El beso del Dragón

El diario del dragón (1)


-¿D... Demonio?

-Si, Dominic -susurro a unos pocos centímetros de mi rostro.

-Tengo que hablar con la policía -comente dándome la vuelta y tomando el pomo de la puerta.

El puso su mano por encima de mi hombro, para que no abriera la puerta. La cercanía de su cuerpo me hacía temblar.

-¿Le dirás qué estabas en el castillo de los Volaide, que fueron unos demonios y que puedo jugar con tu mente? -preguntó

-¿Que es lo que quieres? -pregunte con la vista clavada en la puerta.

Duramos unos segundos en silencio. Parecieron siglos.

-No tenemos nada que ver con los engendros -comento bajando el brazo.

-V...vete -susurré mientras mi estómago se encogía.

-¿Qué dijiste? -sentí como su cuerpo rozó el mío y sus labios se acercaron a mi oreja.

-¿No quieres respuestas? -susurro en mi oreja. Sentí un escalofrío recorrer toda mi nunca.

Mis piernas temblaron, en ese momento no pude asegurar que fuera exitacion o miedo.

Tomé una gran bocada de aire y me aferre más a la puerta.

-Quiero que te vayas -dije apretando mucho los ojos con la esperanza de que cuando lo abriera ya no este.

Sentí unos segundos interminables en los que sentía como su cercanía oprimía mi pecho.

-Vete -volví a decir sin abrir los ojos.

Cuando estaba pequeña todas las noches tenía un sueño en el que un ser de fuego me iba a buscar, consumía todo mi aire y me llenaba de miedo. Sentía que en cualquier momento iba a acabar conmigo, mientras trataba con todas mis fuerzas de gritar, gritar para que mi mamá me escuchara y me salvará, pero nunca pasaba, nadie me escuchaba y la criatura solo se iba justo antes de que despertara. 
Ahora mismo sentía esa misma sensación, como si mi pecho iba a perforar mis pulmones y en cualquier momento dejaría de vivir.

-VETE DE AQUÍ -grité lo más fuerte que pude -VETE VETE VETE

Lo repetía una y otra vez con los ojos apretados. Tenía la esperanza de que al abrirlo estaría en Alaska, en mi casa.

-¡Domic! -Ma golpeaba la puerta con fuerza -¡Dominic abre!

Los gritos de Ma hicieron que volviera a mi cuerpo. 
Ya él no estaba. Pero seguía en el pueblo.

-Dominic -abri la puerta.

-¿Que pasó?

-Creo que solo fue una pesadilla -susurre mirando su cara de preocupación.

Me abrazo. Sus delgados y desgastados brazos rodearon mi cuerpo y sus delgados labios besaron mi hombro.

-Lo siento tanto, Dominic. Has pasado por tanto...

-No importa -iba a decir algo pero la interrumpí -. En serio, no importa.

-Esta bien, cariño.

-Creo que iré a dormir... De nuevo...

-¿Quieres que me quede? - pregunto mirándome con preocupación.

-No, no, estaré bien -asegure.

Siempre imagine que este pueblo habían adas y unicornios escondidos en el bosque. De niña solía ir al río a ver si encontraba a alguna ninfa. Ya al crecer me di cuenta que nada de eso podía ser posible. 
Ahora tengo que cuidarme porque una especie de super familia inmortal está en el pueblo y hay demonios sueltos.

No pegué un solo ojos si quiera. Las primeras horas de la madrugada me pase arreglando mi habitación hasta que olvide el porqué de mi insomnio.

-Revise los mensajes a Houghton en mi laptop, no era como que tuviera muchas personas con las cuales hablar. Pero si tenía uno que dos amigos en Alaska lod cuales me escribían cada vez que podían o se acordaban. Entre ellos estaba mi mejor amiga(¿?), si creo que le podría llamar así. 
La conocí en la universidad, es una caribeña muy enérgica y atractiva. Tiene enormes ojos y una piel bronceada envidiable, parece más de este pueblo que yo.

Había bajado con la laptop a la sala, tenía una gran botella de queso derretido y nachos. 
Le iba a hacer una videollamada, en Alaska no es tan tarde como aquí.

Llamando...

-Donni al fin das señales de vida, te he estado escribiendo y llamando al WhatsApp.

-Mi celular se averió -dije un tanto insegura, realmente no estaba segura de que haya sido así.
-Pero ya pedí uno, me llega el próximo lunes -dije al notar su cara de espanto.
Había pedido un nuevo teléfono y tenía que ir la próxima semana a buscarlo a la ciudad, la mensajeria no llegaba hasta acá.

-¿Cómo va tu vida de granjera, como te trata el sol?

-No es tanto así, pero me va pésimo -dije metiéndome un nacho a la boca. 
-¿Qué estás mirando? -pregunte con la boca llena mientras volvía a tomar más nachos.

-Donni, ¿qué eso que está detrás de ti? -pregunto pegandose mucho a la pantalla.

Voltee la cabeza rápido, casi me atragantó.

-Tú -susurré sin despegarle la vista. Pero simplemente dejó algo sobre el librero y salió, por la puerta.

-Donni...

-Te llamo luego, Ali -susurré cerrando la computadora.

Salió por la puerta como las personas normales. ¿Habrá entrado por la puerta, como las personas normales?

Espere unos minutos a olvidarme de ellos, de los Volaide. Cómo siempre pasaba cuando se alejaba. 
Pero no pasó, seguía recordando todo. Y lo que sea que haya puesto en el librero seguía ahí.

Después de pasada alguna media hora, en la que sólo miraba el librero y pensaba que me estaba volviendo loca me pare y fui a buscar lo que ella había dejado ahí.

-El libro... -susurre tomando de entre la multitud de libros de recetas de Má.

Trate de abrirlo pero no pude, no se abría.

-Ash -bufe para luego golpear el libro con un enorme libro de recetas. Pero nada.

-¡Dominic!

Era Ma, y venía desespera hacia mi. Impulsivamente solté los libros.

-Estas bien -afirmo tomando mi cara entre sus manos y examinandome detenidamente. 
Asentí con la cabeza. Sus manos bajaron a mis hombros y luego mis antebrazos. 
Su cara se frunció de repente.
-¿Que haces despierta a estas horas? -Sus ojos pasaron de mi cara a los libros en el suelo.
Parecía más un reproche que una pregunta.




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