El beso del Fantasma

Magia

Aquella sombra me tomo por el cuello levantándome hasta que ya no toque el suelo, sentía cómo mi garganta se cerraba poco a poco mientras más apretaba, me miro a los ojos y vi a George y ahí entendí estaba en una lucha, él y George lucharon pero el perdio y fue devorado por aquella cosa,  el miedo que sentía se transformó en rabia y coraje, no se como pero logre quitarme sus  manos de encima « si es que las tenía» y cambie la situación.

Ahora yo tenía el control, yo era quien mandaba entre ella y yo, mis manos empezaron a picar, sentía como si la electricidad corría por mis venas, una luz salió de mis manos haciéndome perder la vista al mismo tiempo que el equilibrio, caigo al suelo y oigo unos pasos que se acercan a mi lentamente mientras que mi vista se nubla cada vez más.

Abrí los ojos, mi vista estaba borrosa, pero en segundos se aclaró totalmente, lo primero que vi fue un techo blanco con un candelabro de diamantes falsos , no era el techo del hospital, me levanté y me di cuenta de que estaba en una pequeña habitación que estaba iluminada por aquel candelabro, estaba recostada en una cama era suave y cómoda, mire a mi alrededor y en una silla al fondo de aquella habitación había un chico, de cabellos rojos como el fuego, su piel era pálida, sus ojos eran  negros, eran los ojos más negros que había visto en mi vida si quisiera ver a través de ellos no podría.

Tenía un polocher negro ajustados al igual que sus pantalones rotos, tenía unas botas  todo terreno, y en su cintura llevaba un cinturón llenos de cosas extrañas, me estaba mirando fijamente con una mano en su barbilla mientras la tenía en su pierna derecha, su mirada era fría y distante daba miedo, mucho miedo, le sostuve la mirada, él no cambió su expresión en lo absoluto si fuera por él estoy segura que hubiera envejecido hay frente a él y él no cambiaría su expresión o me hablaría.

— ya me dio miopía de tanto mirarte.– dije mientras me bajaba de aquella cama y me paraba frente a él, no dijo ni una sola palabra y solo se quedó mirándome como supuse que lo había hecho todo este tiempo, mientras estuve inconsciente, mire su cuello y me di cuenta de que tenía un tatuaje de dragón en su cuello, en ese momento lo reconocí. Era el. Era aquel chico que había visto en la escuela.

—¿Tu nombre?.– su voz sonó ronca, fuerte y varonil, retumbó en mis oídos como si estuviéramos en una cueva.
—¿disculpa?.– sone como una ignorante había escuchado muy bien lo que me había dicho, pero me quede como una estúpida mirándolo.
—tu nombre.– se levantó  de aquella silla y caminó hacia mí dando pasos lentos y equilibrados.—¿cómo te llamas?.– se detuvo a una distancia muy corta, podía sentir su respiración, era calmada, me miró directamente a los ojos y repetí la pregunta otra vez.

— K– Kathleen, Kathleen Mils.– tartamudee por los nervios que tenía en ese momento, él era mucho más alto que yo a su lado me sentía pequeña e insignificante, miró hacia la puerta de aquella habitación se dirigió a ella y salió, cuando lo hizo pude liberar el aire que estaba conteniendo por dentro.

— holaaaaaa.– escuche una voz femenina que provenía de la puerta mire y no había nadie, de repente sentí como un cuerpo no tan pesado estaba sobre el mío, al mismo tiempo que estaba tumbada en la cama, miré y había una chica, con cabellos negros bueno al menos la parte superior la otra estaba tintada de un rosa fucsia mientras que las puntas estaban onduladas.

Tenia una sonrisa de oreja a oreja mientras me veía, se bajó de la cama y empezó a dar saltos en el piso.

—¿quien eres?.– dije mientras me bajaba de aquella cama y la miraba  de frente, dejó de dar saltos y se presentó, su voz era chillona y alegre se veia un año mayor que yo, tenia el pelo rizado ojos color café y piel morena.
—soy Janeth y ¿tu eres?.– dijo mientras caminaba hacia la puerta dando saltitos en el aire.
—mucho gusto Janeth, soy Kathleen Mils.– dio un frenon de repente y se dirigió hacia mí rápidamente.
—dijiste ¿Kathleen?.– preguntó mirándome con los ojos un poco cerrados, mientras que yo evité su mirada.— Lindo nombre, me... gusta.– dijo sacando una paleta de corazones de su bolsillo e introduciendola en su boca.— espera aquí alguien vendrá a traerte ropa, te harán unas cuantas preguntas y te podrás ir.

Se dirigió rápidamente a la puerta y salió por ella, otra vez me había encontrado sola en aquella habitación, empecé a preguntarme por mi madre, como llegue aquí  y... George me acordé de él y las lágrimas empezaron a salir por montones, él fue devorado frente a mis ojos y no lo pude ayudar no pude cumplir su petición de llevarlo a ver a su madre, en ese momento me sentí inútil e inservible.

Me senté de rodillas frente a la cama, recoste mi cabeza encima de ella y lloré, lloré como nunca antes había llorado, no pude ayudar aquel pequeño, sentí rabia, coraje y miedo, sentí miedo de no poder ayudar a nadie más igual, que pasó con George, recordé aquella sonrisa que me había dado cuando estaba triste y mi corazón se encogió.




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