El beso del Dragón

Dulces sueños (3)

-Hola

-Iba al baño y me perdí -empecé a decir nerviosa mientras me ponía en pie -, esto parece un laberinto...

-Tenemos que irnos -me interrumpió.

Sentía como el libro se resbalaba por mi espalda.
Instintivamente puse mis manos en mi espalda para evitar que cayera al piso.

El sé acercó más a mi. Se veía enojado, sus ojos ardían y su mandíbula estaba tan apretada que podría jurar que escuchaba como se quebraba.

-A dormir, Dominic.

Nuevamente en su boca se alzaban dos enormes colmillos y sus ojos se habían tornados rojo como fuego. Está vez no cerré los ojos.

-¡No! -grite. Pero ya era muy tarde, el olor a durazno y limón ya me había rodeado.

-¿Quien es ella, mamá? -pregunto el pequeño niño mirando a la niña jugar con los juguetes que le pertenecían.

-Es tu hermana -contesto la madre cariñosamente acariciando el abundante cabello del niño.

-Ella no es mi hermana, mamá -dijo mientras se acercaba a la niña a arrancarle el carrito con el cual jugaba. 
La niña de enormes ojos empezó a llorar.

-Si es tu hermana -afirmo el padre regresandole el juguete a la niña.

-¡Oh Dios Santo, Dominic! -grito Má entrando a la habitación. Me incorpore lentamente. Mi cabeza dolía mucho.

-Mamá -susurre confundida al ver que estaba en mi habitación.

-Pensé que te había pasado algo -dijó abrazándome.
-El pueblo es un caos. Ese pobre chico fue devorado por los lobos. Y tú qué estabas tan cerca. Pensé que te habían desaparecido a ti también.

-¿Eh?

-Me alegra saber que pudiste huir.

-¿huir?

-Tengo que llamar a la estación para informar que estás en casa

Hablaba muy rápido. Estaba nerviosa y desconcertada.

-Date un baño, cariño. Te traeré un sándwich -dijó soltandome. Antes de salir de la habitación me miró melancólica. 
-Vuelvo enseguida.

-¿Qué diablos está ocurriendo? -dije tapando mi cara con ambas manos. Olían a madera quemada.

Todo lo que viví ha sido real. Pero aquel chico no fue debitado por lobos, eso no era un lobo.

Me quedé un largo rato pensando, tratando de entender algo de lo que había pasado pero simplemente parecía algo imposible.

-Querida -susurro mi abuela entrando en la habitación. Traía una bandeja con comida. 
-Come para que te bañes. El alguacil vendrá para hacerte unas preguntas

-No tengo apetito -dije saliendo de la cama. Con lo abrumada que estaba no me había dado cuenta que llevaba una bata puesta y estaba segura que yo no me la había puesto.

-Como quiera te lo dejaré aquí por si cambias de opinión -puso la bandeja en la mesita de noche. -Te quiero mucho, Dominic -susurro antes de salir.

-Bajaré en un rato.

Me desnudé. Por suerte, aún seguía con ropa interior.

Entre a la duche y dejé que toda el agua me limpiará. Se sentía muy bien.

-El libro -susurre para luego salir de la ducha muy rápido. El agua que goteaba mi cabello mojo toda la habitación.

Aunque tenía la firme intuición de que él se lo había llevado como quiera la busque. Lo busque por toda la habitación, arriba del closet, dentro del mismo. Arriba y abajo de la cama y las mesitas de noche. En las gavetas del tocador. En la ventana, debajo de los cojines.

-Ese idiota -bufé fustrada tirándome a la cama.

-Niki -susurro Ma desde fuera de la habitación -. ¿Estás hablando sola? El alguacil ya está aquí.

-Ya salgo -avisé poniéndome en pie de mala gana.

Rápidamente me puse ropa y bajé. Estaban en la cocina, podía escuchar lo que hablaban.

-¿Me está diciendo que simplemente la encontró en su habitación? -preguntó el alguacil.

-Si, lo más probable es que espantada haya regresado aquí -respondió Má con firmeza.

-Buenas Noches -salude al entrar a la cocina. El alguacil y el policía que lo acompañaba se pusieron en pie para estrechar mi mano.

-Mucho tiempo sin verla, señorita Thompson -dijó el alguacil tomando asiento -. Lamento lo que pasó. Mi más sentido pésame.

Sonreí en forma de respuesta.

-Este es uno de los novatos de la estación -empezo a decir mirando al muchacho -, El policía Tamayo.

-Un gusto -dije tratando de sonreír un poco.

-Prepararé un poco de café -susurro Má parándose de la mesa.

-Bueno, ¿qué es lo que tiene que hablar conmigo? -solté cruzando mis manos sobre la mesa. El oficial Tamayo no dejaba de mirarme, como si me analizará. ¿Será que todos en este pueblo son tan mal educados?

El alguacil sonrió.

-Bien, vamos al punto -se acomodo en la silla. El oficial Tamayo saco una pequeña libreta y un bolígrafo.

-¿Donde estaba a eso de las 4:00pm?

-En el trabajo, limpiando los almacenes -respondí sin dejar de mirarlos. Tamayo anotaba.

-¿No escucho nada o vio algo fuera de lo normal? -preguntó.

Paso algo. Algo feo, pero no recordaba exactamente él que. De repente sentí un dolor punzante en las sienes.

-Lobos -susurre recordando que Má lo había mencionado.

-¿Lobos? -preguntó Tamayo.

-Si, lobos -respondí tratando de sonar segura. Eso tubo que haber sido.

-¿Los vió o los escucho? -preguntó acercando su torso más a mi.

-Gracias -susurro Tamayo cuando Ma, le sirvió el café.

El oficial sin dejar de mirarme asintió cuando Ma, puso el café en frente.

Ma lo miro severamente mientras s sentaba al lado de mi.

-Ambas cosas -conteste recordando como los lobos destrozaban el cuello de aquel hombre. 
-Yo estaba limpiando, escuché ruidos y salir a ver qué era, luego ví a un lobo encima de él cuerpo de un hombre y salí corriendo.

-Estaba asustada, alguacil -susurro mi abuela apretando mi mano -. Los citadinos no están acostumbrados a ver ese tipo de animales.

-¿Corrió hacia dónde? -preguntó el alguacil.

-¿Me está acusando de algo, señor Sánchez? -pregunte. Me sentí tan extrañada, no recordaba su nombre cuando lo había visto. Aunque si recordaba que era uno de los compañeros de pesca de papá cuando veníamos de visitas.
-¿Soy sospechosa de algo?




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