Tamiel interviene en la conversación. Lo mejor es poder mantener el odio entre ambos a raya para concentrarse en lo que es verdaderamente importante ― Parece que alguien más la secuestró, no sabemos quién ni donde ni como, solo tengo la certeza de que esta herida pero no es grave.

― ¿Herida? ― maldice por lo bajo ― No hay que perder tiempo, tengo enemigos en todos lados por lo que podría ser cualquiera, ¿Dónde se ocultaron para que pudieran encontrarla? ¿Acaso no aprendieron nada siendo leales súbditos?

― Para nuestro favor, estábamos en un cementerio, se supone que allí ninguno de los tuyos puede entrar ― comenta acercándose a ambos.

― Es más que claro que no ha sido de mi lado ― ladea la cabeza ― Los ángeles, deben haber sido ellos quienes se la llevaron aunque no tengo idea de porqué.

― Se supone que le dieron el don de reencarnar, ¿Por qué herirla o matarla? ― pregunta Tamiel.

― Tal vez se cansaron de verla sufrir en vano y quieren de regreso ese milagroso toque ― sisea el diablo para ver con ira a aquel que consideró su mejor amigo en algún momento.

Lucifer suspira, da media vuelta en su eje para dirigirse a aquel rincón de donde emergió, sus alas arrastran considerablemente en el suelo y puede verse como las puntas de las plumas llevan una especie de alquitrán que tiñe de negro todo lo que cruza en su camino.

― Que te haya dado aviso no quiere decir que hayamos limado asperezas ― suelta Shamshiel.

― Tu y yo nunca podremos limar asperezas, no está en mi perdonar y no pretendo implementarlo contigo, en cuanto la tenga en mis manos sana y salva le revelaré la verdad de todo lo que has hecho, de todo lo que le has hecho a ella por tu estúpido egoísmo y obsesión ― sonríe ― No vas a ganar esta vez.

― Ya veremos. ― lo enfrenta.

La oscuridad de la noche ha comenzado a caer, el aire fresco balancea algunas hojas en la copa de los arboles más cercanos y pronto la ciudad cobra otro tipo de vida, una más libertina y salvaje que la que puede apreciarse cuando el sol reina, es el momento perfecto para que el rey de los pecados sea convocado, para llamar su atención… Shamshiel deja caer el suelo aquel polvo platinado que ha sido forjado en el mismo averno, aquel polvo que le permite a los demonios viajar entre las dimensiones a sus anchas, poder tener control de sus presas con solo esparcirlo cual trampa  y el que ha sido buscado por los celestiales desde tiempos memorables sabiendo que es sumamente peligroso; bajo sus pies, los círculos y dibujos extraños en lenguas no conocidas –propias de estas criaturas que viajan por las dimensiones- se encienden tenuemente en un color rojizo, inmediatamente el aire se vuelve denso y pareciera que el viento corre con tanta lentitud que crispa los sentidos de cualquiera, la negatividad en el ambiente cae como si de una manta se tratara, cuesta respirar, un putrefacto olor surge repentinamente en el momento en que oculto entre las sombras del callejón se vislumbran un par de ojos rojos y radiantes.




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