Me mude aquí hace poco menos de dos años. Y, aunque haya vivido aquí todos los veranos por quince años, nunca pretendí venirme a vivir fijamente. Sino hubiese sido por el accidente y porque no me quedaba otra opción, me hubiera quedado en Alaska, pero las cosas nunca pasan como uno cree.
Recuerdo que llegué solo con mi maleta, lo que tenía puesto y treinta dólares. Mi abuela me estaba esperando en el aeropuerto, con mi tío Pablo. Duramos dos horas de camino a casa, pues ellos vivían en un pueblo alejado de la ciudad. La casa estaba igual a como la había dejado seis años atrás, pero se sentía una tristeza y soledad que nunca antes había sentido. Pá no estaba.
El pueblo era grande, pero con pocas personas. La mayoría de las personas que viven aquí tienen más de sesenta años, los jóvenes que han nacido aquí a la menor oportunidad para irse se van. No hay muchas cosas que ver o en las cuales pasar el tiempo. Se podría decir que solo hay una cosa de todo o no hay nada.
Él llego poco después de mi llegada, en la misma semana para ser exactos . Todos en el pueblo habían comenzado a hablar, no era normal que en tan poco tiempo vinieran dos personas no relacionadas. Decían que era descendiente de la familia maldita. Pues se quedaba en los terrenos que les pertenecían. Ya habían comenzado a darle tiempo para que se muriera.
Pero no lo hizo, nunca lo hacía.
Y todo comenzó a cambiar después que llegaron.
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Editado: 26.01.2020