El beso del Fantasma

Ojos color Miel

Abrí los ojos lentamente, mi vista estaba borrosa, pestañee varias veces y se aclaró un poco, giré mis ojos hacia la derecha y vi a una mujer, de cabellos cafés, recostada en un sillón a mi lado, estaba de espaldas, al parecer estaba dormida intenté mover mi brazo derecho, mis músculos me dolían pero aun asi lo moví un poco, aquella mujer despertó y dio un salto hacia mí, tenía los ojos verdes esmeralda, pecas en casi toda la cara y sus labios estaban cenizos y resecos.

Mi vista se aclaró poco a poco hasta que ya pude ver completamente, y, pude reconocerla esa mujer era mi madre, estaba angustiada, una lágrima se deslizó por su mejilla y cayó en mi mano. Era tibia. Se llevó las manos a la boca y empezó a llorar.

—¡DOCTOR!.– grito.– DOCTOR.– insistió mientras se acercaba a la puerta y gritaba lo mismo por el pasillo que al parecer era de un hospital, mis ojos empezaron a sentirse  pesados, tenía sueño, un sueño que me consumía cada vez más, mi madre se acercó a mi y tomo mi mano. La apretó suavemente mientras me miraba con los ojos llorosos.

La puerta de la habitación se abrió pasando un doctor por ella junto a una enfermera. El doctor sacó una pequeña linterna y posó la luz que desprendía sobre mi ojo izquierdo y luego el derecho.

—ya está despertando.– dijo el doctor con una voz suave y tranquila.

Después de varios días recupere la conciencia, totalmente, recordé todo aquello, la  sombra y al chico, pero había un espacio en blanco, había algo que no podía recordar, y eso me hacia sentir incomoda, le pregunté a mi madre como me encontraron y me dijo que estaba tirada casi en medio de la cancha de la escuela, mi temperatura estaba muy alta, y mi piel estaba más pálida que un papel, parecía como si estuviera  muerta.

—¿dónde está papá?.– sabía la respuesta y no me importaba pero, aún así pregunté.
— El está en un viaje de negocios, y no ha podido venir a verte.– mentira.— pero cuando pueda vendrá a visitarte.– sabía que era mentira, en realidad siempre es lo mismo cada vez que necesito a mi padre el nunca esta hay para mi, ya me acostumbre, para él es como si no existiera excepto cuando saco malas calificaciones en la escuela o cuando quiere gritarme para descargar su rabia contra sus socios de la empresa cuando lo hacen enojar.

—esta bien.–dije volteando mis ojos hacia la ventana de mi habitación en el hospital y por mi mente paso la imagen de aquel chico con cabellos rojos mi corazón se agito un poco, quite rápidamente la vista y la fije en la puerta. Por ella entró el doctor, con una sonrisa dibujada en su rostro.

—¿cómo te sientes?.– preguntó mirándome.
—bien gracias.– dije con una sonrisa en mis labios, dijo que me haría unos exámenes y que si todo salía bien me podría ir mañana al medio día. Mi madre le dio las gracias y yo igual. Al fin iba a salir de aquel hospital, los odio, mire a la derecha del doctor y vi a un pequeño niño, tenía el cabello negro le llegaba hasta los ojos, que los tenía negro al igual que su pelo, era un niño de 7 años, tenía la piel blanca y los labios tambien, el me miraba desesperado miré al doctor y le pregunté por aquel niño que estaba viendo.

—¿niño? ¿cual niño?.– dijo mirando hacia dónde le señale.— solo estamos tu madre, tu y yo en esta habitación.– dijo señalando la habitación.
—pero, yo lo estoy viendo.– insistí él volvió a mirar y me dijo que no veía nada, me asuste, serré los ojos y cuando volví abrirlos él pequeño ya no estaba, el doctor me miraba extraño al igual que mi madre los mire y le dije que estaba bromeando y Sonreí forzadamente, el doctor río al igual que mi madre, luego los dos salieron y pude ver que discutían sobre algo.

No les preste atención y diriji la mirada hacia el sillón que estaba a mi derecha, me sobresalte cuando vi o través al pequeño mirándome de cerca con los ojos tristes, no sabía cómo había entrado a la habitación.

Una electricidad recorrió mi cuerpo completo, empecé a temblar pero me tranquilicé y decidí hablar con el.

—¿Quien eres?.– lo mire y el me miro a mi.– ¿ quien eres?.– insistí con voz calmada.
—ayudame.– su voz sonó tan clara como una pequeña campana.– tengo miedo.– dijo acercándose a mi.– el me quiere comer.– dijo con su pequeña voz toda temblorosa.
—¿quien te quiere comer?¿cómo te llamas?.
—George.– respondió mientras miraba hacia atrás, como si alguien lo estuviera persiguiendo. Lo mire me dijo que quería volver con su madre, por alguna razón  mis ojos se llenaron de lágrimas, me preguntó porque lloraba dijo que no quería verme llorar, posó sus pequeñas y suaves manos sobre las mías y sonrió me dieron ganas de llorar porque sabía que él estaba haciendo un esfuerzo al olvidar el miedo y la tristeza que sentía para darme una sonrisa.




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