El Beso del Demonio

Cap. 27

Observa con detenimiento a su alrededor, ver nuevamente su vecindario le trae cierta nostalgia, los vecinos que por allí se pasean ni siquiera la notan, es como si fuera una completa extraña ante sus ojos, alguien que no ha vivido allí nunca pero no se deja amedrentar; continua caminando observando las casitas que tanto ha visto tiempo atrás, en cuanto llega  a la esquina puede ver su hogar, aquella construcción que ha habitado desde que tiene memoria  y que conoce tan perfectamente que podría construir una réplica sin ningún problema. Apenas se detiene sobre la acera, la puerta de la casa se abre para su sorpresa, su madre aparece ataviada con su uniforme de enfermera, parece estar cansada y las bolsas bajo sus ojos no la favorecen en nada; Luciana sonríe la verla, camina con cuidado a ella pero Marcos aparece detrás de la mujer clavando su vista en ella con interés, frunce el ceño logrando que la mujer note la presencia de la rubia.

― Hola, ¿Necesitas algo? ― pregunta la mujer con una sonrisa.

Luciana la observa con media sonrisa, siempre ha sido atenta y servicial, suspira negando y retrocediendo algunos pasos, no tiene caso decirles nada, ellos no la recuerdan; su madre, la mujer que le dio esta vida ni siquiera se ha inmutado por su presencia pero al menos sabe que estando desvinculados de ella estarán a salvo.

Da media vuelta alejándose de ellos que la ven confundidos y sin una buena explicación, caminar lejos de su familia es lo que menos pensó en hacer pero las vueltas de la vida se han convertido en un verdadero problema.

Derrama algunas lágrimas, despedirse siempre es difícil, no pensó que dolería tanto o que los recuerdos la torturarían así, ¿Dolió de la misma forma en vidas anteriores? Solo tiene total conocimiento de los primeros progenitores que le dieron vida, aquellos que solo pensaban egoístamente en lo que podían obtener con su matrimonio pero a pesar de todo eran familia, a veces, la familia puede ser de lo más peculiar y problemática…

― Es lo mejor para ellos Luciana ― Lucifer la observa, la ha esperado al final del callejón del barrio, la despedida debía hacerla ella sola…

― Lo sé ― susurra secando sus lágrimas.

― Deja que corran ― acaricia su mejilla ― Llora todo lo que necesites, te sentirás mejor.

― No me gusta llorar, eso no ha cambiado ― le sonríe.

― Alguna vez alguien que tenía esperanzas en mí dijo que para limpiar el alma solo hace falta llorar las penas, supongo que tiene razón. ― sonríe de lado sabiendo que tales palabras las escuchó antes de caer del Cielo.

― Sí ― asiente. ― ¿Ahora qué?

― Ahora debemos regresar, es necesario poner en marcha el plan y quiero que estés segura de lo que harás, solo lo necesario y nada más; no intentes ser heroína o algo por el estilo, ¿De acuerdo? ― la ve de reojo mientras toma su mano al caminar.

― De acuerdo ― asiente.

― Leviatán será tu acompañante, es… ¿Cómo dicen ustedes los humanos? Simpático ― ríe ― Solías llevarte bien con él.

― No recuerdo mucho esas partes, solo algunas cosas sobre ti pero principalmente mis vidas mundanas ― suspira ― Es frustrante.

― Con el tiempo las recobrarás, no te precipites ― observa a ambos lados, hay demasiada gente como para abrir las puertas del Infierno allí mismo.

― ¿Confías en él? ― pregunta de pronto la rubia con la vista clavada al frente, sin darle importancia a las miradas recibidas por los espectadores.

― Sí, con él vas a estar a salvo en tanto sigas mis instrucciones ― la observa ― Eres bastante testaruda cuando quieres, solo ten en cuenta que no podrás revivir de nuevo, si algo te pasa en esta vida ya no vas a regresar Luciana y te habré perdido para siempre. ― Rápidamente la estrecha contra él tomándola por sorpresa.

― No me perderás, te lo prometo ― suspira.

Pasando el plano terrenal, en aquel mundo donde los pecadores son castigados, donde las bestias menos pensadas caminan libremente y donde los caídos son dueños y señores se organiza una rebelión contra Amenadiel; todos están más que avisados del porqué de la pelea, del porqué levantarse ahora contra el ángel traidor y es que si bien no lo hacen porque les nazca sino porque es algo bueno para su propio beneficio, lo harían incluso si odiaran hacerlo tan solo por devoción a Lucifer y también, por miedo.

Los soldados de menores rangos se preparan, algunos tiene líderes como Mamón y Belcebú, otros pelean por su cuenta siguiendo las órdenes de Lucifer; los generales infernales se alistan, las bestias más inmundas y mortales caminan listas para atravesar la barrera que los separa del plano terrenal mientras que los demonios más sumisos le brindan sus poderes y habilidades a sus superiores.




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