El Beso del Demonio

Cap. 21

RECUERDO 3

“Tocaba el piano con desgano, había aprendido a hacerlo cuando tenía unos cinco años de edad solo porque mi madre adoraba el instrumento pero era demasiado terca para tocarlo ella misma, si me pongo a pensar detenidamente en mi vida he aprendido y estudiado todo lo que mis progenitores habían querido solo para poder alardear frente a las amistades de los muchos talentos y conocimientos de su hija menor –aunque para mi fuera lo más tedioso del mundo y, a veces, triste-.

― Nunca me canso de escucharte Luciana ― suspira mi madre mientras se abanica.

― Que bueno que una de las dos lo disfrute ― respondo viéndola.

― Siempre tan dramática, piensa lo hermoso que será que le toques a tu esposo y le enseñes a mis futuros nietos ― me sonríe.

― No tengo esposo ― susurro.

― Lo tendrás en unos días, no te preocupes saldrá todo más que bien ― se pone de pie arreglando su cabello.

― No me preocupo, mamá, estoy tranquila ― le sonrío imitándola y ella se me queda viendo, creo que esperaba que yo hiciera alguna rabieta o rompiera en llanto, pero no será así.

Beso su mejilla y paso por su lado a paso tranquilo, estoy segura de que Lucifer no dejará que me case, sé que de alguna manera sortearemos esto y podre ser libre para largarme de aquí con él; desde aquella vez en el baile, me ha buscado sin cesar, nos hemos encontrado en secreto y he pasado horas maravillosas en su compañía, viendo el mundo como él lo hace, conociéndolo un poco más aunque suelo pensar que no todo lo que muestra es real, creo que en el fondo oculta algo, algo que teme mostrarme pero que no le importa que los demás lo conozcan.

Llego hasta la que es mi habitación, apenas entro en ella veo algunas maletas preparadas y es que tan solo en una semana yo estaré teóricamente casada con un duque, un hombre al que no conozco –puesto que la noche en que debíamos ser presentados no acudió por cuestiones personales- y todas mis pertenencias serán llevadas a su mansión para que me instale cuanto antes; la sola idea me repugna, me molesta de sobremanera. Mis padres dicen que últimamente estoy diferente, que les falto el respeto contestándoles cosas absurdas y que hasta mi forma de caminar ha cambiado, no lo he notado pero de ser así es porque estoy cansada de ser la muñeca de trapo con la que todos juegan.

De pronto siento mi cintura ser rodeada por un par de brazos fuertes y no puedo evitar dar un respingo en el lugar para voltear rápidamente y encontrarme con la sonrisa de mi pelinegro.

― ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? ― Lo estrecho con gusto, adoro tenerlo cerca.

― Por la ventana ― sonríe ― No tienes mucha seguridad para ser de una familia tan importante.

― Bueno, no me gusta eso de los escoltas ― ruedo los ojos.

― ¡Son unos bebés en esta familia! ― se burla.

― ¡Baja la voz! ― cubro su boca con mi mano ― Mi padre te escuchará, podría entrar en cualquier momento y pensar que esta es una situación dudosa porque estoy en mi alcoba con un hombre que no es mi esposo.

― Muero de ganas por verlo aparecer por esa puerta y decirle que me muero de ganas por follarme a su hija ― sonríe divertido.

― Vaya, que caballerosidad, siempre tan galante ― me cruzo de brazos sonriendo.

― Oh, perdona, ¿Deseabas que te dijera que te haré ver las estrellas y el mismo universo cuando acaricie tu piel? ― recita cual perfecto orador ― ¿Así o todavía no soy lo suficientemente soso?

― Mejoró, pero creo que eres tú el que se muere porque yo le diga que deseo que me haga el amor como a él le plazca ― susurro acomodando mi cabello, viéndolo de reojo.

Me jala en su dirección abrazándome con fuerza, su mentón se apoya en mi cabeza y yo escondo el rostro en su cuello deleitándome con su perfume, no sé qué es, no lo he sentido nunca pero me fascina, es como su marca personal.

― ¿Estás bien? ― pregunto al cabo de unos segundos ― Estaba bromeando, no quería incomodarte.

― Lo sé ― susurra ― Es solo que me gustaría que no fuera solo una broma.

― Oh… ― suelto sin saber qué más decir, a mí también me gustaría que fuera de esa manera pero tengo mis inseguridades y miedos y aun no sé qué va a ser de mí. ― Con el tiempo…

― Con el tiempo… ― Secunda. ― Ahora, vámonos, tengo algo que mostrarte.

― ¿Irnos? ¿Cómo vamos a salir? ― lo veo asombrada, mi casa es como una gran prisión.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.