El Beso del Demonio

Cap. 24

Banshee se retuerce en el suelo, la daga que ha incrustado el arcángel en su cuerpo ha hecho bastante daño pero nada que no pueda regenerarse en unas horas de descanso, para su mala fortuna Luciana no tiene ese tiempo y a juzgar por la molestia de Amenadiel no será nada compasivo con ella; la joven proveniente del infierno cierra los ojos al escuchar a la rubia gritar, si tan solo pudiera defenderla… pero no pertenece a un rango que pueda hacerle frente a un arcángel y salir victorioso, estando en esa preocupación  y acumulando tanto estrés como energía logra sentir algo en su ser, como si la fuerza incrementara y de repente por su cuerpo se esparce aquella sensación de peligrosidad que ahuyenta a todo aquel que quiere hacerle frente, sensación de poder, sabe que Lucifer está cerca…

― ¡No! ― la chica cae al suelo tocando su rodilla derecha, siente una gran punzada en la rótula, pareciera que el golpe recibido es bastante fuerte.

― ¿Sigues dándome la misma respuesta? ― eleva una ceja viéndola, si fuera por él las horas de tortura serían largas pero no puede perder más tiempo, necesita a Lucifer en el plano terrenal.

― No te daré el gusto  ― susurra aguantando un quejido.

― Bien  ― se encoge de hombros para tomar su pierna con fuerza desmedida y retorcerla causando que un sonido incómodo y algo impactante llegue a oídos de la rubia.

― ¡Detente, estás loco! ― grita adolorida. ― ¡Auxilio!

Para sorpresa de todos los presentes en medio de todo aquel galpón el suelo pareciera estar derritiéndose quedando a la vista como si vieras un charco de viscoso alquitrán, Banshee observa esperanzada mientras Amenadiel quita la vista de la muchacha que yace a sus pies para encontrar los fieros ojos azulados de Lucifer al comenzar a emerger, el aroma a sulfuro impregna el lugar y obliga al arcángel a soltar una mueca de incomodidad; el diablo observa de hito en hito a su joven demonio y luego a la rubia para clavar nuevamente los ojos en el celestial, es más que obvio que se encuentra confundido, de todos sus posibles enemigos en quien menos pensó es en un arcángel y mucho menos uno tan cercano a los mandatos del Creador. Eleva una ceja, ¿Qué se trae el alado entre manos?

― Lucifer, me preguntaba cuando harías acto de presencia  ― lo ve fijamente.

― Amenadiel, debo confesar que estoy sorprendido  ― habla tranquilo. ― No esperaba tener que verte, mucho menos lidiar con tus posibles problemas mentales.

― No tengo tantos como tú y tu pestilente prole ― contesta con una sonrisa de lado.

― Bueno, para ser un enviado del Cielo eres bastante sombrío, das algo de lastima ― ríe por lo bajo ― No pienses que voy a aceptarte en mi mundo, no quiero escorias.

― ¿Cómo vives contigo mismo entonces? ― ríe. ― ¿Ya ves Luciana? Tal y como te lo había dicho.

― Lucifer  ― Luciana levanta la vista para verlo por primera vez desde que recobró todas sus memorias de vidas pasadas. El nudo en la garganta se apodera de ella, las ganas de pedirle perdón hasta desfallecer no faltan pero la situación no es la mejor de todas.

El caído la ve con adoración pero también extrañado de que no haya salido despavorida como veces anteriores, de que no quiera huir del lugar o de siquiera intentar negar lo que está sucediendo con la excusa de que probablemente está siendo víctima de un ataque de nervios o de psicosis; para ser sinceros el alivio que siente al saber que lo reconoce es enrome, si tan solo ella supiera todo lo que ha tenido que pasar para poder verla, para poder tener una oportunidad, una última chance...

― Oh, ella  ― la ve sonriendo  ― Le devolví sus recuerdos como una cortesía por ser tan valiente, pero me hubiera gustado que tuvieras más instinto para poder encontrarla y habríamos ahorrado una pierna quebrada.

― ¿Qué? ― masculla  ― Te arrancaré las alas una por una hasta que le pidas perdón. ― escupe amenazante, quiere abalanzarse sobre él pero lo detiene el hecho de que la humana sigue estando bajo sus garras y al alcance. ― Eres astuto, no te he podido rastrear, parece que has conseguido camuflarte muy bien de mí pero hiciste sangrar a uno de mis demonios y eso lo huelo a kilómetros  ― observa a Banshee –quien parece estar mejorando- negando lentamente, dándole a entender que no debe meterse de aquí en más.

― Mis disculpas linda Luciana, parece que después de todo había funcionado y podríamos habernos ahorrado el problema de tu pierna ― luce hipócritamente culpable.

Inmediatamente se lanza contra Lucifer golpeándolo, la sorpresa es tan repentina que lo único que le pelinegro atina a hacer es cubrirse con sus alas y caer al suelo estruendosamente, este se pone de pie sin dudarlo y logra detener la espada del arcángel en pleno vuelo, no es un secreto que el ser alado es un gran espadachín pero también es conocido por su traicionera forma de pelear a la hora de enfrenarse con alguien, no es de fiar, no sigue las reglas y si puede tomar ventaja de cualquier manera habida y por haber, lo hará; Banshee jadea al ver como su amo es lanzado por los aires, se pone de pie como acto instintivo pero cae de rodillas sintiendo su piel escocer, aún no está del todo cicatrizada la herida. Siente como es jalada con cuidado y al voltear se encuentra con su hermano que la ve aliviado y con algo de reproche, se permite relajarse un poco al saber que está respaldada.




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